Voluntad Política: Primer Paso hacia la Paz
- Nicolás Gómez González
- hace 59 minutos
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La historia nos ha enseñado que todo cambio exige un compromiso superior a aquel que nace de la simple voluntad. Implica el sacrificio de todo aquello por lo que creemos, dejar a un lado los odios partidistas, el individualismo y el miedo.

Se ha estudiado a profundidad los grandes retos y dificultades que han configurado en nuestro país las problemáticas fundamentales hacia el verdadero desarrollo y la prosperidad nacional. El oportunismo y el inmediatismo se han convertido en enemigos habituales de la labor transformadora, toda vez que a falta de claridad y voluntad auténtica hacia la construcción de un mejor país los principales sectores políticos de la nación confabulan hacia la fabricación de hechos políticos irreales, propuestas ilusorias de cara al interés colectivo que muchas veces disfrazan simples transacciones personales hacia el enriquecimiento de unos pocos a costa del esfuerzo y voluntad de muchos.
En ese orden de ideas, pareciera que los ideales se confundieran con los intereses, tenemos ideales que hieren intereses. Se rompen los privilegios, se exigen responsabilidades, y al final ningún derecho, libertad, obligación, o deber constitucional ni ciudadano deja de pagar el constante precio del sacrificio en renunciamientos, lamentos, y en el caso colombiano, sangre.
LA VOLUNTAD POPULAR:
Podemos asegurar, con cierto grado de certeza, que un país como Colombia donde el actual sistema electoral goza de una libertad y competitividad relativa, lo primero, lo más importante, es la consolidación de garantías electorales que materialicen de forma real la voluntad popular dentro de las instituciones y cargos de elección popular. Ningún proyecto de nación ha de entenderse como auténtico si no reconoce en su estructura la plena voluntad y proyecto de vida de sus conciudadanos hacia una mejor idea de país.
Aún y a pesar de las dificultades, las acciones terroristas, el conflicto interno, los desplantes subversivos, la intimidación soterrada, la compra de votos, el privilegio informativo de los medios, ni el poder de los sectores más privilegiados de la sociedad deben poseer el derecho o la capacidad de privar a un colombiano de hacer parte activa y constante en el proceso de toma de decisiones trascendentales hacia el ejercicio de sus derechos fundamentales.
TRABAJO, UNIDAD, SOLIDARIDAD:
El pronunciamiento de la soberanía popular estará siempre vinculado con el factor del trabajo y el desarrollo hacia la unidad nacional, así como la solidaridad entre sus integrantes. Una considerable suma de colombianos se han hallado estancados en una mentalidad carente de creatividad y abnegación en sus labores. Se han desarrollado celos, susceptibilidades y hasta impaciencias en la madurez política de algunos de los sectores productivos más importantes de nuestro país, lo que ha dado lugar a un fenómeno de competitividad improductiva entre ciudadanos, comunidades, y en el ámbito territorial y administrativo, de departamentos y sus respectivos municipios.
Este fenómeno no es un simple resultado aislado, pues es causa directa del recelo y falta de diligencia por parte del gobierno nacional, en el seguimiento y atención que este ha reservado en materia de planes de desarrollo, gestión, mantenimiento y modernización de infraestructura, mano de obra y recursos monetarios los cuales ha destinado a un grupo reducido de entes territoriales por razón de su nivel de industrialización o conveniencia política, y no bajo los más estrictos criterios de imparcialidad, equidad y necesidad para el crecimiento y desarrollo de aquellos sectores que más requieren de la atención de un gobierno comprometido y progresista.
La democracia como fruto de la sociedad política, símbolo de la unidad de sus habitantes implica la cultura de un pueblo que sepa apreciar la manera en la que, si bien existen opiniones distantes, ideales paralelos y en muchas ocasiones percepciones distintas de la realidad nacional, estas sean no solo capaces de expresarse en el marco del respeto, la diplomacia y la libertad, sino que comprendan que no por existir distintas nociones de país estas no puedan unirse hacia la construcción de una ruta de curso hacia la modernización de Colombia. Un simple ejercicio reflexivo del bipartidismo tradicional colombiano nos lleva a reconocer que las visiones conservadores y liberales, predominantes en buena parte de nuestra historia, aunque segregadas en sus propuestas para la consolidación del país, buscaron, desde distintos ejes fines prácticamente iguales, el bienestar de la nación en función de unos principios y valores concretos.
No existe líder que pueda llegar a hacer algo distinto de lo que exista o pueda llegar a existir en la conciencia colectiva, y en el espíritu popular que representa. Por eso es que creemos que los cambios auténticos nacen, fundamentalmente, por cambios de conciencia, expresados en la voluntad popular y materializados por medios legislativos y constitucionales que dan forma a la sociedad que queremos en función de las problemáticas y retos que como sociedad tenemos.
DEMOCRACIA PLENA:
No existe democracia sin libertad, tanto como no existe libertad sin justicia. La tarea de la construcción de una democracia plena no es una simple tarea de un gobierno, ni un del Estado, es la labor de toda una generación, y de aquellas que le sigan a esa. Este proceso ya de por si presenta varios problemas, el más claro siendo el abstencionismo en los procesos electorales. La visión del abstencionismo electoral en Colombia podría ser vista desde dos perspectivas, cuantitativa, y cualitativa.
El primer supuesto implica la revisión de los índices de abstencionismo electoral en las elecciones presidenciales y aquellas de Senado y Cámara de Representantes en función del valor de ciudadanos habilitados a ejercer su derecho al voto y de la cantidad de votos una vez escrutadas más del 95% de las mesas de votación. Con esto en mente, se evidencia que si bien los últimos años han demostrado reducciones significativas en materia de abstencionismo electoral (a diferencia de aquellas de 1990 y 1994) el problema se reduce a un factor puramente numérico, se requiere no que una parte de la nación se pronuncie por medio del voto, sino que toda la nación, todos aquellos habilitados a ejercer su derecho al voto ejecuten su deber ciudadano de cara a decidir quiénes serán los más aptos administradores de los negocios y proyectos de la nación.
Ahora bien, una visión puramente cualitativa del panorama de participación política en Colombia demuestra la falta de educación política en los sectores más amplios de la sociedad. Hay quien no vota por ignorancia, quien no lo hace por pereza, y peor aún, quien no lo hace pues ya no cree en las instituciones ni en su gobierno. Vivimos una época de analfabetismo político. Cada día son más los jóvenes que no creen en la democracia, en sus mecanismos, no ven en la acción del voto un medio idóneo hacia la consolidación de un proyecto de nación viable, y francamente, no podemos culparlos. El actual panorama nacional, dejando a un lado el factor ideológico, ha dejado mucho que desear a una gran franja de colombianos.
No puede existir una democracia plena si no existe, primigeniamente, el principio de confianza recíproca y permanente entre gobernantes y gobernados. La base invariable del sistema democrático parte de la delegación de poder ratificada por el voto a un grupo de ciudadanos quienes a sus manos quedan los negocios de la nación, y, por tanto, el destino de ésta. De ahí que la voluntad política en Colombia requiera necesariamente de una reformulación en la mentalidad colectiva hacia lo que hoy entendemos como país, sus alcances, sus limitaciones, sus logros y falencias.
Si bien hoy el panorama pueda verse incierto, la realidad es que no todo es malo, aún existen personas y grupos de la sociedad civil dispuestos a dar un paso adelante hacia la reconstrucción de la democracia. Sin importar partido, sin importar colores nos esperan muchas y mayores responsabilidades para poder resolver los actuales retos que afronta el país, sin importar las que sean y aun con mayor razón si dependen de la voluntad popular podremos afrontarlas siempre que exista auténtica y profunda voluntad política para dar ese primer paso en nombre de la justicia, la libertad y la paz.