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QUERELLANDO

2019-IV

Retroexcavadoras, obreros, árboles talados; eso es lo que se ve en una zona de la reserva forestal Thomas van der Hammen. 

Van der Hammen: el nuevo barrio de Bogotá 

Después de una disputa de casi veinte años, zonas de la reserva forestal Thomas van der Hammen están bajo construcción de proyectos de vivienda, poniendo en riesgo el ecosistema de la Sabana de Bogotá. 

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Fuente: Pexels

Por: Sofía Pinilla Ospina 

La reserva forestal Thomas van der Hammen, llamada así por el holandés que se dedicó su vida a explorar, proteger e investigar la zona, es considerada un tesoro para Bogotá, y, aunque muchos no la conocen, esta ha sido de gran importancia ambiental e interés político para la ciudad. Está ubicada al norte de Bogotá, en su mayoría en la localidad de Suba y Usaquén, conecta con diversos ecosistemas de la Sabana como los Cerros Orientales, el Humedal de Torca y el Río Bogotá.  

La Secretaría de Ambiente de Bogotá y el Jardín Botánico han logrado confirmar que la reserva Van der Hammen, alberga más de quinientas diez especies vegetales e hídricas, once especies de mamíferos, veintitrés de mariposas y veinticuatro de aves, entre otras especies, esto convirtiéndola en reserva de especial protección además por ser hogar de paso de aves migratorias y de especies en peligro de extinción. Estando tan cerca de la ciudad y siendo tan biodiversa, es casi increíble tener el privilegio de estar tan cerca a este gran recurso natural.  

Los sistemas hídricos que se encuentran en la reserva, como el humedal, que es gran productor de oxígeno, son fundamentales para el mantenimiento y subsistencia de otros ecosistemas aledaños en la sabana de Bogotá.  Se podría decir que es un pulmón al norte de la ciudad, y a pesar de estar protegida, se ha descuidado su protección al punto de poner en riesgo su subsistencia. 

En los años noventa, por el gran potencial de crecimiento de la ciudad, se intentó la proyección a futuro de la urbanización en zonas de la reserva van der Hammen, especialmente durante la alcaldía de Enrique Peñalosa.  Ya entrando en el nuevo milenio, el entonces ministro de ambiente Juan Mayr, conjunto con investigaciones de la Universidad Nacional, trabajaron en la protección de la reserva, demostrando su riqueza natural y su biodiversidad para evitar su vulneración. Por varias tensiones políticas, idas y venidas de decretos de la alcaldía y del ministerio, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), quien era la encargada de la declaración de protección de la reserva, se tardó varios años en determinar su estatus de reserva y así garantizar su protección. 

Después de una exhaustiva investigación, fue declara reserva para su protección en 2011 por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, y en 2014 se expidió un Plan de Manejo Ambiental para preservarla y explotar sus beneficios al máximo en pro de la ciudadanía. A pesar de todo esto, en 2015, y respaldado en el interés social de la reserva, el entonces alcalde Gustavo Petro decide expedir decretos que declararon una parte del suelo de la reserva de utilidad social y que permitieron la enajenación voluntaria de terrenos pertenecientes a la reserva, y además la expropiación del terreno, bajo el argumento que se harían una reforestación y crearían el bosque urbano más grande de Latinoamérica.  

Esto fue tomado e interpretado al parecer y beneficio de quienes estaban en el poder, ya que, el siguiente paso fue que algunas de las hectáreas de la reserva fueron destinadas a un proyecto de urbanización gigantesco de viviendas y parques en 2017. Ya en la segunda alcaldía de Enrique Peñalosa, dentro del plan de ordenamiento zonal norte, se incluyó el proyecto de construcción más grande de la zona y acabó con los intentos serios de protección de la reserva. El proyecto pensado para la zona supone no poner en riesgo la zona protegida como reserva forestal, pero si afecta gravemente los ecosistemas que lo rodean. Nuevamente fue llevado el problema a la CAR y la respuesta fue tan demorada, que para 2020, los proyectos de urbanización prendieron motores, y para inicios de este año se empezó a ver la construcción.  

Hoy los planos de los proyectos no tocan la reserva, pero afectan gravemente el sector en cuanto movilidad, ambiente, ruido, seguridad entre otras problemáticas que están surgiendo mientras avanzan con las construcciones. Como lo analizaron en ese entonces, no es una sola zona, sino varios sistemas que se encuentran interconectados, en los Cerros Orientales, la parte del humedal de Torca que pertenece a la reserva, entre otros. No cabe duda que hay una afectación estos sistemas, y da para pensar que la protección a una zona de reserva no evita que esta puede ser vulnerada.  

Las personas que tenemos el privilegio de transitar por la zona hemos podido notar muchos cambios. Empezando por la polisombra en todas partes; las salas de ventas construidas de la noche a la mañana; los potreros que hace seis meses eran completamente verdes y siempre tenían vacas pastando, ahora llenos de retroexcavadoras, volquetas de arena y materiales para pavimentar; donde había siempre pájaros de colores y garzas, materiales de construcción, no se ven ni volando; arboles gigantes, talados; los curíes (roedor pequeño de la zona) que siempre estaban en el separador de la autopista ya no se ven. 

Realmente es triste ver como uno de los encantos del norte de Bogotá se va perdiendo poco a poco y como a la hora de la verdad, quienes más se preocupaban, hoy no dicen nada. La alcaldesa de la ciudad quien era de sus más arduas defensoras, ya empezadas las construcciones y que es visible la destrucción forestal, se ha pronunciado muy poco y definitivamente no ha hecho nada por la protección que antes tanto defendía. Desanima pensar que la alcaldesa, en su candidatura estaba abiertamente a favor de la protección del medio ambiente, y los votantes que apoyaban sus ideales ambientalistas, hoy estén dejando pasar tanto daño a la naturaleza de la ciudad. Ya no hay como echarse para atrás, los proyectos cogieron ventaja y están ya en construcción, pero lo mínimo es que se garantice la protección de lo que quedará de la reserva.  

Claro está que en papel los proyectos son viables, y protegen la reserva forestal, pero la realidad es otra y el panorama no se ve muy bien. En cuanto a la reserva, no podemos saber a ciencia cierta qué pasará, pero claro está que no será nunca la misma, de todas formas, estar rodeada de tantos edificios y ruido cambiará su realidad, por lo menos ahuyentado especies animales que hay viven hasta hoy. Esperemos que no acabe con las especies que habitan la reserva que están en peligro de extinción. Según la Fundación de Humedales de Bogotá algunas de estas especies son la tingua bogotana, el cucarachero del pantano o el pibi boreal, entre otras que habitan en la reserva Thomas Van der Hammen.   

La preocupación más grave será la ambiental, pero también hay otra clase de inquietudes. ¿El aeropuerto Guaymaral se verá afectado?, ¿La prometida Autopista Norte se ampliará? ¿Habrá más proyectos de construcción? ¿Cuánto tiempo se demorará? ¿Habrá algún plan de recuperación para la reserva Van der Hammen? Nos quedan incógnitas y preocupaciones, poco que hacer ahora en plena contienda electoral por la alcaldía. Pero podemos esperar, por lo menos, que quien quede electo como alcalde, independiente de su ideología política y sus prioridades en cuanto a la ciudad, no deje de lado tan gran recurso que tenemos dentro de la ciudad.  

Por ahora nos queda ser conscientes, informarnos y entender el problema a futuro que puede traer descuidar la reserva van der Hammen. Además, no nos podemos quedar ahí, hay otras reservas en las inmediaciones de Bogotá, como el Humedal Córdoba, Humedal Jaboque o Parque ecológico Entre Nubes que necesitan que les prestemos atención, para evitar su deterioro y esperar que se preserven mientras sigue creciendo la ciudad. Bogotá es una ciudad de oportunidades y efectivamente toca buscar espacio para que todos los que quieran, puedan vivir en ella, pero no a costas de la riqueza natural que nos queda en una ciudad tan urbanizada.  

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