top of page

CULTURALES

“I, and his whole family, and this and many countries, owe him a debt greater than he would ever claim, or we shall ever know”

UN REY SIN CORONA

Restando dos meses para el centenario de su natalicio, Felipe Mountbatten parte de este mundo, dando punto final a la unión más larga en la historia de la realeza británica y dejando atrás un invaluable legado, que jamás será olvidado.

Por: Juan Pablo Prieto

En horas de la mañana, el viernes 9 de abril, la BBC comunicaba una triste noticia proveniente del Palacio de Buckingham: la muerte del Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo. `Philip`, había fallecido “pacíficamente en el Castillo de Windsor”, lugar donde residía temporalmente con su esposa, dado el aislamiento, propio de estos tiempos. Un hecho que impactó, no solo al Reino Unido, sino que tuvo grandes repercusiones a nivel internacional.

El deceso del consorte de la Reina Isabel II, no solo supone ser el fin de un loable matrimonio, sino, más bien, la consumación de una institución que se mantuvo vigente durante más de siete décadas y que marcó a diversas generaciones. Juntos, lograron sortear las adversidades de la prematura coronación de Isabel, quien, con tan solo 25 años, asumió como monarca de la Commonwealth. Adicional a ello, fue una figura que consolidó a la Familia Real y preservó el ideario pro-monárquico.

La polémica abdicación de Eduardo VIII y la pronta muerte de Jorge VI, no transformaron exclusivamente el panorama de Isabel, sino que derivaron en un giro de 180 grados para el proyecto de vida de un joven Felipe, quien, como es conocido, no tuvo una infancia fácil. Si bien pertenecía a la realeza griega, su familia fue exiliada a Francia, tras la guerra greco-turca, siendo él un bebé. En años posteriores, tuvo que lidiar con el ausentismo de su familia, su padre tuvo una vida de excesos y su madre fue diagnosticada con esquizofrenia.

Pero ¿cómo llegó Felipe a la Familia Real? Después de sufrir y deambular entre diferentes hogares temporales, coincidió con una persona fundamental y muy querida por él, su tío materno, Luis Mountbatten, bisnieto de la Reina Victoria. “Uuncle Dickie”, fue un verdadero mentor y referente para Felipe, de ahí que acogiera su apellido. Se dice que Mountbatten hizo todo lo posible para emparejarlo con Isabel, sin embargo, no fue fácil.

Felipe era un príncipe sin dinero, sus tres hermanas mayores se habían casado con nazis, y no era proyectado como buen `royal´, por su fuerte carácter. A pesar de ello, su destacada participación en la Segunda Guerra Mundial y la insistencia de la princesa, persuadieron al Rey -el resto es historia-. Tuvo que relegarse a una esfera inferior, renunciar a sus títulos, religión y estar en la sombra de su esposa. “Soy el único hombre del país que no puede darle el apellido a sus hijos” dijo alguna vez a sus amigos. 

Fue querido en todo el mundo, por su carisma, vitalidad, y sobre todo por su buen y fino sentido del humor. El hombre no se caracterizó precisamente por la prudencia, es más, su repertorio de chistes ejemplifica perfectamente lo que actualmente algunos llamarían políticamente incorrecto. En los 80 dijo “todos querían tener más tiempo libre y ahora que lo tienen se quejan”, en el marco de una crisis de desempleo. Sin importar las críticas, él en su ley, se apartó del clásico hermetismo de la realeza y nunca desperdició una oportunidad para lanzar una inofensiva bromita; sin mala intención, claro está. Encarnó los principios del pueblo británico, siendo muy respetado y admirado.

Se especula mucho con respecto a su relación con el futuro rey Carlos, pues era muy duro con él. Sus personalidades eran diametralmente opuestas: él, extrovertido, severo y con formación militar, mientras su hijo más reservado y blando. Desde muy pequeño, Felipe quiso impregnar a Carlos su misma firmeza, lo mandó a Gordonstoun, el internado al cual asistió en su niñez. Madrugar todos los días y baños con agua helada, premisa básica de la institución. En la esfera íntima, el Duque tuvo algunos deslices, no obstante, siempre se afirmó que a pesar de no ser 100% fiel, la lealtad nunca se agotó.

Por lo demás, se dice que mantuvo una buena relación con los suyos como padre, abuelo y bisabuelo. Se consolidó como una figura reverencial y paternal, un buen consejero. Fue cercano a los príncipes `William` y `Harry`, un gran apoyo cuando murió su madre. Sin perjuicio de lo anterior, su rol principal fue apoyar a Isabel, como ella afirmó, fue su “strenght and stay”. Tan en serio se lo tomó, que, a pesar de múltiples quebrantos de salud, llegó a los 99 años. Fruto de dicha relación: 4 hijos, 8 nietos y 11 bisnietos (otro en camino).

En la esfera pública fue considerablemente activo, afirmaba jocosamente ser un experto mundial en inauguraciones de placas.  Dejó un saldo de aproximadamente 22,000 eventos, viajes a más de 140 países y más de 5,000 discursos. Convivió con unos cuantos desconocidos, entre ellos: J.F Kennedy, Winston Churchill, Margareth Tatcher, Juan Pablo II, Nelson Mandela, y Ronald Reagan. Un fascinado por la tecnología, los deportes, la pintura y las causas sociales. Fue un filántropo e interesado por el medio ambiente. Disfrutaba conducir, a tal punto que tuvo que entregar su licencia hasta hace un par de años, tras un accidente.

De lo anterior solo podemos concluir que se fue un gigante, un pilar fundamental de la Corona, en el orden personal, político y social. No solo será recordado como el consorte más longevo de la historia, sino como un abnegado, en todo el sentido de la palabra. Un hombre que, a pesar de estar en un segundo plano, nunca perdió su estilo y supo interpretar su papel majestuosamente, y que, por muchos momentos, pasó a ser un rey sin corona.

bottom of page