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OPINIÓN

Un país que se cae a pedazos 

Por: Julián Echeverry-Guerra 

Basta salir de las principales ciudades de Colombia para encontrarse un país que se cae a pedazos mientras la euforia política se debate en los grandes medios de comunicación por los comentarios del presidente en su cuenta de X. Luego de hacer un recorrido por varios municipios en especial de la costa norte colombiana me encontré con un panorama devastador: El Estado simplemente dejó de existir. Mientras los grandes economistas hablan en cifras de la peligrosa baja ejecución del gobierno nacional esa realidad nos asfixia con la catástrofe en seguridad en cada una de las regiones.   

Poco se habla de operativos militares en contra de las grandes estructuras armadas y de narcotráfico. Paradójicamente lo que más suena son los incumplimientos por grupos armados a los ceses al fuego que tanto promueve el gobierno. El proceso de paz parece estancado en declaraciones sin sustento. Mientras el Alto Comisionado Otty Patiño dice algo, en cuestión de minutos la delegación del ELN sale a desmentir. Al recorrer las principales vías se ven las montañas colombianas llenas de cultivos de coca, sin necesidad de entrar a las vías terciarias o las mal llamadas “zonas apartadas”; ya el narcotráfico es parte del paisaje sin que nadie diga o haga algo.   

Hace unos meses los grupos armados bloquearon la troncal en el bajo cauca antioqueño, más específicamente en el municipio de Caucasia sin que el ejército hiciera presencia. Faltó que incendiaran dos ambulancias y que los alcaldes y el defensor del pueblo en el sur de Córdoba se unieran para que el presidente hiciera presencia en el territorio y convocara un consejo de seguridad en Montelíbano. Hoy, aunque el ambiente pareciera estar calmado, cada día el comercio de todos estos municipios se ve asfixiado por las extorsiones de los grupos ilegales. Incluso los emprendimientos virtuales están siendo víctimas de las llamadas “vacunas”. Me cuentan comerciantes de Montelíbano que la sola postura del letrero vale alrededor de siete millones de pesos.   

Puede que se hayan acabado los combates del ejercito por órdenes del señor ministro de defensa, pero los grupos están más fuertes y más tranquilos que nunca. Hace pocas semanas tuve la oportunidad de hablar con un saliente secretario de agricultura de un municipio de Antioquia. Lo que me contaba es grave desde donde se le mire. Los grupos ilegales han dejado de comprar coca. Los campesinos han tenido que empezar a arrancar los cultivos ilícitos porque dejaron de ser rentables al no haber demanda. Los grupos que antes se financiaban de esto ya no tienen la necesidad de utilizar el narcotráfico, bien porque la extorsión a llegado a un punto rentable para ellos, o bien porque sin combates y persecución del Estado no hay gastos para la guerra.   

En octubre la revista Cambio titulaba como “insólito” el fallo que dejaba en libertad a nueve cabecillas del “Clan del Golfo”; es el caso de Puerto Libertador, donde es un secreto a voces en las calles del pueblo que los grandes cabecillas presos o escondidos están a punto de volver a controlar la región. No son menores las habladurías callejeras de estos pueblos en los que todas las personas conocen a alguien vinculado a estos grupos. La gran pregunta que queda de todo esto es ¿Dónde están los medios regionales ante el silencio de los nacionales? Pues silenciados y censurados. Luego de la muerte de Rafael Moreno, periodista investigativo contra los grandes clanes del departamento de Córdoba, varios de los periodistas que conozco decidieron guardar silencio. Así es el caso de la directora de un importante medio independiente quien textualmente me dijo “una noticia no es más importante que la oportunidad de criar a mis hijos”.   

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