QUERELLANDO
Las vagas reflexiones de una mujer que se cuestiona sobre el
empoderamiento que le da el sexo
El Sexo Sin Amor:
¿Liberación o Pura Expectativa?
La reflexión sobre el sexo casual, un tema que ha pasado de ser criticado a convertirse en la norma en la cultura moderna. A través de su experiencia personal, cuestiona si esta forma de relación realmente ofrece liberación o si es solo una expectativa social disfrazada.
Fuente: Pexels
Por: Victoria De la Mora
Queridos lectores, el hogar. Esa palabra tan elemental que en la teoría simplemente pueden ser 6 letras, pero en la práctica puede guardar un potente significado, ¿Qué significa para ustedes? Para mí significaba compañía, la calidez que transmiten las personas, pero no cualquiera, esas, las que más amamos, las que nos acompañan a crecer y a construir lo que llamamos “futuro”, las que un día deciden compartir su fuego, su vitalidad, sus sueños, en la intimidad más profunda, no la de la carne; sino la del alma y el espíritu que se conectan para andar un mismo camino juntos.
Queridos lectores, yo que vengo desde tan lejos, acostumbrado al calor de las costas y las riberas, de la risa de mi gente y el cariño de mis allegados al llegar a una tierra desconocida, conocí el frio. Pero este frio era diferente, iba más allá de las ventiscas que acompañaban el otoño, era un frio que no se podía quitar con la compañía de un cigarro o un abrigo de lana. Pese a que mi cuerpo se encontraba caliente, mi alma seguía helada, crónica a contraer alguna enfermedad propiciada por las epidemias de odio que eran propensas a propagarse en cierta ciudad.
Convaleciente logré encontrar refugio en palabras prometedoras de un mejor mañana que me llevaron al convencimiento de que tal vez, existía un lugar de donde esconderse de la epidemia que tanto temía. Los días se convirtieron en segundos, los años en horas, la calidez de su cercanía era la sede de un nuevo hogar. Con el temor de perder mi idilio, decidí construir tantas versiones diferentes para que mi vida pudiese engranar en una que fuese apta para poder garantizar un espacio en la morada. Tristemente, en el camino me di cuenta de que me había fraccionado en tantas versiones hasta el punto de que olvidé cual era la original. Temía volver a quedar abandonado en el frio que me generaba aquella ciudad y es por eso por lo que, de manera incondicional, sin importar las acciones (aún por más dañinas que fueran) que en mi nuevo hogar se hicieran, estaba dispuesto a quedarme firmemente sin importar cuales fueran las consecuencias. Les confieso que mi hogar en momentos se convertía en un lugar inestable, e innumerables veces traté de arreglarlo; desarmé mi alma para poder reconstruir los espacios que se agrietaban por culpa de las visitas de ánimas desconocidas que deambulaban a medianoche. Pero aun con todos mis esfuerzos, todo fue en vano. En juramentos banales genuinamente pensaba que era la única persona sobre la faz de la tierra que podía arreglar todo lo que se resquebrajaba, en mi hogar.
Y en este huracán de emociones, olvidé quien era antes de llegar a este refugio, y es ahí cuando comencé a extrañarme, porque pese a once guerras y seis batallones perdidos, pese a todos mis esfuerzos liderando un pelotón completo en la batalla para significar algo para mí hogar, nada fue suficiente; y no porque no lo intentara, no porque no me esforzara, sino porque a quien intentaba vislumbrar era un estafador de esperanzas, que alguna vez me invitó a compartir sueños en una tarde de pizzas mientras conversábamos sobre Códigos en lenguas que ya nadie utiliza. Es ahí cuando me di cuenta, que la otra parte de mi hogar se encontraba alguien que disfrutaba de la violencia y el dolor ajeno. Alguien que, por mucho tiempo, me arrastró al infierno de sus días más miserables.
Por mantener el hogar, me convertí en la única víctima de una guerra injusta donde era la marioneta de las pasiones más vulgares. Aunque quedé en la esencia de mis huesos, logré sobrevivir a la brutal violencia. Mientras se desmoronaba algo que alguna vez consideré el juramento más sacro, los señalamientos y acusaciones que disparaban desde mi hogar, me convirtieron en un cúmulo de ideas que aún no logro descifrar; en la desesperación de juramentos endebles que buscaban retenerme, perdían cualquier sentido lógico cuando lo único realmente importante para la otra parte del hogar era transportarse a fantasías efímeras, a paraísos ilusorios que prometían liberarlo a cambio de unos cuantos porros. Debo serles muy franco en algo, hubiese tirado todo lo que viví , por la borda, si tan solo hubiese escuchado desde adentro de lo que alguna vez fue mi hogar, una voz que ratificara que cumpliría todas las promesas que alguna vez se hicieron en una cafetería vieja de cuyo nombre ya no logro recordar.
Queridos lectores, infortunadamente esas palabras nunca llegaron… En contra de mi voluntad y todos mis anhelos, me vi forzado a abandonar ese que por tantas horas fue mi refugio, mi morada, el hogar que más amaba. Después de una catarsis que laceró mis llagas residuales que quedaron de la guerra, pude comprender que aún en el vilo de la noche más espesa, habría unas cuantas hogueras que aguardaban mi espera. Ahora, he podido salir de mi esfera, visitando tantos lugares y conociendo caras nuevas, conviviendo con personalidades que hasta hace unos meses pensaba que me serian ajenas y aprendiendo que después de todo sí había forma de escapar del yugo, lo que alguna vez fue nuestra promesa.
Hoy lo que queda de lo que alguna vez fue mi hogar se pregunta por las calles dónde estoy, por qué me fui, cuál fue la razón de mi “abandono”. Quizás el tiempo ya le dio la respuesta, quizás encuentre pistas por medio de mis letras, o quizás unos cuantos incautos hambrientos de conocer lo que pasó le lleven las buenas nuevas (o simplemente estén expectantes de conocer quién sea, de entender que había detrás de nuestros secretos) y las promesas que se quedaron atrás, cuando me abandonaron colina arriba por irse a encapsular ilusiones nuevas, una tarde cualquiera de marzo.
Queridos lectores, finalmente quisiera preguntarles ¿alguien sabe dónde puedo exorcizar los demonios que me poseyeron en el paso por su vida?
Y por último, para lo que queda de mi hogar ¿de verdad merecía encontrarme exiliado en la horrible noche bajo el velo de tus mentiras?
Donde quiera que estés: Hasta siempre, buena brisa y buena mar. Que el año nuevo te abrace y puedas encontrar la paz que tanto decías anhelar.