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CONSTRUCTIVAS

Una carta para todos ustedes 

Queridos audífonos 

Una pequeña carta a una de las posesiones más valiosas de esta generación, una fina línea entre usar y abusar.  

Fuente: Pexels

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Por: Andrés Molina Castro 

En un mundo caótico y ruidoso, donde el precio del dólar baja inexplicablemente o la baraja de ministros cambia después de cualquier acontecimiento sumario que pueda implicar un tráfico de influencias (sí, me refiero a usted, Irene), resulta de lo más cuerdo escribirles a ustedes, una simple cosa que para muchos se volvió indispensable en nuestras vidas.  

 

A pesar de que carezcan por completo de habilidades cognitivas para entender, siquiera leer esta carta, trataré de construir un argumento en escazas palabras basada en nuestra relación; una muy tóxica para serle honesto.  

 

Mi generación creció en un ambiente globalizado con desarrollos técnicos que se veían surreales para la década de los noventa. Tristemente, esto derivó en una relación de dependencia enfermiza o adicción a los dispositivos tecnológicos (como el celular), teniendo como consecuencia una privación sensorial respecto de nuestro entorno.   

 

La primera evidencia de ello son ustedes. Si bien la posibilidad de escuchar música de manera portátil y personal mediante audífonos se dio con el lanzamiento del conocido walkman en 1979, este paradigma cambió en el 2001 con el iPod, aparato que a duras penas podía almacenar 1000 canciones. La evolución de este dispositivo y la facilidad de tener acceso a todo tipo de contenido de audio, como música y programas podcast abrió la posibilidad de tener un sinfín de material melódico de manera sencilla y práctica. 

 

Empero, de nada vale una disponibilidad inmediata de este tipo de contenido si no hay un vehículo que permita un consumo individual, circunstancia en donde aflórese su culpabilidad, queridos audífonos, pues son ustedes, ese medio. Fíjense bien, creamos una infinidad de excusas o justificaciones para usarlos; desde escuchar la canción de moda, ignorar a la persona que está detrás en la fila de la cafetería del Giraldo, despejarse y hasta concentrarse. Tal es la adicción, que se prefiere dejar el esfero con el que toma apuntes en clase que los audífonos en casa. La tendencia es esa, a abusarlos en vez de usarlos.  

 

Se preguntarán: ¿cómo llegamos a ser una fuente de privación sensorial para el ser humano? Pues bien, la privación sensorial es la afectación total o parcial de los sentidos humanos, es decir la función visual, auditiva, gustativa u olfativa. Este efecto, que normalmente se da en adultos mayores por el natural envejecimiento, se está dando en gente significativamente menor por la elevada cantidad de tiempo (malgastado) y concentración destinada al celular y, a su vez, a los audífonos. Mejor dicho, el uso conjunto del celular y los audífonos nos está aislando de nuestro entorno, haciendo que sus usuarios vivamos en una falsa realidad, una que no le pertenece a nadie.  

 

La segunda prueba es su secuaz el celular -ya varias veces mencionado en esta carta-. Para nadie, ni siquiera para ustedes, es un secreto el avance tecnológico que ha sufrido el celular debido al perfeccionamiento de la técnica, esto ha permitido equipar dichos dispositivos con pantallas de una resolución excepcional y cámaras de alta definición que nos permiten capturar cualquier evento, por más insignificantico o banal que sea.   

 

A inicios de este año, Lebron James superó el récord de Kareem Abdul-Jabbar como el jugador con más puntos anotados en la historia de la NBA. Por otro lado, el 14 de junio de 1998, el mejor basquetbolista de todos los tiempos, Michael Jordan, anotó su última cesta como jugador profesional en final contra los Utah Jazz. No hago referencia a estos eventos para zanjar una discusión deportiva, sino para señalar la reacción de las personas ante una circunstancia de tan similar impacto. Mientras que en febrero de este año las personas se esforzaban por capturar el momento de la forma más fotogénica que podían con sus celulares, en el 98 la historia era diferente, las personas no podían creer lo que veían con sus propios ojos, presenciaron cada detalle del instante. Estaban simplemente presentes.   

 

Hoy en día preferimos una foto “aesthetic” para subir a nuestras historias de Instagram (o su red social de confianza) en vez de vivir el momento a través de lo más sencillo, como lo son nuestros sentidos. Preferimos vivir a través de nuestros celulares.  

 

Para el verdadero destinatario de esta carta, lo reto a que se devuelva a su casa sin usar el celular o los audífonos, de pronto se entera de lo bello que tiene justo enfrente: la vida.  

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