ESPECIAL
2020-II
Hermano, it´s Corona time
QUE VUELVA LA HUMANIDAD
Nos encontramos en un palco, en primera fila, ad portas de presenciar uno de los cambios más relevantes que jamás hubiéramos podido proyectar en nuestras vidas. Un antes y un después del Coronavirus. ¿Acaso un nuevo A.C y D.C?
Por: Juan Pablo Prieto Rodríguez
Suelen decir que no hay nada más creativo que la misma realidad, y cuan acertada es dicha afirmación. Ni un profeta de antaño, ni el más visionario de los visionarios, ni los mismísimos próceres de Hollywood, Tarantino o Spielberg, hubieran podido vislumbrar o estar en la capacidad de tramar el escenario en el cual se encuentra inmersa la humanidad. Todo por una “gripita insignificante”, producto de la decisión de alguna criatura de tomarse una sopa.
El Coronavirus ha sacudido el tablero de ajedrez, regó todas las piezas, y está amenazando con poner en jaque al rey, la realidad que conocemos. Sin tener un botón nuclear en el escritorio y vivir en la Casa Blanca, ni los ojos rasgados y un ejército al norte de la península de Corea, este imperceptible ente ha logrado desestabilizarnos y nos ha devuelto en el tiempo, a aquellos capítulos de los libros de historia que creíamos haber superado.
Al margen de todas las dificultades, que por cierto todos conocemos al derecho y al revés, estas líneas no pretenden ahondar en lo negativo de nuestra realidad, por el contrario, buscan plasmar unas breves reflexiones provenientes del alma. Es hora de parar, tomar un respiro, armarnos de valor y seguir adelante, llenos de esa resiliencia que tanto nos caracteriza en la adversidad, rumbo a la eternidad.
Sin ser fatalista, ni mucho menos exagerado, pienso que esto es un alto en el camino, un reductor de velocidad en medio de la autopista de la existencia, una alarma que nos indica que es hora de reaccionar y replantear nuestras formas, nuestras maneras. En mi opinión, una oportunidad única e irrepetible para volver a empezar. Para dejar de lado el trajín frenético que nos agobia en el día a día. Una oportunidad para volver a ser humanos.
Esta situación nos ha brindado un valioso estado de abstracción de la realidad, para así mirar a los lados y ser conscientes de lo que nos rodea. Hemos empezado a valorar cosas tan sencillas como lo son poder salir a caminar, respirar e ir a donde nos plazca. Nos ha dado la idea de lo que significa perder la libertad, y cuan esencial es dentro de la condición humana. Una lección para aquellos partidarios del populismo punitivo, que promueve la imposición de 33 cadenas perpetuas.
El confinamiento nos ha abierto los ojos y nos ha mostrado el valor agregado presente en las relaciones humanas. Considero que ahora tenemos un poco más claro lo que en verdad importa: compartir con la familia, el abrazo de un ser querido, reunirse y reír con los amigos, o hasta incluso ir a la universidad (quién lo diría). Situaciones que, para ser honesto, muchos no dimensionábamos antes. Cuan ciegos fuimos al ignorar la cantidad de tesoros que estaban presentes en lo más elemental de nuestras vidas.
Es una invitación de la vida para el cambio de rutina, un espacio para poder hacer todas las cosas que solemos esquivar con el clásico “no tengo tiempo”. Aprovechemos, conozcamos más a quienes viven con nosotros, cantemos, dibujemos, leamos, aprendamos a cocinar, recemos, hagámonos ese cambio de look que tanto pensamos, hagamos ejercicio, sentémonos a pensar, meditar y filosofar. En fin, usemos la imaginación y hagamos un buen uso de esta “pseudoprivación” de la libertad.
Se dice que la dificultad deja más enseñanzas que la bonanza, y sí, considero que debemos tratar de darle un enfoque utilitario a este obstáculo. Tal vez podamos replantear cómo venimos direccionando nuestras vidas y, por qué no, cambiar nuestra escala de prioridades. Quizá por estar tan concentrados en el futuro, hemos descuidado nuestra hora actual, y no estamos viviendo ninguna de las dos cosas.
Esta experiencia puede ser nuestro tren de aterrizaje de cara al hoy. Para darle contenido a nuestras vidas, para darle ese sentido a la existencia, que tal vez anda extraviado entre lo superfluo y banal que nos ofrece el mundo. Es un buen momento para determinar en qué vamos a gastar lo único que no podemos recuperar, el tiempo. Una ocasión para comprender la fragilidad humana, “despertarnos del delirio de omnipotencia”1 y reivindicar el cuidado mutuo.
Siempre he sostenido que ante la adversidad hay dos alternativas: echarse a perder o afrontarla con la mejor actitud. Naturalmente, trato de optar por la segunda, y este caso no es la excepción. Ojalá destinemos nuestro efímero tiempo en crear buenos recuerdos, edificar éxitos, reír hasta no poder, creer en algo, ayudar al otro, forjar amistades, buscar la felicidad; en suma: ser humanos y vivir. Ojalá que de esto no quede más que anécdotas y enseñanzas.