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EN EL HUECO

El interior del sistema penitenciario y carcelario colombiano

La historia que frecuentemente se olvida en la penumbra de nuestras prisiones

Jaime es un ingeniero que, por disparates de la vida, terminó privado de su libertad en la Cárcel Modelo de Bogotá. Foro Javeriano tuvo la oportunidad de sentarse a hablar con él sobre su experiencia por su paso en el sistema penitenciario y carcelario.  

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Fuente: Pexels

Por: Valeria Reyes Otalora

La Corte Constitucional mediante Sentencia SU-122-22 extendió la declaratoria del Estado de Cosas Inconstitucionales del sistema penitenciario y carcelario colombiano, efectuada en las sentencias T-388 de 2013 y T-762 de 2015. En dichas providencias, la Sala Plena reconoció la incapacidad del Estado colombiano de respetar la dignidad de las personas privadas de la libertad, toda vez que fue este quien, a través de su política criminal, olvido e indiferencia, permitió que los reclusos sufrieran una masiva violación a sus derechos fundamentales.  

Jaime es un ingeniero y empresario que desde muy temprano de su carrera decidió dedicarse a la industria de la construcción y al desarrollo de proyectos inmobiliarios. Para el año 2013, gracias a su esfuerzo, sacrificio y empeño, su compañía logró posicionarse en un momento empresarial muy exitoso, al punto de estar adelantando destacados proyectos en varias ciudades del país como Tunja, Ibagué, Bogotá, Cartagena y Cúcuta. Sin embargo, la muerte sin previo aviso de uno de sus socios capitalistas le dio un giro transcendental a la historia, y consigo, trajo varios problemas para el desarrollo de los proyectos. Estos inconvenientes llevaron a que, personas con exacerbadas ambiciones, vieran en esas complicaciones una oportunidad para, por un lado, quedarse con uno de los proyectos más importantes, y por el otro, articular todo un proceso judicial que en ningún evento debió tramitarse por la vía penal, pues en síntesis era un mero inconveniente de dinero. 

Adentrándonos en los vericuetos del proceso penal, Jaime nos confiesa que desde su experiencia no sintió que hubiese una sola garantía. Relata que su caso fue organizado por un Magistrado quien, además de instalar todo el aparato judicial, escogió al delegado de la Fiscalía General de la Nación que llevaría todo el trámite procesal. Resalta que el curso del procedimiento penal estuvo colmado de mentiras y falsas promesas por parte del Fiscal. Fue acusado por los delitos de estafa agravada en masa, concierto para delinquir, falsedad en documento privado y fraude procesal. Finalmente, nos cuenta que el proceso en primera instancia terminó con sentencia de carácter condenatorio, producto de la aceptación de cargos que fueron el resultado de una serie de amenazas contra su vida y la de su familia.    

El 09 de octubre del año 2015, Jaime ingresó a la cárcel la Modelo de Bogotá y, desde el minuto cero, supo que aquella noche era el comienzo de una etapa particularmente diferente a todo lo que él conocía como una vida normal. El lugar que recibe por primera vez a los nuevos integrantes se denomina “primarias”, allí se hace toda la parafernalia propia de un centro penitenciario. A saber: se reseñan las personas, se toman las respectivas fotografías y se asignan los patios. A Jaime le asignaron el patio 2B y dos guardias lo acompañaron hasta una puerta de rejas que daba paso a una escalera que tenía un único camino: subir. Una vez empieza el ascenso aparecen dos personajes, Bruno (El Pluma) y Ángelo (La Segunda), que, para efectos del centro de reclusión son quienes ponen orden al margen de la autoridad, de forma tal que sus requerimientos deben acatarse y cumplirse a cabalidad.  

A pocos minutos de la particular bienvenida, Jaime se enfrenta a otro de los muchos “secretos a voces” de las cárceles de este país, y es que absolutamente todo tiene un precio; desde la tranquilidad, la celda, la comida, la colchoneta y cualquier otra cosa que se pueda llegar a necesitar. En este sentido, todo aquel que no cuente con los recursos económicos para financiar, aunque sea lo mínimo, tendrá que sobrevivir en las condiciones más degradantes que uno se pueda imaginar. 

Respecto a las dinámicas dentro de la cárcel, Jaime relata que la vida intramural inicia alrededor las 5:30 AM, hora en la que todos los privados de la libertad se dirigen a los baños para realizar su rutina de aseo personal. No obstante, la posibilidad de realmente poder acceder al servicio de aseo es bastante limitada, debido a que el patio cuenta con apenas tres duchas, tres sanitarios y un lavamanos para 265 personas. Luego de eso, aproximadamente a las 7:00 AM, se comienza a escuchar una algarabía donde lo único que se entiende es “el wippi, el wippi”, lo cual hace referencia a la comida, que para esas horas de la mañana corresponde a una proteína, una harina, una fruta y una bebida caliente; que para ser honestos nadie logra determinar que es, solo se sabe que está caliente.  

Posteriormente, a las 11:00 AM llega lo que sería el almuerzo, donde se desata otro problema silencioso y devastador: la comida que ingresa a los patios está completamente descompuesta, incluso es muy común ver como la carne que le ofrecen a las personas está llena de gusanos, lo cual, además de propagar un sinfín de enfermedades al interior del centro penitenciario, hace que muchos de los privados de su libertad pasen meses sin comer algo medianamente decente. 

Ante la compleja situación que se vivía todos los días, Jaime empezó a buscar distintas formas de ocupar su tiempo, de modo tal que su estadía allá fuese lo más amena posible. La primera medida que implementó fue comenzar a despertarse a las 4:00 AM, con el fin de poder utilizar los baños con más tranquilidad y sin afanes. Asimismo, nos cuenta que encontró en los libros una gran pasión por la lectura, y orientado por la vocación de servicio a la comunidad, decidió a título gratuito ayudar a sus compañeros de patio a ejercer sus derechos de petición, así como a leer e interpretar las providencias que los juzgados les enviaban. 

Ahora bien, el punto de inflexión de toda esta historia ocurre en marzo del año 2016, fecha en la cual Jaime tiene la oportunidad de participar en un retiro espiritual denominado “El Camino de Emaús”, un espacio de reflexión que le dejo principalmente dos enseñanzas, que a propósito guiaron todo su paso por el sistema penitenciario. Como primer punto, entendió que la cárcel iba a ser su casa por un largo tiempo, y por tanto la forma en la que él viviera en su hogar dependía exclusivamente de él, de manera que optó por vivir lo mejor en la medida de lo posible. En segundo lugar, tomó la determinación de implementar un test muy riguroso, que debía responder a la pregunta de “¿esto que me están ofreciendo, me acerca o me aleja de mi libertad?”, de forma tal que, si la respuesta a la pregunta resultaba ser que dicha conducta lo acercaba a su libertad, lo haría, de lo contrario el comportamiento sería descartado inmediatamente. 

Así las cosas, Jaime empezó a redimir su condena. Se desempeñó como profesor de alfabetización y de inglés, luego se convirtió en monitor del curso de microempresa. Estando ahí, al líder espiritual del patio le dieron la libertad, por lo cual, le encargó a Jaime ser el nuevo líder que se encargaba de dirigir la oración de la mañana. Al poco tiempo, el Padre Edgar le propuso trabajar con él y se convirtió en Sacristán de la Capilla de la Cárcel Modelo de Bogotá, labor que desempeñó durante 3 años, dentro de los cuales tuvo la oportunidad de leerse un poco más de 150 libros, y pudo dirigir el proceso de remodelación de la capilla, del cual con orgullo puede afirmar que es el mejor lugar que tiene la cárcel. 

Cabe destacar que, en virtud de su gran labor, recibió un “premio” y fue el traslado del patio 2B al patio 3, donde las condiciones de vida mejoraron considerablemente, toda vez que pudo tener su propia celda con baño privado, lo cual hizo que para él fuese el mismísimo hotel Hilton. 

Finalmente, el 20 de diciembre 2019 le conceden la prisión domiciliaria. Paradójicamente, tan solo 4 meses después de que el estuviera privado de su libertad en su casa, el mundo entero también entro en “prisión domiciliaria” a raíz de la pandemia de la COVID – 19. Esta situación le permitió crear su propio podcast titulado “Cuatro paredes y una ventana” donde a través de 36 capítulos, le hace saber a la gente que esa restricción a la circulación que está viviendo el mundo realmente no es nada comparado a lo que se vive en una cárcel colombiana. 

Para concluir la conversación, le preguntamos a Jaime por una reflexión para todos los lectores del presente artículo. Expresó la importancia de estar preparados, pues nadie está inmune de llegar a la cárcel en algún momento de su vida. No precisamente por ser un delincuente o una mala persona, sino por las distintas circunstancias de la vida o incluso por un error judicial. Destaca que no hay que tener mirada de soslayo, pues nadie está exento de ser privado de su libertad y desafortunadamente el sistema penal está corrompido. Cierra su valiosa reflexión, señalando que, desde su perspectiva y visión del mundo, lo mejor que uno puede tener en la cárcel es a Dios en el corazón, pues es él quien tiene la llave de la libertad.   

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