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ESPECIAL

PALACIO DE JUSTICIA:

30 AÑOS DESPUÉS

El 6 y 7 de noviembre de 1985 marcaron la historia de nuestro país de las últimas décadas. El acto perpetrado por el grupo guerrillero M-19, dejó 98 muertos, múltiples desaparecidos y todavía da de que hablar. FORO JAVERIANO ha decidido conmemorar el trigésimo aniversario de ese suceso relatando tres testimonios de funcionarios de la rama judicial de la época. Cada uno nos compartió su historia del día del asalto. 

Por: Daniel Londoño de Vivero y Santiago Osorio Salazar

El Fiscal que logró esconderse durante la toma

Euclides Londoño Cardona 
Ex-Fiscal Cuarto Delegado ante el Consejo de Estado

“Todo era caos total, todos disparaban hacía todos los lados; los miembros del GOES nos salvaron”

Euclides Londoño, quien dedicó su vida entera a la rama judicial, era Fiscal ante el Consejo de Estado cuando ocurrió la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19. Recuerda cómo de manera espectacular logró ocultarse de los guerrilleros y salir con vida. Después de tener la oportunidad de conversar con él, plasmamos su historia.

“La jurisdicción ya estaba amenazada”, recuerda Euclides Londoño, quién afirmó que un ataque guerrillero al palacio de justicia era inminente y estaba anunciado. La llegada de coronas fúnebres y de sufragios a magistrados, así como la reducción en la seguridad del palacio advertían un mal devenir.  El trágico miércoles 5 de noviembre de 1985 había llegado. Minutos antes de las 11:00 am Londoño salió al banco que quedaba en frente al edificio, muy cerca de donde era la entrada al parqueadero, la misma por la que ingresarían minutos después la mayoría de guerrilleros. Cambió un cheque, se emboló los zapatos y volvió a ingresar a su despacho en el palacio. 

 

Recuerda el gran tamaño de su despacho –más de lo normal- por la gran cantidad de expedientes que albergaba y que debía estudiar. Una vez adentro miró la hora; faltaban veinte minutos para las once. Estaba conversando con el secretario sobre los temas de los expedientes. De pronto empezó el palacio a temblar y se sentían los estruendos más espantosos; los vidrios, que eran enormes, empezaron a quebrarse. 

En adelante todo sucedió muy rápido. Los guerrilleros ingresaron por el parqueadero, subieron al primer piso y empezaron a ocupar todo el edifico, gritando “¡Viva el M-19, Viva Vera Grave!”

 

Cuando él y sus colaboradores que se encontraban en el despacho sintieron que los miembros del M-19 iban subiendo, disparándole a lo que se moviera, su guardaespaldas les ordenó que entraran y se quedaran en la oficina, y que él los contendría; Londoño y los dos secretarios que allí se encontraban se metieron en la oficina continua al despacho donde se albergaban expedientes y material de papelería, donde lograron esconderse, cerrando la pequeña puerta con seguro. Fue en ese instante cuando Londoño y quienes lo acompañaban usaron los expedientes y los canapés del despacho para armar una barricada. La estrategia era clara: quedarse absolutamente quietos y callados en su sitio de escondite. 

 

Advierte cómo, cuando la guerrilla entró a su despacho, debió pensar que la puerta que se encontraba cerrada, y que daba al lugar donde se encontraba Londoño, era un depósito de papelería y expedientes, razón por la cual ni golpearon a la puerta. Una vez registradas las oficinas del segundo piso los guerrilleros continuaron al tercero y cuarto piso, en su búsqueda de los magistrados de la Corte.

 

Londoño no recuerda cuando, ni de qué manera se inició el incendio dentro del palacio, pero de un momento a otro sintió como todo empezó a oler a quemado y a colmarse de humo. Sin dudarlo ni un segundo, decidió sacar un radio pequeño que tenía, lo prendió y empezó a oír los reportajes de quienes desde afuera veían cómo el Palacio de Justicia, en pleno centro de Bogotá empezaba a incendiarse. En la transmisión pudo oír la recomendación de Yamid Amat para quienes se encontraban dentro de la edificación, esta no era otra que sacaran un pañuelo húmedo para no ahogarse, y agacharse en la mayor medida posible para poder respirar.

 

A eso de la una de la tarde se oyó otro gran estruendo, era el ejército efectuando su entrada al edificio con un tanque cascabel. Pronto uno de los tanques que se encontraba en la Plaza de Bolívar disparó; disparo que impactó una de las paredes interiores del edificio, ayudando a que el humo saliera. 

 

Justo antes de que cortaran las comunicaciones pudo comunicarse con uno de sus hijos, a quien le dijo que era una situación sumamente difícil, y que no fueran al centro pasara lo que pasara. Además, le dijo que no creía que fuera a salir con vida. 

 

A eso de las cinco de la tarde, unas personas armadas llegaron a la puerta del despacho donde se encontraba, y empezaron a golpearla para tumbarla. Para evitar que fueran a disparar, el ex-fiscal se acercó a la puerta gateando y la abrió. Apenas lo hizo sintió cómo una ametralladora fue puesta en su frente. Los armados le preguntaron quién era él, a lo que respondió que era empleado del Consejo de Estado, omitiendo decir que era fiscal, pues pensaba que eran guerrilleros del M-19.  Decidió entonces preguntarles quiénes eran, a lo que respondieron que eran miembros del GOES (Grupos Operativos Especiales de Seguridad). Inmediatamente le preguntaron por la señora Clara de Castro (Fiscal Quinta Delegada ante el Consejo de Estado), esposa del entonces Ministro de Gobierno y por el Señor Jaime Betancur Cuartas (Consejero de Estado), hermano del entonces presidente; sin embargo ambos estaban escondidos y no pudieron encontrarlos. 

 

Desde ese momento comenzó el periplo de salida. Debían salir por la puerta por la que se encontraba el tanque cascabel, al que le avisarían para que no fueran a disparar. Con una máquina de escribir eléctrica –muy moderna para ese entonces- lograron romper un vidrio del despacho siguiente, y con ayuda de una mesa y un canapé lograron bajar al primer piso. Todo era caos, el humo no dejaba identificar quién era quién, había disparos desde y hacia todos los lados. La estrategia era dispararle a todo lo que se moviera. 

 

Una vez abajo, un abogado que allí se encontraba le regaló un chocolate enorme que compartió con todos los que se encontraban en el lugar. Acto seguido los del GOES les dieron las instrucciones para salir del recinto. Primero saldrían las mujeres, no obstante, ellas se opusieron; por lo que Londoño se ofreció a evacuar de primero, guiando a todas las mujeres, quienes se hicieron detrás de él. Una vez llegaron a la salida encontraron el tanque, donde los militares los condujeron a la Casa del Florero. 

Una vez dentro de la Casa del Florero, y con la preocupación de no poder acreditar su condición de Fiscal, los consejeros y empleados que allí se encontraban lo identificaron de manera inmediata. En aproximadamente media hora los militares le tomaron la declaración y lo dejaron salir. Sin embargo la historia no termina aquí. Cuando salió acompañado por un soldado y estaban por la calle 12 les dispararon desde una azotea. El soldado lo empujó y empezó a disparar; se trataba de francotiradores en las terrazas. Así, fue gracias a ese soldado que, por segunda vez durante el mismo día se había salvado de morir. 

 

Luego de tan tremenda, angustiosa y trágica experiencia, llegó a su casa sano y salvo ese mismo día, y recuerda con miedo el caos dentro de las casi ocho horas que estuvo dentro del Palacio, caos en el cual hubiera podido perder su vida.

El Magistrado que no estuvo en el Palacio de Justicia

José Alejandro Bonivento Fernández: Ex-Magistrado

“La justicia resurgió de las cenizas del Palacio de Justicia”.

 

José Alejandro Bonivento Fernández era Magistrado de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia cuando ocurrió la toma del Palacio de Justicia; sin embargo por cosas de la vida y del destino no estuvo allí el miércoles 6 de noviembre de 1985. Después de hablar con él, y oír todo lo que vivió y sintió, aquí se plasma brevemente lo que vivió y padeció.

 

Corría el mes de agosto de 1985, al Magistrado Bonivento Fernández le fue ordenado un examen de vía digestiva. Como tenía mucho trabajo en la Corte, decidió aplazarlo indefinidamente. El 5 de noviembre, su esposa, Ligia Jiménez, encontró la orden del examen de vías digestivas, y, sin consultarle, pidió la cita, la cual fue asignada para el día siguiente, miércoles 6 de noviembre, a las 7:00 am. El Magistrado exteriorizó disgusto porque eso representaba permanecer buena parte de la mañana  del miércoles 6 fuera del Despacho.

 

Pero acudió al centro médico de manera muy puntual. Desde la tarde anterior había decidido empacar en su maletín un expediente para iniciar su respectivo estudio, en  caso de que el examen ordenado se demorara, con la reflexión, que de ocurrir esto último, podía regresar a su apartamento, que quedaba más cerca que del sitio de trabajo, a comenzar el estudio del expediente; en caso contrario, se trasladaría al Palacio de Justicia a continuar con su labor regular de estudio de los procesos de su Despacho. 

 

Por cosas del destino y designio de vida, no fue atendido en la hora de la cita, debiendo esperar hasta las ocho y media de la mañana para pasar a consulta. Incluso le causó disgusto y reproche con quienes lo atendieron en el centro médico. Lo que no sabía es que este hecho lo salvaría de estar en el Palacio de Justicia en el momento en que ocurre, lo que él denomina, el acto de barbarie en Colombia en el siglo XX. 

 

Una vez finalizado el examen, logró salir de la clínica, a eso de las diez de la mañana, y considerando que era preferible trabajar el resto de la mañana en su apartamento, tomó la decisión de regresar a él, y volver a la una y media de la tarde al Palacio de Justicia para asistir a la sala civil que estaba programada, como todos los miércoles, a las dos y media de la tarde.

 

Ya en su apartamento, comenzó a estudiar el expediente en un lugar de la biblioteca, cuando de repente entró su esposa, contándole, que acababa de oír por la radio que el M-19 se había tomado el Palacio de Justicia. Impactado por la noticia y de manera inmediata se acercó al radio y confirmó la trágica noticia. En ese momento comenzó a tener la sensación más fuerte de impotencia y de angustia por la situación de quienes se encontraban en el Palacio de Justicia, sabiendo que sus colegas y amigos permanecían en la incertidumbre y en un escenario de inusitada violencia.

 

Aunque no le gusta hablar del tema del holocausto del Palacio de Justicia, aceptó referirse a los antecedentes de la toma y retoma del Palacio, que sintetiza: primero, en las Salas Plenas de la Corte, del mes de octubre, había mencionado, el doctor Alfonso Reyes Echandía, la existencia de un plan para tomarse el Palacio por parte de un grupo guerrillero M19; y se creía que sería para la fecha en que el Presidente de Francia (François Mitterrand) visitara Colombia en la tercera semana de octubre; segundo, después de la visita del Presidente francés, hubo cierta sensación de tranquilidad dentro de la Corte; tercero, los magistrados de la Sala Constitucional estaban amenazados por los llamados extraditables, pues ellos serían los encargados de definir la suerte del tratado de extradición, ponencia que se trataría en la Sala de ese miércoles 6 de noviembre, y esa era otra amenaza; cuarto, el día de la toma, la seguridad del Palacio de Justicia había disminuido considerablemente, habiéndose dejado la seguridad a cargo del cuerpo privado de vigilancia.

 

Sin embargo, y pese a la existencia de esos claros antecedentes, la toma se realizó de manera violenta y con técnica terrorista e injustificable de los miembros del M-19. Sentimientos de impotencia y dolor  corrían por las venas de quienes, como testigos mudos, veían todos los acontecimientos y la magnitud de la tragedia desde un televisor en su casa o escuchaban por la radio hasta cuando fue permitido transmitir los trágicos sucesos. Era increíble reparar la desproporción en el empleo de armas por parte de la fuerza pública y una profunda tristeza, sin comparación alguna, ver las imágenes de cómo el Palacio ardía en llamas. 

 

Considera que pudieron haberse tomado decisiones distintas al sólo empleo de la fuerza para salvaguardar a quienes se encontraban en el Palacio de Justicia, siendo rehenes del M-19. En cuanto a este punto, cabe anotar, que al día siguiente de la toma (es decir el jueves 7 de noviembre), él y los demás magistrados sobrevivientes que permanecían en Bogotá y a petición de ellos, lograron acudir al despacho del Presidente Betancur, quien con su esposa los atendió. El único propósito era solicitarle al Presidente que se protegiera y defendiera la vida e integridad de todos sus compañeros y colegas que se encontraban dentro del Palacio, a lo que el Presidente  manifestó que la situación estaba controlada y que ya el Director de la Cruz Roja había concertado una cita para ir al Palacio de Justicia a concretar el tema de la vida de los rehenes. Después de este encuentro los magistrados salieron con una luz de esperanza y la idea de que todo iba por buen camino; desgraciadamente dos horas después todas las ilusiones de volver a ver a sus compañeros y colegas se desvanecieron, pues, en verdad, la noche anterior se había apagado cualquier luz de esperanza que volviera a brillar dentro del Palacio que por cierto ardía, tristemente, en llamas.

 

Para Bonivento Fernández, éste ha sido el momento más difícil de su vida. Y aún más, recuerda los días posteriores a la tragedia en los que magistrados sobrevivientes asumieron el compromiso de reconstruir la Corte, y mantener de los escombros dejados por la barbarie la justicia en todo el país. Los magistrados que quedaron (murieron 12 de 24)  tuvieron que buscar un lugar dónde y cómo trabajar. Debió el Presidente de la República expedir un decreto de emergencia, autorizando a los magistrados, que lograron sobrevivir al Holocausto, reconstruir los expedientes y nombrar a nuevos magistrados.  Reactivar la Corte fue algo sumamente complicado, pues no siempre se contó con la aceptación de los que iban siendo designados de magistrados. Para Bonivento Fernádez el país no sabe el inmenso esfuerzo y entrega de los magistrados sobrevivientes para superar el impacto de esa tragedia anunciada.

Esta es la historia de cómo José Alejandro Bonivento Fernández se salvó, de manera increíble, de haber estado dentro del Palacio de Justicia durante la toma por parte del M-19.

El último Magistrado que salió con vida del Palacio

Samuel Buitrago Hurtado: Ex-Consejero de Estado

“Uno se va acordando de la cosas, unas las olvida, otras las debe olvidar”.

 

El Dr. Samuel Buitrago Hurtado fue Consejero de Estado de 1977 a 1990, siendo presidente del Alto Tribunal en 1986. Fue de las últimas personas que salieron con vida del Palacio de Justicia tras estar veintisiete horas aproximadamente dentro de la edificación. Foro Javeriano habló con él, esta es su historia.

 

Eran alrededor de las 11:15 de la mañana del miércoles 6 de noviembre de 1985. Como cualquier otro día el Consejero Buitrago se encontraba en su despacho dentro del Palacio de Justicia, ubicado en el tercer piso con vista a la carrera séptima. En el despacho estaban su secretaria y uno de sus magistrados auxiliares. De la nada irrumpieron en su oficina tres guerrilleros del M-19. Al ver esto, el Consejero preguntó qué ocurría y la guerrillera del grupo acercándose a él le pegó con el fusil que llevaba, dejándolo inconsciente y tirado en el piso por algunos momentos. El día y la hora habían llegado; Finalmente, y después de tres intentos de toma, esta guerrilla se había tomado la sede de la Justicia colombiana en pleno centro de Bogotá.

 

Una vez despertó del tremendo golpe, vio con sus propios ojos y fue testigo de cómo los guerrilleros del M-19 prendían fuego a los expedientes, los cuales se encontraban en los archivos ubicados en la oficina que hace parte del sector denominado por los magistrados el sendero de los pasos perdidos, ubicado en la calle 12 con carrera séptima, sitio que no era más que un espacio en el primer piso, entre la fachada del edificio y donde comenzaban los despachos. Pero esto no era todo, al mirar hacia arriba, el techo también empezaba a incendiarse, razón por la cual era necesario que salieran, él, su secretaria y su magistrado auxiliar del despacho. 

 

Una vez tomada esta decisión, para suerte de ellos, los tanques cascabel del ejército ya estaban dentro del Palacio y fue gracias a un disparo de estos que la puerta de vidrio de la oficina, que los guerrilleros habían cerrado con seguro se desplomó y les facilitó la salida. Corriendo entre llamas cuatro guerrilleros los detuvieron y los condujeron hasta el baño ubicado entre el segundo y tercer piso, lugar donde había bastantes personas. En este lugar se encontraba Andrés Almarales, comandante del M-19. Desde allí era él quien daba las ordenes para las operaciones que se llevaban a cabo en el lado noroccidental del Palacio. 

 

La angustia y la desesperación reinaban en el baño, pues el oxígeno se estaba acabando. Almarales dio la orden de abrir todos los grifos del agua para airear el recinto, sin embargo esto lo único que generó fue que el baño se inundara, convirtiéndose en un escenario de agua-sangre, donde los rehenes intentaban resguardarse. Los estruendos de las bombas y de los disparos eran terribles, toda la noche fue así. A eso de la media noche, uno de los tanques impactó una de las paredes del baño, dándole aire, y extinguiendo la posibilidad de morir ahogados.

 

De esta manera arrancó la operación rastrillo por parte del ejército. Muchos de los episodios ocurridos en el baño los recuerda como si hubieran ocurrido recientemente: Conversar con Andrés Almarales de la toma, estar con Carlos Horacio Urán y Manuel Gaona, las conversaciones con Nemesio Camacho, el no poder comunicarse con sus compañeros y amigos del cuarto piso, ver el cereal que tenían los guerrilleros para recobrar fuerzas, los guerrilleros heridos que llegaban al baño, así como haber visto a Vera Grave, única guerrillera que estaba de civil y quien siempre ha negado haber estado en la toma al Palacio de Justicia. De igual manera, da cuenta de que tres guerrilleras entraron al baño para quitarse el camuflado, vestirse de civil y así poder salir con vida del Palacio con las mujeres que estaban de rehenes y a las cuales se les autorizó salir del baño.

 

Uno de los momentos que con más dolor recuerda, es cuando en medio del fuego cruzado vio con sus propios ojos, cómo, a causa de impactos de bala cayeron Manuel Gaona Cruz,  Carlos Horacio Urán y Luz Stella Bernal. Horas después, Almarales dio la orden de que los que aún estaban con vida dentro del baño se pararan y gritaran al ejército que eran rehenes y que cesaran las hostilidades, sin embargo esto no ocurrió. 

El Ejercito finalmente domina la situación y al verse derrotado, Andrés Almarales toma la decisión de liberar a los rehenes. Con el Consejero Buitrago salieron del baño Nemesio Camacho Rodriguez,  Humberto Murcia Ballen  y Hernando Tapias Rocha. Pensaron que era una estrategia para que los guerrilleros del M-19 les dispararan por detrás, sin embargo esto no ocurrió. 

 

Fueron momentos de pánico los vividos dentro del baño, pero finalmente a eso de las dos y media de la tarde logró salir con vida del Palacio, acompañado de su magistrado auxiliar, quien con su secretaria fueron leales en todo momento a su jefe. 

De su testimonio concluye, entre otras cosas, i) Algunos de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia tenían ubicadas sus oficinas en el cuarto piso, lo cual no facilitó su salida por el incendio, contando con tan mala suerte de morir incinerados, ii) Belisario Betancur, Presidente de la República, actuó como debía, cumpliendo sus deberes constitucionales y legales, iii) El ejército hizo lo que tenía que hacer, iv) Él se salvó de morir ahogado e incinerado gracias a los huecos que los tanques del ejército hizo, v) La mayoría de muertos fallecieron a causa del enorme incendio que se inició en el sótano donde se encontraban los expedientes, vi) En la Casa del Florero lo único que le hicieron fue identificarlo y registrar sus huellas, para pasarlo inmediatamente a una ambulancia y llevarlo al Hospital Militar, donde pudo reencontrarse con su esposa y con su hijo y vii) En ningún momento fue mal tratado por miembros de las fuerzas militares.

 

Hoy, recuerda con temor y tristeza este evento que lo marcó de por vida, dejándolo además con EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), pero agradece a Dios haberlo protegido durante la toma y el haber salido con vida de la peor tragedia que ha sufrido el poder judicial colombiano

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