ESPECIAL
2019-III
El don de servir
NARRAR PARA VIVIR
En Colombia, 982 líderes han sido amenazados en el último año, y la Defensoría del Pueblo ha informado que desde enero de 2016 al 30 de mayo de este año, han sido asesinados 482 líderes y lideresas.
Fuente: Archivo personal
Por: Paula Andrea Tavera
El fruto del árbol de la vida de Colombia se extingue por la violencia.
“Va a estar duro (…) esa gente son unas bestias” decía el taxista que me llevaba rumbo a la Universidad, acelerando sin medida entre la calle 60 y 53, esquivando hasta a los peatones que se atravesaban por la carrera séptima, luchando contra el tiempo. El agite de los veinte minutos de recorrido fueron bien recibidos, al escuchar a Carlos Negret, defensor del pueblo, en entrevista con Caracol Radio esa misma tarde del viernes 26 de julio. A pocas horas de la gran marcha nacional por los líderes sociales, extendió la invitación a realizar la movilización sin tinte político; el efecto de ello fue la concientización sobre la violación a la dignidad humana.
El frío de las 5:15 pm ese viernes acompañado de una lluvia que rociaba a la capital colombiana, no desvió la emoción y las frases cortas que recordaba de la entrevista de Negret. Los gritos y arengas, “Aleta, aleta, el que camina, la lucha por la vida en América Latina”de mis compañeros de la Universidad Javeriana y el resto del país fueron muestra de que somos la fuente que permite que el fruto germine. Estar en medio de la multitud, sentir la fuerza de las palabras, el poder de esperanza y el respeto por la vida de los líderes asesinados, junto con los pasos de millones de colombianos que exigimos el derecho a la vida, fue el inicio de la siembra de un nuevo futuro y la prueba de todo un país disponerse a sembrarlo.
La movilización ciudadana desde el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación hasta la Plaza de Bolívar, generó el intercambio de saberes y sentires que se materializaron hacia el buen vivir de los ciudadanos golpeados por la violencia. A lo largo del recorrido, un señor mayor y su sobrina que llevaban consigo dos imágenes de medio pliego con el rostro de dos víctimas, la cual una de ellas era María del Pilar Hurtado, lideresa de la región de Córdoba, asesinada enfrente de su hijo de nueve años, el pasado 21 de junio del 2019. En el trayecto hablamos del impacto social y mediático que la marcha tendría al final de la noche y más adelante me preguntó por la identidad de los líderes plasmados en ambas imágenes, le respondí por Hurtado pero el otro sujeto fue desconocido. El señor con encanto me respondió “no sé quién es el de la imagen que llevo colgada en mi cuello, pero me llena de gratitud que, desde arriba, está feliz de que marche por él”.
Los líderes sociales son la voz de las comunidades, a través del diálogo promueven el desarrollo, son relevantes para acciones sociales y defienden los derechos humanos; viven y operan en toda la geografía, son activistas en las zonas más vulnerables. Los frutos de sus gestiones marcan significativamente el rumbo de una nación que ha estado sellada en el terrorismo y que muchos han intentado desmembrar, pero ser guías morales o grandes pilotos, no los hace cumplir con la democracia que, desde la marcha, todos demostramos al exigir la obligación del Gobierno de respetar las opiniones de sus electores. Las largas jornadas para que no se pierdan más vidas, hacen un llamado a parar la barbarie, así como las que hicieron los estudiantes y como la que hubo contra el secuestro. La estrategia del Gobierno no puede ser que los tengan como chivos expiatorios mientras se extienden en evaluar lo difícil que es protegerlos y manteniendo lento el proceso para combatir la violencia desde la comodidad de su despacho. Un árbol cojo pero que camina.
La marcha fue la entrada a las venas de un Estado que corre el riesgo de la naturalización de la violencia. Este fenómeno del crimen es una conducta patológica nacional; se ha llegado a un punto de inflexión que no se soporta y entretanto se busca desmantelar el crimen organizado detrás de los asesinatos y que se deje de estigmatizar a lo líderes sociales y en general al movimiento social colombiano.
El derecho es como la esperanza, aquella que enlaza a la nación, creando el constitucionalismo que se ha venido viviendo porque ha marcado el ritmo de una nueva sociedad. Se hizo visible la conexión entre grupos sociales y la Constitución, a través de acciones sociales y exigencia de derechos, tal cual se evidenció en la marcha nacional, y la conexión simbólica, gracias a líderes que responden a las demandas sociales de los ciudadanos. El pacto entre iguales en los ámbitos social y político, expresan que tanto los líderes, el pueblo colombiano y el Gobierno están regidos por un mismo conjunto de normas que entre frases recalcan la importancia del libre desarrollo del individuo. La corteza de este árbol es la Constitución y viene alimentada por todo líder y/o lideresa o cualquier ciudadano que reconozca el poder de la ley de leyes porque brinda seguridad desde ser estudiante participante de la marcha nacional, ser oficial del Ejército o habitante de la calle. Se construye una sociedad más ordenada para llegar a ser el escudo de toda una nación.
Colombia exclama por reconocimiento y mecanismos que se apoyen en la autorregulación, libertad, seguridad y orden, los cuales son pilares de la Constitución que regula a todo un país. No sería claro continuar descabezando cada norma por simple rebeldía o miedo del Estado; por ello, se rechaza en absoluto la militarización.
No obstante, no faltaron aquellos que en medio del agite y el ruido propio del centro de Bogotá, crearon un espacio de expresión política, acentuando en la polarización que actualmente atraviesa Colombia. Por ello, Negret enfatizó por Caracol Radioque el objetivo era una marcha apolítica, la cual se apoyó a la no violación de la dignidad humana. Así pues, la movilización de estudiantes fue totalmente pacífica y resaltó el rechazo absoluto a las manos de hierro de un gobierno arrogante que no es capaz de abstenerse de saciar de forma inmediata su incansable deseo por la vida humana para elogiar el poder que no alcanza a obtener por sus propios medios legales.
Haber participado en la marcha nacional y sentir realmente la indignación y la capacidad de resistencia de un país entero, me dio pie a cuestionarme sobre la efectividad de mi voto a la presidencia y mi confianza en las instituciones que dicen cumplir con la seguridad, la transparencia y el buen vivir de los ciudadanos. La lucha por los derechos por parte de personas marginadas y excluidas es el tronco del árbol de la vida de Colombia; las manos de hierro deben ser del pueblo, los líderes y lideresas, las familias, la iglesia, los estudiantes y demás grupos que hacen parte de las ramas del país.
He llegado a un punto donde me atrevo a cuestionar; Presidente Duque y gabinete, ¿en qué punto está la acción y organización de un gobierno posterior al Acuerdo de Paz?; ¿hasta qué punto los colombianos debemos refugiarnos en la máscara laica de la preocupación?; ¿en qué punto dan certeza sus propuestas de seguridad nacional y modernización de las fuerzas de control en los territorios? Soy estudiante, y estoy convencida de la capacidad de diálogo constructivo en una sociedad como la nuestra, a la que le falta aprender a escuchar para transmitir de manera civilizada sus conflictos. Puede ser una aspiración idealista, pero por algo se empieza.
¿Cómo leer una identidad nacional plural? Desde la Asamblea Estudiantil de la Pontificia Universidad Javeriana, se estudian temas de coyuntura política sin una posición en específico, los estudiantes evalúan los factores de adentro y fuera, así como la valoración de la libertad y autonomía que se encuentra en el centro. Los miembros de la asamblea extienden una invitación asistir y formar grupos estudiantiles ligados al estudio de las problemáticas desde una posición de dignidad e integridad, pues la violencia no es sinónimo de agresión por la raza, la nacionalidad o la condición social en que viva el ciudadano.
El árbol de la vida de Colombia muere desde su centro por la no acción inmediata del gobierno, y los frutos obtenidos por el diálogo, la gestión y el estudio, son pocos los que se salvan de no ser envenenados. Colombianos y colombianas, no hay que esperar cuatro años para ver cambios que pueden ser mínimos, hay que tomar postura frente a lo que nos construye como país. La marcha nacional fue de todos y para todos, es imposible desviar las miradas sin aceptar la realidad de los líderes y lideresas víctimas del engaño político y el uso de la violencia como herramienta de miedo e intimidación. Fueron asesinados, torturados y demás, solo por cultivar, nutrir y germinar frutos en un árbol un poco solitario y cojo pero resistente.