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EN EL HUECO

“Hasta que no hayas amado a un animal, parte de tu alma estará dormida”

A MI COMPAÑERO DE VIDA

La partida de un perro es uno de los golpes más fuertes que se pueden recibir, pues parece que nada tiene sentido, sin embargo, no es el final. Quedan los buenos recuerdos y, sobre todo, la felicidad y satisfacción de haber podido compartir la vida con él. 

Fuente: Pexels

Por: Juan Pablo Prieto

Cuatro patas, pelo suave y un gran corazón, la fórmula predilecta. Sin lugar a dudas, los perros son un invaluable regalo que nos dio la existencia, a decir verdad, un tesoro. Su interminable ternura y cariño van más allá de cualquier intento de razonamiento humano, están en un nivel superior. Son seres que vinieron a iluminar este mundo tan lleno de desgracia, a llenar almas, literalmente a dejar huella.

 

El destino, la creación o como lo quieran llamar, determinó la existencia de estas criaturas, no por azar, sino con una misión específica. Si lo piensan bien, los perros son un vivo ejemplo de lo que deberíamos aspirar ser, pues encarnan una lista interminable de cualidades: son leales, desinteresados, cariñosos, sencillos, nobles y poseen un gran sentido de la amistad, entre tantas. Este sería un mejor mundo si fuéramos más como ellos.

Un perro no se deja llevar por los intereses banales y superficiales que agobian a una persona del común. No le importa la marca del juguete que le compras, ni si su comida proviene de un restaurante bien `rankeado`, bastará con una rama y un bocado de tu plato. Tampoco le interesa qué tantos títulos universitarios tengas, ni el retorno de tus inversiones, con que lo saques a dar una vuelta será más que suficiente. 

El perro es noble y nunca te va a defraudar, está dispuesto a darlo todo sin ahorrarse ni un solo segundo de afecto; dale un poco de tu vida y él te dará la suya por completo. Siempre a tu lado, incansable, mirándote fijamente con asombro y admiración, batiendo la cola, haciéndote sentir la persona más importante del mundo, pues eres su héroe, su todo. Por esto y por un millón de razones más, son dignos portadores del título de mejor amigo del hombre. 

Vivir el ciclo de la vida de un perro es una de las mejores experiencias por las que se podría pasar, definitivamente lo recomiendo. Todo empieza con el pequeño e inquieto cachorro que se apodera de lo que es su nuevo hogar. Es allí donde empieza ese pacto inquebrantable, de lealtad y cariño recíproco. Más adelante, las cosas se tranquilizan y la criatura termina siendo parte de la familia, cumpliendo el rol de hijo, hermano y en algunos casos, de padre.

 

Se convierte en parte de tu rutina, a tal punto que das por sentado que siempre estará ahí, no obstante, en un abrir y cerrar de ojos ya han pasado los años, y empiezas a notar cómo las cosas cambian. La energía no es la misma, el apetito varía y las vueltas en el parque no duran tanto. Su vista, oído y olfato se pierden lentamente, es entonces cuando caes en cuenta que su vida empieza a apagarse. 

Los últimos momentos no son nada sencillos, pues el tiempo no viene solo, el desgaste se siente y las enfermedades tocan la puerta. Los sustos no son pocos, ahora todo se centra en que él esté bien, y en que no le falte nada. En este punto, tratas de devolverle aunque sea un poco de todo el cariño y tiempo que él te dio a lo largo de su vida. Te armas de valor y das todo de ti, sin escatimar ningún esfuerzo. 

Estando cerca del momento, valoras cada minuto junto a él, como si fuera el último, y cumples ese pacto sagrado, acompañándolo hasta el final de sus días. Nunca vas a saber cuál fue la ultima vuelta al parque, ni cuál fue su último plato de comida, ni su última noche junto a ti. Algunos tienen la fortuna de no tener que tomar la decisión, mientras que otros deben hacerlo, evitando prolongar el mal rato. 

Cuando menos lo esperas, es una realidad, él ya no está. Afrontar esta pérdida es duro, se siente un gran vacío en el hogar, su ausencia pesa, y lo extrañas cada día que pasa. A pesar de la nostalgia y de la tristeza, llega cierta paz, pues ya está descansando y eres consciente de que ambos lo entregaron absolutamente todo. Quedan innumerables recuerdos repletos de alegría y momentos para la eternidad.

De todas formas, no es el final. Algún día, en una mejor vida, irás a un lugar donde se van a reencontrar. Él, correrá hacia ti, batiendo su cola y tú, lo abrazarás como si fuera la primera vez.  

*Este escrito es un pequeño homenaje a Bruno, quien después de casi 13 años, dejó este mundo. Bruno: gracias por todos estos años de amor, compañía e incondicionalidad. Donde quiera que te encuentres, sé que estás en paz, contento, y sí, con tu lengua afuera. Te extrañamos. 

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