ESPECIAL
2020-I
“Las mujeres no parimos hijos para la guerra”
CONSTRUYENDO REDES DE EQUIDAD
Colombia desea despertar del estancamiento a causa de la corrupción y la violencia. Las mujeres hacen un llamado de raíz a fortalecer los vínculos de protección de vida y legitimidad de derechos. Buscan enlazar las peticiones de las movilizaciones, en el sentimiento de los latidos de la vida y no las ruinas de la guerra.
Fuente: Archivo personal
Por: Paula Andrea Tavera
Madres Diversas y Gestoras de Paz es el movimiento de madres cabeza de familia que ha reunido testimonios y sus más íntimos motivos en un solo actuar; marchar por los derechos de sus hijos. Se unen en una sola voz y ritmo al momento de enfrentarse a las heridas de un país que vive la violencia desde el inicio de su historia. Elizabeth Cabrera, Olga Pera, Julieth Maestre, Mariela Chaparro y Ana Beatriz Acevedo narran, desde su experiencia, la lucha por la garantía de derechos y cómo, desde diferentes enfoques, se teje una misma red social, con base en participación activa, sensibilidad y bienestar.
Mariela Chaparro es de Bogotá, víctima del conflicto armado, a raíz de la muerte de su esposo. Desde entonces, no se ha desligado de la dinámica en la exigencia de los derechos. Dirige una fundación llamada “El arte sin vivir con miedo”, con el fin de visibilizar la injusticia frente a la razón de la institución en garantizar los derechos. A partir de ello, busca enseñar a quienes la apoyan el cómo los derechos garantizados se pueden ejercer con más satisfacción para un mejor desarrollo de los deberes y solucionar el problema económico de las familias. Ella al igual que muchas otras madres enfatiza que caminar transforma porque sella al igual que el arte, las heridas de todo un pueblo.
La líder social y activista, Ana Acevedo, parte de su gusto por la gente para la reivindicación de derechos. Fue la primera presidenta de la junta de accionistas comunal de menores de edad en Quibdó y sufrió desplazamiento forzado en Chocó y Nariño. Desde su llegada a la capital, evidenció que ya no es un punto de encuentro porque envuelve al foráneo en dinámicas del consumo de drogas, la falta de libertad y calidad de vida, la producción y un fuerte racismo; busca generar consciencia desde lo pluriétnico y cultural. Actualmente, dirige la Asociación de Mujeres Afro y Desplazados Edificando Redes de Equidad (ASOMADERES), organización que hace incidencia en participación política para llegar a los escenarios de toma de decisiones.
La enfermera jefe, magister en salud pública y desarrollo social, Elizabeth Cabrera, destaca su labor desde el género y cómo, desde la diversidad, hay violencia generada por los mismos hombres, así no sean parte de grupos al margen de la ley. Los mismos ciudadanos fomentan olas de violencia contra niños y mujeres debido a la carencia del sentido de la convivencia. En este punto, se parte de un problema cultural, el cual se deja permear hasta alcanzar debilidad en los sistemas de salud, seguridad y educación.
Julieth Maestre, tecnóloga en sistemas de Valledupar, fue desplazada por los grupos armados de la región y hoy en día, dirige la mesa de víctimas de la localidad de Teusaquillo en Bogotá. La punta de lanza es la integridad del trabajo social en La Guajira con las comunidades indígenas Wayuu y en Valledupar, a través de huertas urbanas y talleres sobre el maltrato de la mujer, en especial el acoso sexual a los adolescentes; estas actividades son respaldadas por el SENA, dándole legitimidad al proyecto.
La chocoana, Olga Perea ríe al decir que hace de todo un poco. Es licenciada en la primera infancia, partera de tradición y madre cabeza de familia de cinco hijos tras el abandono de su esposo. Inició cuidando niños afro de las madres del grupo étnico que trabajaban en casa de familia y luego se centró en los jóvenes tras observar la manera en que las ciudades consumen por completo la integridad. Por ello, enfatiza que la mujer se destaca por su necesidad de proteger la vida, siendo esta un cordón de vida. Retomó sus labores de partera, lo cual es tradición desde sus ancestros y en gran medida le permite tejer nuevamente esos lazos de identidad y vida. Explica que la mujer es el centro de todo porque es portadora de vida y es la única que entiende por completo las necesidades de sus hijos y de la sociedad desde la protección, el acto de parirlo y el deseo profundo de amarlo.
Abordan desde la necesidad del acompañamiento y ponderan que los jóvenes impulsan las movilizaciones desde el conocimiento e invitan a un despertar frente a un país estancado. Ellas son portadoras y permiten enlazar las peticiones de los estudiantes en el sentido de volver a sentir los latidos de la vida y no las ruinas de una guerra.