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PERFIL

Homenaje a una gran familia de juristas

Los Bonivento, todo un linaje de Abogados

La familia Bonivento hace parte de la historia del derecho y la justicia en Colombia. Esta es la historia de tres vidas, tres miembros de una misma familia, dedicadas al servicio de la justicia, al derecho y la docencia.  

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Pie de foto: Los Bonivento, una familia de juristas, reconocidos por su entrega y amor hacia su profesióny la cátedra, le revelaron a Foro Javeriano aspectos de sus vidas, que hasta ahora nos eran desconocidos.

Por: Ana María Herrera y Daniel Londoño

José Alejandro Bonivento Fernández 

Nacido en Santa Marta en 1936, José Alejandro Bonivento Fernández, dedicó su niñez a jugar fútbol con la pelota de trapo en las calles despavimentadas de su adorada ciudad, donde, afirma, adquirió su gusto por el deporte en general, pero, en especial, por el fútbol y el béisbol. Se graduó del Liceo Celedón, famoso por el vallenato del Maestro Escalona. A sus diecisiete años de edad se vio obligado a prestar el servicio militar, viniéndose a vivir a Bogotá. Contó con la gran suerte de que quienes prestaran el servicio militar no tenían que presentar exámenes para ingresar a ninguna Universidad, en cambio, ingresaban automáticamente a la que libremente escogieran. Su decisión fue estudiar derecho en la Nacional.   

Comenzó así, sus estudios en derecho. Recuerda con gran emoción tres momentos que lo marcaron en su vida como estudiante. El primero ocurrió en 1957, cuando el grupo estudiantil al que pertenecía intentó demostrar el descontento y los desacuerdos con las políticas del General Rojas Pinilla. En segundo lugar, la experiencia de haber rescatado de su cierre inminente a la Universidad de Cartagena. Y tercero, su nombramiento como secretario de su facultad, que le permitió ser testigo de un amotinamiento contra el entonces presidente Alberto Lleras Camargo. 

En 1959 nace su primer hijo, José Armando, quien sin duda alguna heredó, al igual que sus otros dos hermanos, Alejandro y Javier, el amor por el deporte, especialmente por el fútbol. Alejandro se dedicó a la Medicina y José Armando y Javier al derecho, con la única diferencia, que, como bien expresa Bonivento Fernández, “rompieron el molde original,” pues ambos decidieron estudiar derecho en la Javeriana.  

En 1964 es nombrado profesor titular de su facultad, labor que ejerció hasta el año pasado. Estuvo un tiempo como decano encargado, para después dedicarse a escribir grandes obras del Derecho Civil colombiano, como, por ejemplo, “Los Principales Contratos Civiles y su Paralelo con los Comerciales”. Años más adelante, gracias a su pasión por el fútbol fue nombrado gerente general de la Dimayor (1978 a 1980). Coincidía la gerencia de la Dimayor con la gerencia del Minuto de Dios. Para esta misma época tuvo, junto con varios profesores de la Nacional, un problema con el Decano, por el cual se vio obligado a retirarse por un tiempo, contando con la suerte de ser llamado a dar clase en la Universidad Santo Tomás, oportunidad que le abrió las puertas a ser decano de esa facultad de derecho años más tarde en dos ocasiones. Es después de su paso por la Santo Tomás que es invitado a ser Consejero de Estado, donde ejerció tan sólo durante dos años, ya que en 1984 fue invitado a ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Entra con gran emoción a la Corte, emoción que se ve entristecida por los sucesos ocurridos el 6 y 7 de noviembre de 1985. Afirma sin vacilación alguna, que ha sido la experiencia más triste y dura que ha vivido. La razón de haberse salvado se la debe a su esposa y a un examen médico que tuvo que realizarse aquel día. Lo demoraron en el examen médico, por lo cual decidió devolverse a la casa en vez de ir a la Corte.  Al llegar, prendió el radio y fue en ese instante cuando oyó la trágica noticia, donde se afirmaba que el M-19 se había tomado la Sede de la Justicia colombiana.  

La gente no sabe la magnitud del problema, y lo que tuvimos que hacer para salvar la justicia, porque a la justicia le cortaron la cabeza (...) la justicia en verdad surgió de las cenizas del Palacio de Justicia.” Después de los terribles acontecimientos, fue él quien debió encargarse de rearmar la Corte. Se convirtió en el presidente de la Corporación, siendo su labor fundamental la de devolver la credibilidad a la justicia. Seis años después de haber ingresado como magistrado, decide retirarse, pero sólo dos años después, es invitado a ser magistrado del Consejo Superior de la Judicatura.  

De su paso por la Corte recuerda el famosísimo club de dominó, en el cual junto con el Dr. Pepe Gnecco, un primo de García Márquez, y un Médico, se reunían casi todos los sábados. Entre otros de sus gustos y pasiones, fuera del fútbol y el dominó,  se encuentran el amor por el vallenato y su gran orgullo por las playas de su Santa Marta del alma.  

Hoy continúa laborando en su oficina privada con toda su familia, en la que se incluyen su nieta María Paula, recién graduada de la Javeriana como abogada, y su nuera, Claudia Martínez, también abogada Javeriana. Dice que actualmente vive una vida sabática, y recuerda con gran amor sus años de docencia, pero expresa que en la vida hay épocas para todo, y que dejó la docencia no porque se cansara, sino porque hay que darle la oportunidad a nuevos docentes y a las nuevas generaciones. Con su gran carácter, y su magnífica y honorable presencia, el Dr. José Alejandro Bonivento, en relación con su actual día a día afirma: “Se trabaja pero yo no soy el jefe, se puede hacer hasta sala plena aquí en la oficina, aunque el rótulo de papá nadie me lo quita. Todos estamos en las mismas condiciones; trabajamos para cumplir con el servicio profesional.” 

José Armando Bonivento Jiménez 

Heredó de su padre el amor por el fútbol, el vallenato y el derecho. Nos contó, que desde el colegio jugaba con sus amigos “banquitas” en los recreos. Básicamente, era más fútbol que estudio. Sin embargo, valga recalcar su modestia, era uno de los mejores estudiantes de su curso. Decide estudiar Derecho por vocación, confiesa haber tenido un gran sentimiento inclinado a la justicia y al respeto y, claro está, cierta influencia de su padre.  

Aun así, no quería tener mucha relación con el gran reconocimiento de parte de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional a su progenitor, razón por la cual, decide estudiar en la Javeriana. Se graduó en 1982 e inmediatamente, en el 83, el Padre Giraldo lo invitó a ser profesor, convirtiéndose en el profesor titular de la clase de Romano de los “primíparos”. Su primera promoción de alumnos, coincidencialmente, fue la de su hermano Javier, por lo que representó un gran significado para él. Acepta fue un gran reto, que le exigía mayor responsabilidad, buscando evitar cualquier tipo de favoritismo, labor que fue superada por el excelente rendimiento que tuvo su hermano.  

Dio clases ininterrumpidamente hasta la promoción de su hija María Paula, que fue a la última que le dictó una clase completa, valga aclarar, que con los mismos parámetros de igualdad y no favoritismo que tuvo con su hermano.  

Con su gran sencillez, se refirió a la fama de “cuchilla” que tiene entre los estudiantes: “Yo trato de exigir en la medida en la que yo trato de darles. (…) Soy muy justo, con lo subjetivo que es.” Actualmente se dedica de lleno a los temas de su oficina, dedicándose a su gran pasión: el derecho privado. Nos confesó que su aspiración para los años venideros es  actualizar su libro Contratos mercantiles de intermediación (que tuvo origen en su tesis) y empezar a escribir otro libro: su propio libro de obligaciones. 

Javier José Bonivento Jiménez 

Al igual que su padre y hermano es futbolista, vallenatero y fiel hincha del Unión Magdalena (clara herencia paterna). Creció en un ambiente de barrio, recalcando que su vida ha sido consecuencia de los pasos anteriores de su papá y de su hermano. Decidió estudiar Derecho por la gran influencia familiar; por lo que veía y oía la mayoría del tiempo, nunca contempló una opción distinta. Decide estudiar derecho en la Javeriana.   

Durante su entrevista de admisión, la cual fue hecha por el Padre Giraldo, recuerda muy bien lo que el padre le dijo: “Aunque las comparaciones son odiosas,  ahí está su papá y está su hermano”, lo que lo marcó para el resto de su carrera, llevándolo a exigirse cada vez  más. Inicia primer semestre viendo la clase de Romano dictada por su propio hermano. Cuenta la gran experiencia de haber sido alumno de su hermano mayor, a quien respeta y admira, y confiesa que no fue tan incómodo como uno se pudiera imaginar.  

Le expresó a FORO JAVERIANO, que el momento más impactante y preocupante para él fue cuando se enteró de la toma al Palacio de Justicia, la cual ocurrió cuando él tenía 18 años. Creyendo que su padre estaba dentro del Palacio, decidió llamar de inmediato a su casa, encontrándose con la tranquilizante sorpresa de oír la voz de su padre, quien fue quien contestó el teléfono.  

Conoció a su esposa, Claudia Martínez, en la universidad. Fueron novios durante toda la carrera (ambos son abogados). En 1991 se casaron, y ella, tras dedicarse al sector financiero, ahora trabaja con su familia política en la misma oficina: “Todo queda entre familia.” Su hijo mayor, Juan Felipe, ha cambiado de nuevo el molde original, como diría Bonivento papá, puesto que acaba de entrar a estudiar derecho en los Andes.  

Su gusto por la docencia, dice, es pura vocación, gusto y herencia, creyendo siempre que las cargas de la docencia se equilibran con la satisfacción y la gratificación que se obtiene al ejercerla. 

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