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ESPECIAL

Opino libremente cuando debo o quiero hacerlo

NO SOY URIBISTA NI OPOSITORA

En esta edición, Foro Javeriano entrevista en exclusiva a Lina Moreno de Uribe. 

Por:  Santiago García

Foro Javeriano: ¿Quién es Lina Moreno?

 

Lina Moreno de Uribe: Una mujer nacida en provincia y que espera regresar a ella; madre y esposa; que atesora con gratitud sus recuerdos; leal en la amistad; que disfruta de un buen libro, de la música; jardinera del alma y ama de casa; que tiene sueños y anhelos aún no realizados; que guarda dolores pero no rencores… en fin, un ser humano que, como tantos, atraviesa por la vida en lucha y compañía con el destino que le ha sido trazado. 

 

F.J.: Qué piensa de la siguiente frase: Quien de joven no es comunista, es que no tiene corazón. Quien de viejo es comunista es que ya no tiene cabeza.

 

L.M.: Creo que sería hora de cambiar esta frase por otra que definiera mejor lo que puede ser la juventud y la edad adulta. Algo como: quien de joven no se permite el asombro no tiene corazón. Quien de viejo no admite el cambio no tiene cabeza. Quiero decir: en la frase que usted me cita debe entenderse “comunismo” no como un sistema político sino como un estado de ánimo propio de dos edades de la vida caracterizadas, la primera –esto es la juventud–, como rebeldía irracional y, la segunda –la vejez–, como resignación racional. Resulta así que el corazón es al movimiento lo que la cabeza es al reposo. Rara relación, que quizá no consulte ni a la cabeza ni al corazón. Para mí la vida es movimiento permanente y en éste el corazón y la cabeza comparten por igual sus modificaciones.

 

F.J.: ¿Qué trasnocha a Lina Moreno?

 

L.M.: La arbitrariedad de la malquerencia.

 

F.J.: ¿Qué recuerda de su vida universitaria?

 

L.M: La liberalidad de la amistad; la dedicación con la que incursionaba en el conocimiento de una teoría filosófica; el placer y la fe en la vida que produce la comprensión. 

 

F.J.: ¿Le ha llamado la atención la cátedra universitaria?

 

L.M.: De tarde en tarde me he imaginado como sería dictando un curso, pero en realidad nunca lo he hecho. Entre los recuerdos gratos que guardo, están los de aquellos profesores que supieron transmitirme su pasión y una actitud generosa ante la vida. 

 

F.J.: Si pudiera volver a su época universitaria, ¿Qué sería lo que más le gustaría volver a vivir?

 

L.M.: La alegría y la confianza que deparan las buenas amistades, y el asombro que produce un nuevo saber.

 

F.J.: Usted afirma que no le gusta el título de primera Dama de la Nación, ¿le gustaría el de Primera Mandataria de la Nación?

 

L.M.: No.

 

F.J.: ¿Qué sería lo que más destacaría usted, del trabajo que ha venido realizando en estos últimos años? 

 

L.M.: Como saben, en Colombia, la esposa del primer mandatario no es un servidor público y el despacho de la “primera dama” no existe como tal. Sin embargo, eso no implica que no cumpla con todas aquellas actividades que normalmente me corresponde en mi calidad de cónyuge del Presidente de la República, como son las de colaborar en el desempeño de tareas protocolarias, o tener iniciativa en materia de asistencia social, en labores de beneficencia pública, o en actividades análogas. En estos seis años he acompañado el desarrollo de programas sociales en diversos temas como prevención de embarazos a temprana edad; el mejoramiento de las habilidades comunicativas – comprensión lectora de niños y niñas de 4 y 5 grados; la posibilidad de acceso a una educación de calidad mediante el mejoramiento de la infraestructura educativa; la promoción de los deberes y derechos de la infancia; el apoyo a personas en situación de discapacidad; y el acompañamiento a la gestión social que desarrollan los cónyuges de los mandatarios locales.

 

 

F.J.: Si pudiera darle un sólo consejo a su esposo, ¿qué le diría?

 

L.M.: No sé, quizás no se trata de dar consejos sino de expresar puntos de vista… y la vida es tan variada que dependería de lo que en circunstancias determinadas sea necesario expresar.

 

F.J.: ¿Qué ha sido diferente en su vida familiar en este segundo mandato en comparación con los primeros cuatro años de gobierno?

 

L.M.: Desde el momento en que Álvaro fue elegido como presidente de Colombia, la vida familiar debió adaptarse a las nuevas condiciones exigidas por su elección. Adaptación que las condiciones del día a día modifica y recompone. 

 

F.J.: Hace cuatro años, cuando se discutía sobre la reelección, usted afirmó que fue un tema que nunca habló con el Presidente Uribe, hoy a un año de elecciones usted habla del tema con su esposo.

 

L.M.: No siendo aún posible constitucionalmente la reelección, sólo hemos abordado el asunto superficialmente. 

 

F.J.: ¿Usted qué piensa de los jóvenes universitarios que desconocen el respeto y son incapaces de debatir con ideas y argumentos? 

 

L.M.: No sólo de los jóvenes universitarios sino de todos aquéllos incapaces de respetar y argumentar, creo que son seres que echaron por la borda dos elementos esenciales en la vida individual y colectiva: la libertad y la cortesía.

 

F.J.: ¿Cree usted que Colombia ha mejorado gracias a la seguridad democrática?

 

L.M.: Una pregunta como ésta debe responderse, no desde la opinión, sino desde los hechos: hay que analizar la situación del país, en materia de seguridad, antes del año 2002 y compararla con lo que ha sucedido durante estos 7 años de aplicación de la llamada “seguridad democrática”. ¿Cuáles han sido los logros y las falencias en la lucha contra las organizaciones armadas? ¿Y cuáles los logros y falencias en la lucha contra la delincuencia común? Las respuestas que se den a estas preguntas “estadísticas” deben ir acompañadas de otras dos para mí esenciales e íntimamente relacionadas: ¿cómo ha cambiado la percepción de los colombianos sobre la violencia en nuestro país? ¿Qué condiciones generadoras de violencia hemos logrado transformar? 

 

F.J.: ¿Para usted cual es el principal problema de Colombia?

 

L.M.: No hay uno sino muchos problemas en el país. Reducirlos es ignorar tanto nuestra historia como nuestra cultura.  

 

F.J.: Desde su perspectiva y sus estudios, ¿Dónde cree que radica la violencia en Colombia?

 

L.M.: Muchos y de índole diferente son los factores causantes de un fenómeno tan complejo como la violencia en nuestro país, y mal haría yo en reducir esta complejidad. Los colombianos estamos en mora de convocar en torno a ella los saberes históricos, sociológicos, antropológicos, políticos que, con generosidad y visión de futuro, sean capaces de construir un marco de referencia que se transforme en una campaña nacional de alfabetización en contra de la violencia. No desconozco que el estado tiene frente a esta problemática una enorme labor por cumplir, pero creo también que mientras no seamos capaces de hacer una autocrítica valiente de nuestra cultura, seguiremos recreando las formas que han hecho posible doscientos años de violencia y crueldad.

 

F.J.: ¿Le gusta a usted la política?

 

L.M.: Me gusta como ejercicio reflexivo sobre las normas y acuerdos que rigen la vida organizada de una comunidad.

 

F.J.: ¿Qué es lo que más le molesta de la política? 

 

L.M.: De la política en el sentido de la pregunta anterior nada; del ejercicio político, la politiquería, que defino como la incapacidad de comprender la vida en comunidad como un movimiento dialéctico en el que el respeto es sinónimo de tolerancia y la diferencia sinónimo de futuro.

 

F.J.: ¿Cómo ve a la juventud en todos los temas que tienen que ver con el país? 

 

L.M.: Como decían las abuelas: de todo hay en la viña del señor. La juventud es un concepto vacío cuando se trata de hablar de la actitud de la gente joven y, con respecto a ésta, creo que hay de todo: los jóvenes que tienen la opción de la educación académica y la utilizan para forjarse un futuro; los que sometidos al caudal de placeres que brinda la época actual parece que se ahogarán en ellos; los que luchan a brazo partido para mejorar la situación familiar en la que han crecido; los que por las más diversas razones, como en la historia de García Márquez, llevan la cruz de ceniza en su frente… todos ellos, lo sepan o no, están respondiendo a su manera a los problemas por los que atraviesa el país.

 

F.J.: ¿Cómo es una discusión en temas políticos entre usted y el Presidente Uribe? 

 

L.M.: Políticos o no políticos, Álvaro y yo conversamos –creo que resulta menor esta palabra– sobre muchos temas. Coincidimos unas veces y otras no –en esto somos iguales a todos los seres humanos–. Cuando sucede lo primero, la conversación fluye tranquilamente; cuando lo segundo, es más lenta, las dificultades quedan como perspectivas y los desacuerdos como modos diferentes de habitar el mundo.

 

F.J.: ¿Qué opina sobre la penalización de las drogas?

 

L.M.: Creo que debe mirarse al menos desde dos perspectivas. La primera tiene que ver con el crimen y la descomposición social que acompañan su producción, comercialización y consumo; crimen y descomposición que toda sociedad tiene que combatir expidiendo para ello leyes y medidas coercitivas. La segunda perspectiva es la de la salud pública, que debe ser objeto de políticas claras de prevención y control por parte del estado. 

 

F.J.: ¿Qué impresión se llevó de la visita en el Vaticano? 

 

L.M.: Un museo imponente.

 

F.J.: ¿Se ve otro tiempo mercando para la Casa de Nariño?

 

L.M.: En realidad, no soy yo quien merca para la Casa de Nariño. Lo hago, y con mucho placer, para mi casa en Medellín y es una de las actividades que he extrañado durante este tiempo. 

 

F.J.: ¿Cómo ha cambiado su vida en la Casa de Nariño?

 

L.M.: Muchas cosas han cambiado en mi vida: mi tiempo se regula por compromisos propios del lugar que ocupo provisionalmente; mi vida y la de mi familia son de “interés público”; habito una casa prestada; recibo, multiplicados, el afecto de muchos colombianos y colombianas y también la malquerencia y habladurías de algunos y algunas. 

 

F.J.: ¿Se siente Uribista?, o como dice el propio Presidente Uribe ¿está en la disidencia o en la oposición?

 

L.M.: No me siento ni Uribista ni opositora y esto por una sola razón: creo que el país no pasa por esta alternativa. 

 

F.J.: ¿Cuándo usted se casó con Álvaro Uribe, alguna vez imaginó que él llegaría a la Presidencia?

 

L.M.: Cuando me casé con Álvaro sabía que me unía a un hombre que tenía la actividad política como una opción para su vida. Los logros que alcanzaría y los puestos que ocuparía en esta actividad –como sucede con todo lo que pertenece al futuro– no podía preverlos. 

 

F.J.: ¿Cómo es un día normal en su vida?

 

L.M.: Me levanto muy temprano en la mañana, me baño, me visto, desayuno, bajo a la oficina, atiendo los asuntos y los compromisos programados para la mañana, almuerzo, vuelvo a la oficina y sigo con mis deberes, como algo ligero al finalizar la tarde y me acuesto a dormir. Intercaladas con esta rutina me suceden, como a todos los seres humanos, cosas normales: momentos de diálogo con los miembros de mi familia, encuentros con Uribe, visitas o llamadas inesperadas que traen alegrías o tristezas, acontecimientos imprevistos que modifican los planes previamente trazados, malestares físicos o anímicos que aplazan decisiones…

 

F.J.: Se dice que detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer. ¿Cómo ha sido su papel en las decisiones que toma Álvaro Uribe como Presidente? 

 

L.M.: No sé muy bien cómo contestar esta pregunta, pues soy de las que cree que es imposible saber cuánto influyen las personas en las decisiones ajenas. Opino libremente cuando debo o quiero hacerlo, y Álvaro me escucha con respeto. Creo que lo mismo hace con las numerosas personas que lo acompañan en su labor gubernativa, y que sus decisiones serán el resultado de esta multiplicidad de puntos de vista.

 

F.J.: ¿Qué libro y qué película le recomienda a Foro Javeriano?

 

L.M.: Muchos son los libros y las películas que han llenado de placer mis horas y me han prodigado su belleza. Pero si debo recomendar alguno y alguna, elijo –con la subjetividad propia de esta elección– a Don Quijote de la Mancha y al Séptimo Sello de Bergman.

 

F.J.: ¿Qué mensaje le envía a la comunidad universitaria de la Universidad Javeriana?

 

L.M.: Que luchen por conservar el placer del aprendizaje y la libertad de los afectos, y que no olviden que siempre serán un eslabón de la cadena de alegrías y sufrimientos de sus semejantes.

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