DE LAS DIRECTORAS
El anacronismo y sexismo detrás de la figura de Primera Dama
LA ÚLTIMA DAMA
Ninguna mujer debe verse obligada a renunciar a su vida profesional por el hecho de ser la compañera de vida de una persona.
Fuente: https://ichef.bbci.co.uk/news/640/cpsprodpb/1519/ production/_114110450_micro01.jpg
Por: Adriana Torres
Databa el año 27 antes de Cristo, cuando la figura de Primera Dama fue utilizada por primera vez en Roma para identificar a Livia Drusila, la esposa del aquel entonces emperador Augusto. El concepto fue adoptado para el resto de sus sucesoras, pero su denominación como la conocemos hoy en día, se le atribuye a la periodista neoyorquina Mary Clemmer Amnnes quien utilizaba la expresión “The First Lady of the Land” al referirse a Lucy Webb Hayes por ser la esposa de Rutherford B. Hayes. El concepto fue luego recortado a First Lady porque el término “of the Land” parecía un poco arcaico – como si el solo término Primera Dama no fuera ya lo suficientemente retrógrado.
En el caso colombiano, el título de Primera Dama fue usado por primera vez en 1934 para identificar a María Michelsen Lombana por ser la esposa del expresidente Alfonso López Pumarejo. De ahí en adelante el título fue usado para todas las mujeres casadas con el presidente de turno.
En términos generales y de acuerdo con el concepto fijado por el Departamento Administrativo de la Función Pública el 3 de enero del 2020 mediante el cual se esclareció la naturaleza y actividades de la figura de Primera Dama; se establece que la Primera Dama tiene como función colaborar a su cónyuge en el desempeño de tareas protocolarias, tener iniciativas en materia de asistencia social, labores de beneficencia pública o actividades análogas. Es importante hacer la salvedad de que la Primera Dama como gestora social no desempeña un cargo público ni tiene calidad de servidora pública.
Esta figura tan absurda por supuesto no es remunerada y a la Primera Dama colombiana se le prohíbe desarrollar otros empleos distintos a realizar trabajos sociales. Pero aún me queda el sinsabor de qué pasará cuando llegue la primera presidenta a nuestro país. ¿Su esposo estará dispuesto a dejar de lado su carrera profesional y laboral para pasar a ser el llavero de la figura pública presidencial? Seguramente no, entonces dejemos de exigirle eso a las mujeres.
Hay que dejar de definir a las mujeres por el rol que juegan en la vida de un hombre. No hay que olvidar que María Juliana Ruiz es abogada javeriana, María Clemencia Rodríguez diseñadora gráfica, Lina Moreno es filósofa, Nohra Puyana periodista, Jacquin Strouss economista e historiadora, Ana Milena Muñoz economista y arquitecta, Carolina Isakson graduada de la Universidad de Stanford donde cursó Estudios Latinoamericanos, Rosa Helena Álvarez presidió la Comisión Coordinadora del Año Internacional de la Familia, Nydia Quintero líder cívica y expresidenta de la Fundación Solidaridad Por Colombia y Cecilia de la Fuente cofundadora del ICBF; fue la principal promotora de la Ley 75 de 1968 la cual abolió la diferenciación entre hijos naturales e ilegítimos y crea el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Todas las anteriores, entre otras admirables mujeres que tristemente han pasado a la historia únicamente por el papel que jugaban en la vida de sus esposos y en ocasiones de sus padres e hijos. Un claro ejemplo de esto es María Cristiana Arango, la cual reconocen por ser “la única mujer colombiana hija de candidato presidencial, esposa de presidente y madre de presidente” dejando en segundo plano lo culta y preparada que fue; amante de la historia y dominaba con absoluta fluidez cuatro idiomas.
Hemos tenido fantásticas mujeres y profesionales que se han visto obligadas a esconder su éxito personal y laboral detrás de la figura sexista de Primera Dama. Actualmente María Juliana Ruiz, una excelente abogada javeriana con maestría en leyes con Énfasis en Negocios Internacionales, dejó de lado su puesto como parte de la gerencia de la Clínica Shaio en Bogotá - donde prestaba asesoría jurídica, para pasar a ser criticada por aspectos tan intrascendentes como el tipo de chaqueta que usa. Hay que entender lo perjudicial que es esta figura para las mujeres que se ven obligadas a asumirla.
Más allá de un problema legal esto es también un problema cultural. Es la forma como nos referimos a las mujeres, hay que dejar de identificarlas de acuerdo con el papel que tienen en la vida de un hombre. El rol de Primera Dama fue innecesario en el año 27 antes de Cristo, y hoy en día lo sigue siendo. Dejemos de esperar a que esta figura sea ocupada por un hombre para empezar a cuestionarla y deconstruirla.
Prescindamos ya del sexismo detrás de una figura tan absurda como la de Primera Dama.