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PERFIL

Un apasionado por el
Derecho Civil

En esta ocasión, Foro Javeriano tuvo la oportunidad de entrevistar a uno de los profesores más admirados de la Facultad por sus infinitos conocimientos sobre el Derecho Civil y su constante sencillez.  

Juan Pablo Cárdenas.JPG

Por: Ana María Herrera A.

Perfiles, casi siempre, está dedicado a un abogado javeriano que nos inspire respeto por él y por la carrera y curiosidad sobre su vida. En esta ocasión hicimos una excepción con el diploma de la Pontificia para entrevistar a un profesor que, quienes hemos pasado por sus clases, podemos decir que es excelente, que está enamorado del Derecho, que se sabe todos los Códigos y jurisprudencia nacionales e internacionales. Hablamos, claramente, de Juan Pablo Cárdenas, profesor de Contratos I en la Universidad, que nos contó un poco sobre su vida para conocer lo que hay detrás de una memoria prodigiosa y una modestia infinita.  

 

Nacido en Medellín pero muy bogotano, pues desde pequeño vivió en la capital por el trabajo de su papá, quien también era abogado y tenía su oficina; estudió el colegio en Bogotá y después entró al Colegio de Nuestra Señora del Rosario. Allí, recuerda bien, se hacían muchas “primiparadas” como cuando un estudiante, haciéndose pasar por profesor, llegó a clase y ordenó leer para el día siguiente La Odisea y la Ilíada, u otro que llegó a clase y pidió comprar el Código Civil ilustrado, bromas en las que cayó por ser el primer día. Igualmente, a una compañera que en primer año de Derecho le preguntaba al profesor sobre la “Teoría de la radioactividad de la ley”. 

 

Para él, la Javeriana y el Rosario son universidades que comparten muchas cosas, no solo algunos profesores sino también su visión del Derecho Privado, ambas de corte francés y chileno. Igualmente, cree que los estudiantes son muy parecidos, que la diferencia no es tan grande por ser Universidades con bases religiosas. En el Rosario fue Colegial, cosa que para él fue un gran honor pues resalta las cualidades y calidades personales y académicas de los alumnos, y además les da una participación activa en la vida política de la Facultad, porque entre los colegiales escogen al rector de la Universidad, lo cual resulta una responsabilidad muy grande. 

 

Su inclinación por el Derecho Civil ha estado presente desde que estudiaba en la Universidad, pero no siempre lo ha ejercido. Terminando su carrera trabajó un tiempo en el Rosario, en parte porque se demoró terminando la tesis, pero cuando se graduó se fue a hacer su especialización en Derecho Civil a París II en 1983, en donde pudo conocer a grandes figuras del Derecho como Bruno Oppetit, un “sabio loco como Einstein, raro”, y Michel Pédamon, experto en Derecho de la competencia que no existía en Colombia. Su experiencia en París, cuenta, fue muy buena aunque podía percibir cierta diferenciación que había frente a los extranjeros latinos, no solo por parte de los estudiantes, sino también por parte de los profesores. Esto cambió cuando Christian Larroumet, un importante profesor de Derecho Civil, entró a la facultad. 

 

Llegó de Francia y trabajó dos años en el Rosario, pero después le ofrecieron un trabajo en la Comisión Nacional de Valores donde estuvo hasta el año 1991. Se trataban temas de Derecho Bursátil, Societario, Comercial. De ahí, entró a trabajar a la Presidencia de la República, “en el Derecho Constitucional puro, Público, Administrativo”, como asesor y secretario jurídico. Llegó allá por un amigo suyo a quien invitó el Presidente Gaviria para trabajar juntos, quien a su vez, invitó al doctor Cárdenas. Nos cuenta que el trabajo era muy interesante, pues tenían la labor de desarrollar la nueva Constitución recién expedida, y debían dar ciertas pautas sobre su interpretación. Sin embargo, ocurrió un fenómeno muy interesante, pues a pesar de que las normas cambiaban de una Carta Política a otra, la cultura jurídica que había entre la gente se mantenía igual, por lo que la tendencia de las Cortes al interpretar las nuevas normas era hacerlo basadas en el régimen anterior. Esto llevó a que, aunque muchas disposiciones hubieran podido haber tomado un rumbo distinto, por la cultura jurídica ya existente se mantuvieron bajo los mismos preceptos anteriores, “se construyó una Constitución con la caja de herramientas de la del ’86”. Cuando se acabó el gobierno del Presidente Gaviria fue que volvió al Derecho Civil, en 1994. 

 

Su papá le decía que un abogado no lo era por completo si no era litigante y, por ello, cuando salió de la Presidencia decidió crear una firma con algunos compañeros, Fernán Bejarano (profesor de Hacienda Pública) y Camilo Opsina (ex Ministro y Embajador), quienes salieron de ésta por trabajar en temas financieros y en la Presidencia, respectivamente, por lo que el doctor Cárdenas quedó solo. Cree firmemente que el abogado debe tener más contacto con el mundo, por lo que debería siempre terminar en el litigio y la asesoría para conocer más de cerca la realidad jurídica.  

 

Nos cuenta, sorprendentemente, que durante un tiempo pensó en estudiar Física. Era algo que le gustaba mucho en el colegio, y alguien le ayudó a conseguir una beca en Brasil para hacer su carrera como físico. Sin embargo, para él el Derecho siempre fue una vocación y olvidó su inclinación por las ciencias exactas rápidamente para entrar al Rosario y formarse como abogado. Dice que en esa época los profesores eran muy atemorizantes, que algunos de sus compañeros debían tomarse unas copas antes de entrar a los exámenes para perder el miedo pues el profesor disfrutaba asustándolos. Nos habló de su profesor favorito de la universidad, que nunca dio clases en la Javeriana y para él es una lástima, pues es un hombre y maestro extraordinario de Obligaciones y Bienes, Mario Gamboa. Le gustaba mucho, también, Carlos Holguín pues disfrutaba mucho sus clases, se reía de sí mismo y le encantaba ver a los alumnos imitándolo; su hoja de vida, nos cuenta, decía simplemente “Carlos Holguín, especialista en Derecho Público y Derecho Privado.”, sabía todo.  

 

Su llegada al mundo del arbitraje fue muy sencilla, según él. En algún momento, la Cámara de Comercio decidió hacer una lista de los abogados especializados en Derecho Financiero y como él había trabajado en la Comisión de Valores, alguien pensó que debía estar en ella y propuso su nombre en 1997. Desde entonces está en la lista, y poco a poco lo fueron nombrando en arbitrajes públicos e internacionales y fue desarrollando ese campo profesional que, dice, es muy interesante. Es a lo que más se dedica hoy en día. Nos confiesa que no volvería al sector público pues cree que se toman muchos riesgos. En su época, los procesos contra los funcionarios públicos no eran tantos y no se veía tanta persecución, pero ahora se castigan fuertemente las actuaciones de todos, inclusive si son de buena fe. Esto hace que los buenos se queden en el sector privado pues al hacer una comparación entre el público y el privado, es más seguro no exponerse a toda la realidad actual de lo público en el país.  

 

Le encanta dictar clase pues cree que la frescura del estudiante es muy importante, el que haga preguntas que pueden parecer locas pero lo ponen a pensar. Le dedica la mayoría de su tiempo a su oficina y a la docencia, pues aunque sus clases ya se han establecido, algunos contenidos cambian y debe actualizarlos para que sean dinámicas con los cambios sociales. Viendo a los jóvenes diariamente, cree que esta nueva generación de abogados será bastante internacional, aunque siempre habrá cosas que hacer localmente, pero inclusive la Universidad da cada vez más herramientas para que así sea. “Yo pienso que ustedes no deben limitarse, pues uno tendía a pensar en mi época en el ejercicio del derecho en el país pues no creían que se pudieran volver abogados trasfronterizos, por lo que creo que el gran mensaje para un abogado de su generación es que no pueden pensar en ser abogados en una oficina local, sino grandes juristas fuera del país, cosa que ya se ve con algunos abogados javerianos. Hay que pensar en grande.” 

 

Padre de 2 mellizas de 11 años, casado con quien fue alguna vez su estudiante, como pasa muchas de las veces, nos cuenta entre risas, es un amante de su trabajo. Cree que la ética es de las partes más importantes de la vida tanto personal como profesional, que necesitamos una enseñanza más profunda de la misma en los salones para concientizarnos sobre la realidad y la manera de cambiarla para bien.  

 

Nos confesó, por último, el misterio de su iPhone en el que consigue cualquier dato jurídico tanto nacional como internacional en menos de un minuto. No es una aplicación, por si estaban pensando en descargarla, sino “aprender a usar la tecnología”, como él dice. Tiene todos los Códigos descargados y, más importante aún, todos sus apuntes de clases que ha dictado a lo largo de los años, llenos de jurisprudencia de todo el mundo, pues cree que el mirar otros sistemas enriquece mucho y ayuda a comprender la idea de justicia del hombre, que es muy similar.  

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