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PERFILES

“El precio de la grandeza es la responsabilidad” - Winston Churchill

JUAN CARLOS ESGUERRA

A propósito de los 30 años de la Constitución de 1991, Foro Javeriano tuvo la oportunidad de adentrarse en la vida de Juan Carlos Esguerra Portocarrero, constituyente y profesor de nuestra Universidad.

Fuente: Archivo personal

Por: Camila Solano e Isabela Blanco

Con la vitalidad que no tienen ni sus mismos estudiantes, normalmente se le ve en el edificio Gabriel Giraldo, vestido con un traje elegante azul oscuro y con un paraguas en la mano. Durante sus clases recorre el salón mirando fijamente a sus alumnos mientras les cuenta la historia constitucional y la pasión que esta despierta en él.  

 

Cuando era pequeño estudió en el Colegio Andino, un colegio alemán que se destaca por su exigente y estricta formación académica. Con una típica maleta cuadrada alemana de cuero caminaba todos los días a clase, pues vivía en una casa a tres cuadras de distancia.  

 

En su hogar los valores y el sentido del deber eran fundamentales. Su padre, también abogado javeriano y ex alumno del mismo colegio, siempre le insistió a él y a sus hermanos que debían pensar en los demás y estar a su servicio. Asimismo, les inculcó valores éticos muy estrictos y siempre les recalcó una frase propia de los profesores de su colegio: “primero el deber, después el placer”.  

 

En el Parque República de Chile nacieron sus amistades más íntimas, a quienes recuerda con mucho cariño. Allí aprendió a patinar, a montar en bicicleta, a jugar basquetbol y, por supuesto, a hacer carritos de balineras. Mientras jugaban, el Sargento González, policía del parque, velaba por su seguridad y, además, fomentaba la amistad y las cualidades humanas.  

 

Siempre curioso e inquieto, desarrolló un profundo amor por la historia, la geografía y la literatura, del cual su profesor de literatura y filosofía, Eduardo De Larrañaga, es responsable.  

 

Con más inquietudes que certezas y más preguntas que respuestas él siempre soñó con ser feliz. A medida que fue creciendo, empezó a proyectarse profesionalmente como arquitecto, pero pronto se dio cuenta de que esa carrera no era compatible con su personalidad, pues el dibujo no era una de sus fortalezas.  

 

Al momento de escoger qué estudiar, siempre supo que le llamaba la atención la proximidad con el ser humano y sus necesidades, la tarea de procurar sonrisas en aquellos que tienen problemas. También se vio influenciado por las profesiones que ejercían sus familiares: la medicina y el derecho. Finalmente, optó por esta última y, hoy en día, no se arrepiente de haberla escogido. Fue en el parcial de Introducción al Derecho cuando confirmó que la vida lo había guiado por el camino correcto: “fue como si se hubiera abierto ante mí un telón y viera mi futuro y mi felicidad. Eso era, sin duda, irremisiblemente lo mío”, nos contó.  

 

En principio, todo estaba dado para que se orientara por el derecho privado, como su papá, quien había sido profesor de procesal civil de la Universidad Javeriana. No obstante, él siempre quiso abrirse campo en un mundo jurídico distinto al de su padre.   

 

Empezó a trabajar en su segundo año de carrera como sustanciador y supernumerario ad honorem del Juzgado 9 Civil Municipal de Bogotá. Luego, fue patinador en la oficina de abogados del procesalista Rafael H. Gamboa. En su cuarto año, se enamoró del derecho público, especialmente del derecho administrativo y de la responsabilidad del Estado cuando trabajó en una fiscalía ante la Sección Segunda del Consejo de Estado.  

 

El hecho de irse a estudiar a Estados Unidos y, posteriormente, trabajar allá como embajador, no fue nada nuevo para él, pues el Colegio Andino le había abierto la mente al resto del mundo desde muy pequeño. “Precisamente por su condición de alemán, que pertenece a otro mundo, desde el comienzo le crea a uno expectativas, deseos de conocer el resto del mundo, lo que es distinto”, resaltó. No obstante, él se define a sí mismo como un colombiano de corazón: admira su cultura, su folclore, su música y su historia. Ama a Colombia y es un apasionado por la lengua castellana.  

 

Por todas las emociones que sintió se acuerda perfectamente de su primer día como estudiante de Derecho, como profesor, como constituyente y como estudiante de la Universidad de Cornell. Considera que las circunstancias de cada momento tienen un peso importante y por eso, una de sus frases favoritas es de José Ortega y Gasset: “yo soy yo y mis circunstancias”.  

 

“Entre ser ministro, constituyente y embajador ¿qué fue más divertido? ¿Cuál fue el cargo más retador?”, le preguntamos. “Cada uno en su estilo. Cada experiencia fue maravillosa y enriquecedora, muy satisfactoria y retadora. Pero la que me ha dejado más satisfacción y emociones es la Constituyente por lo que significó, por la forma en que se cumplió, por el resultado, por el compromiso del trabajo, porque se dio algo absolutamente maravilloso. No hay nada más grande que hacer la Constitución de Colombia”, afirmó.  

 

Es fanático de la música clásica y le gusta conocer la historia por medio de personajes que no solo se destacan como líderes, sino como grandes seres humanos. Nos habló mucho de Winston Churchill -uno de sus personajes favoritos-, Alejandro Magno y el Mariscal Erwin Rommel. Además de conocer su impacto en la sociedad, le interesa indagar sobre su individualidad y personalidad, incluyendo sus principios y valores.   

 

Conoció al amor de su vida en 1978, en la puerta del ascensor del Hotel Intercontinental de Cali. “Yo la conocí casi dos años antes de que ella me conociera a mí”, nos dijo. Julia, para aquel entonces estudiante primípara de Derecho en la Universidad Javeriana, había ido con su familia al mismo congreso de abogados en el que él se encontraba. Un día del evento, estaba esperando el ascensor del hotel para subir a su habitación y cuando sus puertas se abrieron, allí estaba ella: una mujer hermosa que transmitía un aura de encanto, así la describe él. Desde ese momento, se enamoró perdidamente de su belleza y, prontamente, de su inteligencia, cuando fue alumna suya. Él recuerda que en una de sus clases, Julia se ofreció como voluntaria para exponer el libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” de Max Weber, lo cual reafirmó lo que sentía por ella.  

 

Sabía que Julia, lamentablemente, tenía novio, un muchacho de quinto año. Pero cuando terminaron su relación y ella ya no era su estudiante, él la invitó a salir. “Ella al principio era un poco echada para atrás, fue una conquista bastante difícil de hacer. Requirió lo mejor de mis esfuerzos y encantos”, nos confesó.  

 

Como nunca dudó que se quería casar con ella, una noche en Anapoima, al lado de la piscina y mientras lo devoraban las hormigas, le juró amor eterno. Aparte de la felicidad que sintió al comprometerse con ella, también lo llenaba de alegría unirse a la familia Miranda que siempre fue muy especial con él. Desde entonces, todos los 10 de diciembre, a Julia le llega una rosa por cada año que llevan juntos, sin importar dónde se encuentre.  

 

Juntos construyeron una hermosa familia. Él siempre supo que quería ser papá porque quería formar, educar, criar, transmitir y construir. Y así fue: Juan Carlos, Cristina y Nicolás son hoy su mayor orgullo. “Él es un papá muy dedicado, a pesar de todo el tiempo que le consume ser socio de su firma, profesor de la universidad y, en su momento, ministro y embajador. Su primer trabajo es ser papá”, afirmó Nicolás. “Desde pre kínder hasta doce nos llevaba al paradero”.  

 

Cuando eran pequeños, a cada uno de sus hijos les escribió un libro que les leía todas las noches. Nicolás tenía seis años cuando su papá creó a Héctor Félix, un jugador de fútbol de Bucaramanga cuya forma de hacer amigos era jugando fútbol. Tanto Héctor Félix como Nicolás – quien recién se había mudado a Washington, sin saber mucho inglés – usaron este deporte como una forma para aproximarse a otros y conocerse en la cancha.  

 

“Hemos sido padres exigentes pero, sobre todo, generosos con el tiempo, con el conocimiento y con el diálogo”, comentó. Como familia, procuran mantenerse unidos, compartir momentos juntos y no irse cada uno por su lado. “Todas las noches comemos juntos, ha sido así desde que tengo memoria”, dijo Nicolás. Entre ellos se apoyan, se escuchan y se aconsejan al momento de tomar decisiones importantes, tanto personales como profesionales.  

 

“¿Cuál es un sueño que le falta por cumplir?”, le preguntamos curiosas. Antes de contestar, hubo una pausa, y dijo: “Terminar un libro que estoy escribiendo y tener un nieto o nieta”.  

 

Nos despedimos con las inmensas ganas de haber realizado esta entrevista presencialmente tomando café. “Esperemos que la próxima vez sea con un café”, les dijimos. “Yo lo preparo, desde molerlo en adelante”, nos contestó.  

 

Él es Juan Carlos Esguerra Portocarrero. Embajador, ministro, constituyente, decano, abogado, profesor, amigo, papá e hincha de Santa Fe: siempre un ser humano inspirador.  

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