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OPINIÓN

Una crítica a la falsa esperanza que conlleva la juventud 

Joven, ayúdeme 

Los jóvenes somos los representantes del futuro y aquellos con la obligación de salvarnos de la desgracia, pero ¿alguien sabe de qué desgracia hablamos ? o ¿si somos la verdadera generación redentora ? 

Por Nicolás Pombo Sinisterra 

En cualquier ámbito en el que podamos llegar a estar involucrados, los jóvenes hemos sido siempre la cara del futuro. Nuestros mayores, parecen encontrar en nosotros una solución o una respuesta a los problemas y conforme va pasando el tiempo y las generaciones, nos damos cuenta de que no tenemos claro, ni siquiera cuál era el problema que teníamos que solucionar.  

Ahora bien, antes de hablar de los problemas y de las posibles soluciones, me gusta pensar; ¿Qué somos los jóvenes?  Los jóvenes somos una imagen de esperanza, calidad y valentía. Al parecer tenemos muchas ganas, energía e ideas innovadoras que nos ayudarán a por fin salir del vacío. Somos los representantes del futuro y aquellos con la obligación de salvarnos de la desgracia. Todo esto por una simple razón y es la transición del poder y de los grupos etarios a lo largo de la historia, o como lo llaman ciertas personas, la transgeneración. Haré a lo largo de este texto algunas referencias del pensador argentino Agustín Laje, quien inspiró esta reflexión después de oírlo hablar sobre su libro Generación idiota, creo que van entendiendo para donde va esto…  

 

En la modernidad, es decir del siglo XVI en adelante, la juventud ha tomado el poder y las riendas de la sociedad. Nos apropiamos rápidamente de las materias de más importancia como las políticas sociales y económicas. Ah, y de Tik Tok.  Nos hemos adueñado de estas materias porque el conocimiento, las ideas y las soluciones las encontramos en internet, que es lo que sabemos usar. Nos adaptamos rápido porque estamos a un “click” de que nos respondan cualquier pregunta. Mientras en la premodernidad, el sabio era el adulto mayor, por su amplio conocimiento y experiencia, hoy en día el poderoso es aquel que sabe cuando y como poner un buen (mal) tweet.  Los medios de difusión se han vuelto nuestros mejores aliados. Es fácil, y en cierta medida, aceptable censurar al que piensa diferente y establecer nuestras ideas en la pirámide de la popularidad cibernética.  

La tecnología nos guía hacia el conocimiento que quiere que tengamos. Nos ha sesgado del bello arte de pensar, de cuestionarnos y de criticar, nos lo impone todo. Nos permite aún tener la libertad de creer, pero siempre atado a los temas que sugiere. Y todo esto se da, porque somos los menos experimentados en la sociedad, los que estamos en la cabeza de la pirámide de la ilustración moderna.  

 

Laje explica como la transmisión del conocimiento, o si se quiere, la trasmisión cultural suponía en tiempos pasados una acumulación de experiencias, por eso era el viejo el que le enseñaba al joven. Hoy son los mayores los que aprenden de los menores, respecto de la mayoría de materias. Así, el mundo ha cambiado, las generaciones ya no viven igual, no comparten vivencias ni circunstancias que a lo largo de la vida se solían presentar con certeza. “Hasta hace muy poco tiempo, los mayores podían decir: ¿Sabes una cosa? Yo he sido joven y tú nunca has sido viejo. Pero los jóvenes de hoy pueden responder: Tú nunca has sido joven en el mundo en el que yo lo soy, y jamás podrás serlo.” (Mead, Cultura y compromiso, p. 92).  

 

Con todo esto, seguimos sin saber si somos la generación reivindicatoria. Ojalá lo seamos. Pero para ello la invitación a mis coetáneos es mirar al futuro como lo hicieron en el pasado, sin sonar retrógrada ni mucho menos. Pero si deberíamos volver a salir de lo que se nos es impuesto, cuestionarnos la realidad, tener opiniones distintas y ser propositivos a la hora de buscar soluciones. Hagámoslo, con las herramientas que tenemos claro, pero de tal forma que lo virtual no compita con lo auténtico.  

Para ser la generación que prometemos ser, habrá que salirse de la superficialidad del internet y volver a educarnos. No todo lo viejo es malo ni todo lo nuevo es bueno, pero hagamos, que lo nuevo que venga, venga pensado. En el derecho romano nos enseñan que parte de la libertad era contar la posibilidad de participar en política, pues seamos libres.  

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