PERFIL
Perfil sobre un invaluable miembro de nuestra facultad
Jorge González:
Un impecable abogado investigador y padre de familia
FORO JAVERIANO tuvo el placer de compartir un rato muy agradable con el doctor en derecho de Harvard, Jorge González, donde nos contó sobre su vida y sus experiencias académicas.
Fuente: Archivo Universidad de Los Andes
Por: Laura Farías y Daniel Barrios
Jorge González Jácome nació y creció en Bogotá. Estudió en el Colegio San Carlos, donde inició su exitosa trayectoria académica. En ese tiempo jugaba y veía mucho fútbol, e incluso iba al estadio cada vez que tenía la oportunidad. Si bien es hincha del América de Cali, iba con sus amigos a El Campín no solo a ver los partidos del América sino también los de Millonarios y Santa Fe, “porque en ese tiempo el ambiente era muy agradable, muy familiar; apenas estaban empezando las barras bravas”. Sin embargo, tomó la decisión de dejar de ir hace más o menos diez años porque el ambiente se tornó pesado. Tuvo que dejar también la práctica del deporte debido a una lesión de ligamentos que le impidió volver a jugar con un buen ritmo cuando ya estaba en la universidad.
Nos advirtió que algo muy importante de su adolescencia fue la música. Tocaba guitarra y con su grupo de amigos escuchaba rock todo el tiempo y se reunían a tocar de vez en cuando, pero no eran lo suficientemente talentosos ni organizados como para crear una banda. Recuerda como momento impactante para el y sus amigos el suicidio de Kurt Cobain. Fue un episodio que los marcó como generación.
En el colegio le encantaba la filosofía y la literatura, pero de alguna manera terminó estudiando derecho. Nos cuenta que tomar esa decisión fue un poco a ciegas, pero asegura que resultó bien al fin y al cabo, porque en ella encontró su lugar, tuvo la suerte de encontrar el camino que le correspondía.
A la hora de escoger en qué universidad iba a estudiar solo tuvo el debate entre la Javeriana y la Nacional, pues cuando fue a conocer el Rosario no se sintió cómodo en el claustro del centro y los Andes no era una opción por ser mucho más cara que la Javeriana. Entonces solo se presentó en nuestra facultad, ya que el debate en últimas era si estudiaba en una universidad pública o en una universidad privada.
El primer año de carrera fue traumático para él y no le gustó la facultad. Venía del colegio contento por lo que había visto en filosofía durante el último año y ansioso por explorar más del tema, pero se encontró con la clase de lógica formal y lógica aristotélica que dictaba el padre Augusto Ordoñez, mejor conocido como el padre Pepino. Nos cuenta que le incomodaba la metodología de esa clase, pues consistía en unas guías que tocaba aprenderse de memoria y que no habría paso a ninguna dinámica de discusión como a las que estaba acostumbrado, pero además se volvía difícil porque no se podía tomar apuntes ya que al profesor le molestaba. Los exámenes tampoco le gustaban, porque eran netamente de memoria y él es malo para ese tipo de evaluaciones. Confiesa haberse sentido encajonado en ese inicio de la experiencia universitaria tras haber estudiado en un colegio con una visión de la educación mucho más abierta y plural.
Otra de las cosas más duras era que le tocaba ver todas las clases en el mismo salón, mientras que en el colegio cambiaba de salón y de compañeros cada 45 minutos. Durante tres años seguidos vio todas las materias en el 402 del Giraldo. Al finalizar el primer año tuvo la sensación de estar en el lugar equivocado y pensó en salirse o retirarse, pero algo le llamó la atención del derecho y supo que en algún momento le iba a encontrar el gusto.
Ya en segundo y tercer año le cogió ese gusto a la carrera y a la facultad cuando tomó la clase que dictaba Roberto Vidal y después la de Diego López, con quienes creó una amistad que aún conserva. Diego López incluso fue su director en la maestría que hizo en los Andes. Asegura que ese tipo de clases de filosofía del derecho son muy transversales a toda la carrera y les dan sentido a las demás. También le gustó y le sirvió mucho la clase de obligaciones y de contratos del Dr. Muñoz, porque le ayudó a estructurar el pensamiento. Dice que valora su manera de estructurar los pensamientos con una narración de la clase que le permite al estudiante conectar ideas y no solamente memorizarlas.
Después de hablar un buen rato sobre su experiencia académica en el pregrado le preguntamos que en donde quedaban las fiestas y la diversión, a lo que nos respondió que “las farras con mi grupo de amigos eran súper ñoñas, porque salíamos de clase los viernes a tomar cerveza en un lugar que se llamaba La Oficina, al frente de la Javeriana, a seguir hablando de filosofía, de derecho y a escuchar rock. Se escuchaba Metallica, Pearl Jam, Rage Against, The Machine, Nirvana y otras bandas noventeras”. En esa cuadra recuerda que se encontraba con el grupo de Juan Felipe García y Juan Gonzalo Arévalo, que califica como un grupo muy chistoso que tenía unos cuentos buenísimos. De esas tertulias a veces salían a bailar a otro sitio que quedaba cerca y se llamaba Discovery, una discoteca setentera.
Hizo su maestría y finalizándola se enamoró y se casó un par de años después. Él y su esposa se fueron recién casados a Boston, donde hizo su doctorado en Harvard y ella adelantó una Maestría en Artes Plásticas. Tuvieron sus dos hijos (una niña y un niño) allá en Estados Unidos. Una pareja recién casada, viviendo en un país diferente, sin ningún familiar, realizando estudios e investigaciones y afrontar un embarazo puede parecer una situación sumamente complicada, pero González Jácome la describe como una experiencia buenísima en donde pudo manejar el tiempo muy bien.
Le dirigió la tesis doctoral Duncan Kennedy, James Robinson, Noah Feldman y Lewis Sargentich. Sin duda grandes autores, que en su mayoría son conocidos por los estudiantes de la facultad. Recuerda que en la biblioteca de Harvard el mundo le parecía infinito y su investigación no tenía límite de fuentes. De esa investigación salió su libro “Estados de excepción y democracia liberal en América del Sur. Argentina, Chile y Colombia 1930-1990”.
Sobre su regreso a Colombia nos confesó que fue muy duro. En el doctorado se está cinco años investigando un solo tema. Ya trabajando en la universidad es más complicado concentrarse en un solo proyecto, y eso es lo que más duro le da. También dice que irse los cinco años tiene la desventaja de que se termina como un forastero tanto aquí como allá.
En cuanto a su vida familiar nos contó que pasan mucho tiempo entre el parque y el cine. Dice que ahora con sus hijos se conoce todo el repertorio de Disney y que le agrada ver otra vez películas de niños. También les encanta cocinar en familia cosas como tortas y pastelería.
No le parece complicado el equilibrio entre la familia y el trabajo, nos dejó claro que la prioridad son siempre ellos. Se siente muy afortunado de tener la familia que tiene y un trabajo en el que se gana la vida de una manera digna haciendo lo que lo divierte.
Le preguntamos qué hacía en sus tiempos libres y entre risas y con cierto aire de resignación nos respondió: “No tengo tiempos libres, tengo dos hijas. En mis tiempos libres trabajo. A veces logro tocar algo de guitarra y ver fútbol”.
Su trato descomplicado y sencillo con los estudiantes hace que pocos se refieran a él como el Dr. González, sino simplemente como Jorge o Jorge González, a pesar de que oficialmente sí porta el título de doctor. Hablar con él hace ver tan cercano los logros que tiene que no parecen imposibles ni difíciles de alcanzar. Dice que simplemente tiene una diferencia de años con nosotros y que por eso se he leído unos libros más, pero eso es todo. De eso se dio cuenta cuando estudió la maestría en los Andes e interactuaba con gente que ya lo había hecho y que eran como él. Ahí supo que no estaban tan lejos hacer un doctorado en alguna de esas universidades que en algún momento le parecieron tan utópicas.
A pesar de la calidez en su trato y la sencillez que transmite, es muy respetuoso con la relación profesor-estudiante, y considera que el espacio idóneo para interactuar e incluso hacer amistades es el salón de clases y los espacios que ofrece la universidad. Dice sentirse muy cómodo ahí y no en las fiestas de la facultad, que en su concepto son para los estudiantes.
Por último nos compartió su reflexión sobre por qué no reserva la última clase del semestre para darle consejos a sus estudiantes. Le parece que a esta edad todo el mundo quiere decirnos qué hacer y cómo debemos vivir la vida, cuando cada uno debe buscar sus caminos y escoger sus metas.