ESPECIAL
2019-I
La violencia evoluciona
¿EL REGRESO DEL TERROR?
Foro Javeriano entrevistó a Joaquín Garzón, destacado profesor del departamento de filosofía e historia del derecho, para que nos hablara de la situación actual de violencia y sus proyecciones.
Fuente:
Por: Orlando Buelvas y Juan José Díaz
Foro Javeriano: ¿Cuál es el diagnóstico que usted podría hacer en materia de violencia de esta primera etapa del gobierno de Iván Duque?
Joaquín Garzón: Colombia tiene una experiencia importante en justicia transicional, pues a lo largo de la historia del país se han presentado múltiples procesos de paz donde muchos presidentes en los últimos 30 años han intentado negociaciones con el fin de la paz. Hay un antecedente clave que es el proceso de paz que se da con las AUC en 2005, denominado como la Ley de Justicia y Paz. En ocasiones se habla de justicia transicional y se pierde de vista este antecedente próximo que fue similar o, incluso, de mayor magnitud en términos de la cantidad de combatientes desmovilizadas. Se trató de una experiencia contundente que ha iluminado y puede seguir guiando muchos aspectos de este nuevo proceso de paz.
Por otro lado, el gobierno de Duque repite discursos que habían sido superados en el gobierno Santos, propios del gobierno Uribe, que están en la línea de no reconocer el conflicto armado en Colombia. No hay una voluntad muy clara de cumplir exactamente con lo acordado con las FARC ni el ELN, aunque no buscan desconocer los Acuerdos, porque eso sería muy impopular, si hay un discurso de hacer modificaciones, de desprestigiar la JEP. Entonces, hay un contexto adverso del gobierno de Duque al proceso de paz. Por eso considero importante traer el acuerdo con las AUC, ya que, muchas de las cosas que Uribe firmó con el paramilitarismo también están presente en el acuerdo de paz y hoy el Centro Democrático no le apuesta.
Es complejo analizar el proceso de paz con las FARC pues habría que ir punto por punto y ver con que han cumplido y que no las partes. Aun así, hay algo claro, las FARC se ha desmovilizado en un porcentaje muy alto. Hay muchas evidencias que lo demuestran. Esto debería tenerse en cuenta respecto del proceso de paz con el ELN pues ya sabemos que hay razones para pensar que un proceso de paz exitoso termina con la desmovilización de muchos de los combatientes. Con esta experiencia reciente, es inaudito que no se tenga una posición favorable a una salida negociada también con el ELN.
FJ: ¿Qué ocurre con los cumplimientos de los protocolos en el marco del Estado con el ELN?
J.G: El mundo entero sabe que es una vergüenza no aceptar los protocolos. Países como Noruega, Alemania y Cuba han manifestado que sería inaudito que Colombia desconociera las reglas del proceso. Ese argumento de que es el protocolo se firmó por el gobierno y no por Estados es risible, superficial y politiquero.
Uno entiende que eso le hace bien al discurso de mano dura que se quiere utilizar. En el contexto de una facultad de derecho no se puede aceptar una versión de esa naturaleza, ya es suficientemente grave que acabaran la negociación como para que ahora no quieran cumplir el protocolo de levantamiento de la Mesa. Es una discusión muy mediática pero poco seria. Desde una facultad de derecho debemos entender que hay que honrar los contratos, ese es uno de los principios fundamentales de nuestra disciplina.
FJ: De acuerdo al acto terrorista acontecido en la escuela de cadetes, ¿cómo se espera que un gobierno se siente a negociar?
J.G: Las dos partes siguen en combate. A las Farc les dieron de baja cabecillas en el curso de las negociaciones y no se pararon de la Mesa. Las reglas son claras, la guerra continúa mientras se negocia. Cuando hubo combates del ejército contra las estructuras de las FARC nadie se paró a decir que eso iba a ser una causal de rompimiento en la Mesa. Por supuesto, es un hecho reprochable, lleno de violencia pero si las partes acordaron que los enfrentamientos continúan mientras se negocia pues esas son las reglas que hay que cumplir.
“Acabar el proceso de paz con el ELN no va a evitar futuras acciones de esta naturaleza, este tipo de acciones se terminan con una salida negociada. No se ha podido ganar la guerra por medio de una salida militar, no fue posible.”
“Acabar el proceso de paz con el ELN no va a evitar futuras acciones de esta naturaleza, este tipo de acciones se terminan con una salida negociada. No se ha podido ganar la guerra por medio de una salida militar, no fue posible.”
Hoy no estamos ante una ventaja militar diferente por lo que no hay razones serias para pensar que ahora si una ofensiva militar contra el ELN va a ser más eficaz que una salida negociada.
F.J: ELN. ¿Qué relación guardan el Acuerdo con las FARC y con el ELN?
J.G: Los procesos son muy diferentes y no hay muchos criterios de comparación pues el proceso con ELN apenas comenzaba. Las cosas del primer acuerdo pueden ser replicables para el segundo acuerdo, es irracional pensar en crear nuevas instituciones para el proceso con el ELN.
FJ: ¿Cuál es el papel del terrorismo en el discurso político?
J.G: El uso que se le da al terrorismo como discurso en Colombia es el que le da Álvaro Uribe Vélez junto al Centro Democrático, es la línea que dice “con el terrorismo no se negocia”, es la misma que está muy cerca de desconocer la existencia de un conflicto armado interno para justificar salidas militares que hasta ahora no han demostrado ser la solución.
Pero desde una facultad de derecho no nos podemos tragar ese cuento. Es claro que en Colombia hay un conflicto armado interno, el mundo entero lo ha reconocido. Hay presiones de EEUU para mantener la lucha contra el terrorismo, algo que a Duque le ha sido rentable políticamente, pero al pueblo colombiano no le es rentable el discurso de terrorismo, esto incrementa la violencia militar donde la población civil es la que queda en la mitad de la confrontación.
F.J: ¿Por qué se apoya el discurso del terror?
J.G: Un grueso de la población que vota no le ha tocado la guerra y, tal vez, tienen una percepción muy urbana de las confrontaciones y no le toca como en las partes rurales, que es donde se libra la guerra más cruda. Es un discurso que de pronto ha sido más persuasivo para unas poblaciones urbanas.
Quienes están en la confrontación armada saben que ese discurso lo que trae es más terror. Yo lo que veo es un discurso que persuade a personas que no les toca la peor cara de la guerra, que curiosamente son las mayorías electoras. Me pregunto ¿Qué pensará un militar que ha visto que disminuyó la intensidad de la confrontación con las FARC? Yo me imagino que para las fuerzas armadas debe ser también muy positivo que disminuya la intensidad de la confrontación.
FJ: ¿Qué papel juega la sociedad frente a esta situación?
J.G: Tenemos las paradojas de la democracia electoral y es que parece que las salidas negociadas no son tan populares. El diagnóstico electoral no es un diagnóstico fiel de la realidad, me niego a creer que la sociedad quiera la guerra. Eso no necesariamente se refleja en las encuestas.
F.J:¿Cómo evitar una nueva guerra?
J.G: La guerra tiene unas causas y la única manera de acabarla es combatiendo las causas estructurales. Con el proceso de paz con las FARC se han atacado hasta ahora las consecuencias, no las causas. Toca pensar en las causas estructurales y combatirlas.
Causa estructural uno, es el narcotráfico; dos, el acceso a servicios públicos; tres, el acceso a la tierra. Hoy estoy inclinado a creer que hay una íntima relación entre el acceso a la tierra y el narcotráfico. ¿Por qué en el lado ecuatoriano de la frontera no hay coca? hay una distribución de la tierra y de la propiedad rural que impide la llegada de la coca y desincentiva a los propietarios de poner su tierra al servicio de este negocio.
Otra cosa es pensar que la salida de la coca es la sustitución de cultivos y la aspersión aérea de glifosato, pero desde que iniciaron los programas de aspersión de coca y en curso de Plan Colombia han aumentado los cultivos de coca en Colombia.
Tal vez hay poderes que se enriquecen cuando no hay soluciones a los problemas estructurales, no les conviene.
F.J: ¿Cómo hacer para concientizar a la sociedad civil de esta problemática?
J.G: El corazón del problema es la forma como se ha configurado el poder en Colombia, el centralismo de la manera en que se ha configurado el poder a través de distinciones de clase de raza y regionalistas. Hay unas distinciones entre quienes pueden llegar al poder en Colombia. Debe haber un proceso de distribución del poder, aunque nadie quiera dejar ese botín que es el Estado Colombiano.
Hay hacer que las bases de la sociedad se tomen el poder en procesos que sean ajenos a los partidos políticos tradicionales para desactivar los poderes regionales y el poder centralista nacional. El centro no se acerca a las regiones, las regiones deben tomar el poder por vías democráticas. La lucha armada no es una solución. Nunca lo ha sido.
“El centro no se acerca a las regiones, las regiones deben tomar el poder por vías democráticas. La lucha armada no es una solución. Nunca lo ha sido.”
F.J: ¿Qué se debe hacer con la moral pública?
J.G:Hay un sentido en que se debe cambiar la moral, porque lo que hay es un poder racializado que excluye a las regiones y a los pobres. Hay unos valores que están en el corazón de quienes ostentan el poder, hay que hacer un gobierno, un Estado de la inclusión, de la diversidad. En ese sentido se requiere una reforma moral.
F.J: ¿Qué se espera de las Bacrim?
J.G:Estamos en un momento muy grave, aumenta el desplazamiento. Se están fortaleciendo, en el caribe, en el pacífico. Suelen estar relacionados al problema del narcotráfico, hay que pensar soluciones más profundas que no sean simplemente combatirlas militarmente. Hay una estrategia de guerra muy delicada que es atacar a líderes sociales, que son las cabezas del proyecto de una democracia radical.