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CRÓNICA

Reflexiones sobre democracia, feminismo, diálogo y Colombia en conversación con Jane Mansbridge.

Una tarde con Jane Mansbridge

Fue un jueves, después de clase, el día en que conocí a Jane Mansbridge. Aún no lo sabía, pero sería una de esas tardes que no se olvidan en la vida. Hablamos de la democracia en el contexto colombiano y de algunas de sus experiencias que la formaron como la persona que es hoy. 

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Fuente: Books & Ideas

Por: Pablo Galindo Lema

Recuerdo como hace un par de años, en mis clases de Derecho Constitucional, el profesor Felipe Rey nos hablaba de una “tal” Mansbridge. Su teoría de la representación y de la democracia era definitivamente un tema que le apasionaba. Felipe, como todo buen profesor, es capaz de transmitir esa pasión a sus estudiantes, y conmigo, así como con muchos otros, no fue la excepción. Desde ese momento me quedó rondando en la cabeza ese nombre, por lo cual empecé a investigar sobre quién era y el trabajo que había hecho. En pocas palabras, es la mujer más “dura” en temas de democracia; estudió en Harvard, es profesora emérita de Harvard, y ha publicado un sin fin de artículos que la han hecho ser merecedora del “Nobel” en ciencias políticas, por haber "dado forma a nuestra comprensión de la democracia en sus formas directas y representativas, con agudeza, profundo compromiso y teoría feminista” (Skytte Prize). 

 

El tiempo pasó y por coincidencias de la vida, llegué a Boston College como estudiante de intercambio. Ya desde antes de venir quería conocerla, y apenas llegué decidí escribirle. Encontré su correo en internet, y sin mayor esperanza, decidí intentar ponerme en contacto con ella. Al cabo de unos días recibí una notificación en el correo, y efectivamente, era de Jane Mansbridge. Me sorprendió la amabilidad con la que estaba escrito su mensaje, me pidió que la llamara “Jenny”, lo cual me pareció extraño pues en Colombia estamos acostumbrados a llamar “doctores/as” a los profesores, y más aún si se trata de alguien con semejante renombre. Sin embargo, me he dado cuenta que en Estados Unidos las cosas funcionan diferente; tal vez eso sea algo de lo que deberíamos aprenderles. Claramente le respondí, y luego de intercambiar un par de mensajes, fijamos fecha y hora para vernos. Fue un jueves en su casa en Lexington cerca a Boston, para ser preciso el 3 de octubre de 2024, el día que quedamos en vernos. 

 

Cuando la ví entendí por qué Felipe la aprecia tanto; es una mujer amable, cálida, que te habla de “tú a tú”. Era un día soleado, las hojas de los árboles ya empezaban a tornarse en su característico tono amarillo. Era como si anunciaran que el otoño está por venir. Nuestra conversación tuvo lugar en una banca al lado de su casa. 

 

Iniciamos nuestra conversación abordando la democracia, particularmente en el contexto colombiano. Es un tema que me preocupa profundamente, ya que, a pesar de los numerosos intentos de diálogo a lo largo de los años, los conflictos parecen persistir sin solución a la vista. Una de las preguntas fue cómo podríamos fomentar dinámicas de una democracia unitaria, donde los intereses están alineados y los desacuerdos se resuelven mediante el diálogo, en una democracia tan adversaria como la colombiana, caracterizada por constantes enfrentamientos y decisiones tomadas por la regla de las mayorías. A ello Mansbridge responde que siempre van a existir situaciones o personas quienes pueden inspirar esperanza en los demás, y son esas “semillas” las que debemos fomentar y proteger. Así mismo, como firme creyente del diálogo, enfatiza en que las asambleas de ciudadanos pueden ser una herramienta poderosa para humanizar a aquellos que piensan de manera diferente, pues muchas veces en Colombia vemos a quien no comparte nuestras ideas como un “enemigo”, y olvidamos que detrás hay un ser humano como todos nosotros. Es por eso, que el intercambio de ideas de manera respetuosa permite entender el por qué de la postura del otro. En pocas palabras, Mansbridge argumenta que a Colombia le falta diálogo, ya que, en esencia, todos nosotros anhelamos lo mismo: un futuro mejor para todos, y lo que necesitamos es encontrar un consenso sobre el camino a seguir, reconociendo que en la diversidad de ideas radica la posibilidad de construir un país más justo y equitativo. 

 

Seguimos conversando de otros temas académicos, pero en un punto la conversación se tornó un poco más personal. Ella me contaba que amaba a su padre, él era inglés, pero decidió migrar a Estados Unidos porque no soportaba el clasismo en Inglaterra; me decía que solo con el acento era posible distinguir a qué clase social pertenecía la persona. Es por eso que ella nació en territorio americano. Durante sus años de secundaria, me contaba que resaltaba académicamente sobre los demás, en otras palabras, que era la niña pila del salón. Ella era consciente de ello, entonces su confianza en sí misma en términos académicos era algo que la hacía notar. Naturalmente, ello despertó envidia en sus demás compañeros, y sumado a su actitud segura, muchos de ellos creían que era más bien “arrogante” o “creída”. Eso era algo que le molestaba (principalmente porque no era cierto), y es por eso que desde ese momento decidió nunca más poder dar razones a los demás para que pensaran eso de ella.  

 

Esta etapa de su vida fue fundamental para ella como persona, y se dio cuenta que por más “inteligente” que sea alguien o por más títulos que posea, eso no significa que deba pasar por encima de los demás. Lo anterior es algo que Mansbridge aplica en su día a día, tanto en sus relaciones profesionales como personales, lo cual me consta de primera mano. Cuando hablas con ella, si bien a priori puede resultar intimidante puesto que se trata de una de las politólogas más importantes del mundo, su forma de expresarse es cálida y para nada pretenciosa, escucha lo que tienes que decir, le da importancia, lo cual genera que te sientas cómodo en expresar tus ideas con ella. Tal vez eso sea algo que como colombianos debemos mejorar, pues muchos profesores con el fin de ganarse el “respeto” de sus estudiantes, prefieren hacerse ver como “superiores” a sus alumnos. Olvidan que el mejor maestro es aquel que realmente establece una relación con el estudiante, que lo trata como igual, y que reconoce que sus ideas pueden ser igual o mejores que las suyas. 

 

A pesar de lo anterior, lo interesante es que la tal anécdota explica en parte el por qué de su teoría democrática. El diálogo entre las personas es un pilar fundamental en su pensamiento, ya que considera que todos somos capaces de proponer buenas soluciones a los problemas que nos afectan. Es por eso que ella se opone a la teoría clásica de la representación, donde el representante es visto como un ser superior y más inteligente que sus representados, y que precisamente por esas cualidades es elegido para tal labor. El representante no es superior a los representados, así como ninguna persona es “más” que otra. 

 

Jane Mansbridge no sólo es académica, sino también es activista del feminismo. Durante sus estudios de maestría en la Escuela de Gobierno de Harvard, el movimiento feminista en Boston empezó a surgir, y como no, ella hizo parte de él. Recuerda con especial agrado aquellas tardes donde se reunía con otras mujeres para hablar de temas que les afectaban en su día. Eran grupos de entre cinco a siete mujeres que discutían sobre temas de sexualidad, roles de género y machismo, donde cada una era libre de expresar sus opiniones sin miedo a ser juzgadas. Así, su participación en el movimiento feminista es otra experiencia que la ha hecho darse cuenta de la importancia del rol de las mujeres en el discurso político, el cual influyó años después a la hora de teorizar sobre su concepto de la representación descriptiva. 

 

Por todo lo anterior Mansbridge afirma que su pilar fundamental en la vida, aquel principio que defiende a capa y espada, es el respeto mutuo. En sus palabras, "equal respect is something I would be willing to die for". Este compromiso tan profundo con el respeto subraya su convicción de que este es un principio innegociable, uno por el que está dispuesta a defender a cualquier costo, porque el respeto es aquel cimiento sobre el cual se construyen las relaciones entre las personas. Y algo muy interesante es que todo lo anterior me permitió no solo entender el qué de su teoría, pero más que todo el porqué, y cómo sus experiencias personales moldearon, tanto su forma de ser como su teoría democrática, donde el diálogo, el feminismo y el respeto son aquellos ejes alrededor de los cuales gira su pensamiento. 

 

Luego de un par de horas de charla el sol se estaba escondiendo, además de que recibió una llamada que parecía urgente, por lo que se empezaba a acercar el momento de decir adiós. Una parte de mi quería que ese momento no acabara nunca, pero como todo lo bueno, en algún momento debe terminar. Nos levantamos de la banca y empezamos a caminar hasta su puerta mientras nos agradecíamos de la gran charla que acabamos de tener, donde pudimos conocernos mutuamente más allá de lo profesional. Luego de un apretón de manos y una última despedida cada quién tomó su rumbo. Quedamos en volvernos a ver antes de que vuelva a Colombia. 

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