EN EL HUECO
“¡El hotel más moderno y suntuoso de la Capital! Servicio de 150 habitaciones con baño y teléfono, Bar de Señoras, Salón de Fumadores y la más fina gastronomía del mundo a la vuelta de la esquina”
Del San Francisco al Granada de Bogotá: Las Antigua Joya de la Capital
De todas las joyas arquitectónicas de la Bogotá del siglo XX el Hotel Granada fue uno de los puntos céntricos de los cachacos y la alta sociedad bogotana. Reconocido como uno de los mejores hoteles del continente y de arquitectura neoclásica francesa es uno de los fantasmas de la antigua Bogotá.
Fuente: Archivo de Bogotá
Por: Nicolás Gómez González
Ubicado en la esquina de la Carrera Séptima con la en aquel entonces recién renovada Avenida Jiménez, cerca al Parque Santander se construiría en 1928 el Hotel Granada, uno de los edificios más imponentes y reconocidos por la alta sociedad bogotana. Por aquellos años Bogotá comenzaba un proceso de renovación urbanística y arquitectónica buscando inspiración en las grandes capitales europeas. Una combinación de mármol, plomo, cristal y acero hizo que posicionara a Bogotá como referente urbanístico en América y el mundo.
Su diseño serio comisionado al arquitecto bogotano Diego Suarez Costa, quien propondría desde París un diseño neoclásico francés al estilo Beaux-Arts (Bellas Artes) propuesto por Alberto Manrique Martín quien buscó combinar la practicidad, el lujo, y el estilo clásico del bogotano de su época, un espacio dotado de grandes salones, amplios comedores, habitaciones dotadas con todos los lujos de la época, estancias con agua caliente, sistema de teléfono y servicio a la habitación.
Sus ocho plantas albergarían 160 habitaciones con 108 apartamentos privados dotados con la última tecnología, salón de belleza y peluquería, salón de té inglés, American Bar, grill-room, conocido como el Salón Azul los cuales ofrecían un espacio de baile y diversión en las noches capitalinas.
No había persona que no conociera de la fama del Granada, sus inolvidables fiestas y bailes se habían convertido en la sensación entre la alta sociedad capitalina. Sus salones fueron epicentro de las primeras presentaciones de figuras tan reconocidas como Lucho Bermúdez y el mismísimo Pacho Galán. Con el paso de los años, los melancólicos pasos del tango y el bolero serían desplazados de los salones del Granada, dando lugar a la alegría y el júbilo que inundaron a una ciudad que comenzaba a deleitarse con porros, gaitas y tumbazones.
“Bogotá es una fiesta” fue la frase predominante que orientó el pulso de la vida capitalina, pasando por las décadas donde la vorágine de acontecimientos en la vida política nacional pondría en las puertas de Granada el descontento popular, la ira, y lo más cruento del bipartidismo nacional. Para 1948 Bogotá había cambiado su cara para recibir a las delegaciones de la IX Conferencia Panamericana. El hotel Granada sería lugar de residencia para algunas de las delegaciones que participarían durante toda la conferencia.
Aquella tarde del 9 de abril de 1948 un tenue rojo habría de iluminar las ventanas del Granada. A lo lejos, disparos y gritos que provenían de las cercanías del Capitolio Nacional, con total desconocimiento y por orden del administrador del hotel, se ordenó barricar puertas y ventanas para evitar la entrada de las turbas enfurecidas que clamaban por justicia en nombre del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. Pasarían apenas unas horas hasta que el hotel sería incendiado y saqueado por las turbas que ebrias e iracundas destruían poco a poco los símbolos del poder oligárquico y conservador en la República.
En los años siguientes el Granada sería objeto de la duda, siendo el hotel desprovisto de sus lujos de antaño su futuro estaría en duda hasta que tras la compra de los predios del hotel por parte del Banco de la República en 1949. Los mismos lotes serían contemplados como sede para el Banco Cafetero. Sin embargo, en 1958, el mismo Banco de la República, por temas de adecuación y seguridad de sus nuevas instalaciones, ordenaría la demolición total del hotel para la construcción de su nueva sede.
Las sociedades tienden a ser fanáticas de la cultura de la moda, a la transición abrupta de los símbolos de su tiempo. De las representaciones materiales de su cultura y espíritu de sus ciudades. Ejemplos como el Granada son innumerables, no solo en Bogotá, sino en todo el país. Quizá nos ha llegado el tiempo de valorar este patrimonio que, a pesar de las décadas y los siglos, son sinónimos de nuestra historia, de nuestro tiempo y hasta cierto punto, de nuestro porvenir.