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OPINIÓN

El second hand está de moda  

Historias de segunda mano 

El tercer capítulo sobre mis aventuras en “El cuchitril", la tienda de segunda mano más espectacular de Bogotá. 

Por: Eduardo Aldana Salazar  

En servicio al cliente se tienen varias cosas muy presentes, pero, existen dos que son indispensables. Primero: todo entra por los ojos y segundo, siempre se tiene que ser amable. El servicio al cliente en “El cuchitril" es algo peculiar porque además de ser un almacén, también es una experiencia que podría decirse casi religiosa. Por el olor que se siente, las luces suaves en contraste con las luces de navidad de colores y el constante acompañamiento de música tranquila. Entonces, además de hacer de vendedor, también tengo que hacer de sacerdote para que cada vez que entre alguien se sienta lo más cómodo posible y tenga lo que yo llamo “la reacción cuchitril” cara de asombro por la cantidad de cosas, pero a su vez un gesto de felicidad por los tesoros que puede llegar a encontrar. Con el entorno listo se viene la segunda parte, estar siempre dispuesto a ser amable. Esta parte es difícil, pues se tiene que encontrar el punto medio entre amabilidad y firmeza.   

 Pero algunas veces esta amabilidad se puede confundir con la coquetería. Este fue el caso de una cliente a la cual vamos a llamar María.  María era una cliente nueva que desde que entró al local sentí buenas vibras y vi como conectó inmediatamente con el local. Hasta ese momento todo estaba perfecto. Durante la conversación habitual que se puede llegar a tener me di cuenta de que María se acercaba mucho a mi espacio personal y se reía de cualquier cosa que dijera. Prudentemente, yo solo me alejaba un poco, pues no quería ser grosero con una cliente. Algo que me pareció extraño es que María busco desesperadamente algo para comprar, como si tuviera la necesidad dé. Paso un rato y finalmente se decidió por comprar una chaqueta con detalles en cuero sintético. Mi trabajo estaba hecho.  

Ya estaba por irse cuando me pregunta: “¿te puedo dejar propina?”. Realmente nunca me había pasado eso y no sabía qué responder. Hice una cara de perdido, que debió ser muy graciosa y después de unos segundos en un completo silencio incómodo; respondí con un dudoso: “si… creo”. Y me quedé esperando una propina en efectivo, pero lo que hace María es escribir su nombre y número de celular en papel y me lo entrega con la siguiente frase “mira tu propina, úsala cuando quieras” mi cara de shock y mi risa nerviosa ante esta situación tan incómoda fue la mejor respuesta que puede dar. 

Pasaron los días y en el fin de semana siguiente, volvió a llegar. Mi cara de incomodidad no pudo ser mayor, pero, se borró en cuando, al entrar me saluda y me presenta a su novio. No sabía qué hacer, pues esta persona me había coqueteado ocho días antes. A diferencia de la vez pasada, hoy tenía una actitud muy fuerte. Paso siguiente, ella me dice que necesita hablar con algún superior mío, porque tuvo un inconveniente con la compra pasada. Mi jefe no estaba en la ciudad, entonces, yo era mi superior. Al preguntarle qué había pasado me cuenta que estaba en el campo usando la chaqueta y que al momento de cruzar una cerca la chaqueta se rompió. Dice estar en el local buscando una devolución de su plata o algún cambio porque yo le había vendido algo defectuoso.  No estoy seguro si me reí en voz alta o no, pues es que en ningún lugar del mundo te van a dar cambio por algo que rompiste tú. Le escribí por chat a mi jefe contándole la situación. Solo podía decirme que no podía creer lo que le estaba contando, que me mantuviera firme con el hecho que no es responsabilidad nuestra, pero que si veía que se ponían agresivos le dijera y mirábamos qué hacer. Las cosas se estaban poniendo pesadas cuando el novio intervino y empezó a decir que tuviera cuidado con lo que decía. Si él supiera, que su novia ocho días antes me estaba coqueteando.   

Ante semejante amenaza mi cuerpo empezó a temblar y accedí a hacerle un cambio. Escogió una chaqueta, pagó el excedente y se fue con su novio mientras me miraba de reojo. Cabe aclarar que esa fue la última vez que vi a María o su novio y también la última vez que recibí aquel tipo de “propina”  

Como siempre he dicho, acá he vivido y oído un sinfín de historias.  

Los espero en la siguiente edición.  

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