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QUERELLANDO

Recuperemos Bogotá

El verdadero reto de Galán es recuperar el civismo

Galán recibe una desastrosa administración y si bien su reto es mejorar múltiples cifras y factores de medición de una buena alcaldía, su mayor desafío está en recuperar el civismo.  

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Fuente: Pexels

Autor: Nicolás Pombo Sinisterra

Carlos Fernando Galán ha asumido el inmenso reto de tomar las riendas de Bogotá. Una ciudad con un potencial inmenso, pero que, por malas administraciones, hoy se ve sumida en la miseria. Las bases de lo que constituyen una ciudad en vía de desarrollo están en muy mal estado. Sin embargo, creo que todo es cuestión de civismo, de volver a engrandecer a Bogotá y establecerla como una ciudad llena de oportunidades, educación y gente buena.  

La alcaldía inmediatamente anterior a la actual, la de Claudia López, es a mi juicio la peor administración en la historia de Bogotá, pues dejó la ciudad con casi todos sus aspectos fundamentales rodando por el piso. La seguridad, el orden del tráfico, la cultura ciudadana, entre otros. El simple hecho de que durante su alcaldía, los homicidios hubieren crecido en 3 puntos porcentuales y los hurtos más del 12, creciendo incluso más que en ciudades como Cali y Medellín, deja mucho que desear. Durante su alcaldía pasó de contar con 18.000 policías a 16.000, una cifra preocupante para la seguridad de los ciudadanos y un desafío grande para el alcalde Galán.  

Por otro lado, Carlos Fernando Galán ya cumplió 100 días como alcalde mayor de Bogotá y podemos resaltar dentro de su labor; las grandes inversiones que ha hecho en la malla vial de la ciudad, la mejora en las cifras de seguridad (aunque hoy el 30% de los bogotanos nos sentimos inseguros), los avances en materia de política social y, sobre todo, el gran manejo que se le ha dado a la crisis ambiental a la que nos enfrentamos. Sin embargo, y como hemos mencionado desde un principio, creo que el éxito de una alcaldía en estos momentos está en recuperar el civismo y la cultura ciudadana. Bogotá, una ciudad que históricamente se ha caracterizado a nivel nacional e internacional como una llena de cultura, de principios y valores, de gente trabajadora, sencilla y educada, hoy está profundamente hundida en un hueco de salvajismo. El hecho de que las calles estén llenas de basura, que haya personas incendiando bosques, que los robos sean parte del día a día, que colarse en el transporte público sea bien visto o que manejar en Bogotá requiera de una destreza especial y premeditada para evitar la muerte, nos hace evidente la necesidad inmediata de recuperar el civismo, de re-constituir unos valores genéricos que nos representen a todos, con los que nos sintamos identificados y por ende nos dotemos de la responsabilidad que conlleva ser un ciudadano de bien. Porque no, no solo tenemos derechos sino también deberes. Creo que esa es la base para lograr los cometidos de cualquier plan de gobierno dentro de una sociedad inmensamente pluralista y cambiante.  

Así, considero que se pueden llegar a fortalecer las bases de nuestra comunidad política y social, con educación, respeto y obediencia a la ley. Formando ciudadanos desde la temprana edad, implementando en las instituciones educativas programas que fomenten estos postulados. Haciendo un énfasis en el cumplimiento de reglas, la integración académica, la vida en convivencia y lo importante de la ética. “Educa al niño para que no tengas que castigar al hombre” dice un viejo refrán, y cuánta razón tiene.  

Por otro lado, no hay que olvidarse de la mayoría de la ciudadanía, los adultos que hoy en día actúan de forma negligente e irresponsable constantemente son, o deberían ser el foco de esta política social. Decía Antanas Mockus que “Uno no nace ciudadano, sino que aprende a ser ciudadano cuando lo tratan y le hablan como ciudadano”. Entonces el deber es educarnos entre todos, dejar atrás el insulto, el estado de alerta, la envidia y el egoísmo y trabajar fuertemente en construir una Bogotá unida y pacífica. Por eso creo que el verdadero reto de Galán es recuperar el civismo, pues para lo demás están las inversiones y el presupuesto, pero la educación de las personas no la puede comprar o adquirir como un bien o un servicio.  

Además, no solo incrementaría la calidad de vida en materia social, sino que habría una serie de mejoras a nivel administrativo descomunalmente importantes y valiosas. Por ejemplo, que Transmilenio deje de perder 400.000 millones de pesos al año por colados, o que se reduzca la cifra de 37 millones de pesos al día que cuesta limpiar el alcantarillado abundante en basura. Cifras no menores que nos dan un buen vistazo, de lo que nos cuesta ser maleducados.  

Recuperemos Bogotá. 

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