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CULTURALES

“La pelota no se mancha”   

Fútbol y Poder 

Un breve paneo de la relación entre el fútbol y el poder: desde la construcción hasta la deconstrucción de la naturalidad social. ¿Es el deporte rey una ritualidad de dinámicas violentas? 

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Fuente: Pexels

Por: David Alejandro Cáceres Guerrero 

Es costumbre que a la hora de sentarse a comer en muchos hogares del país, se dice que en la mesa no se habla ni de fútbol, ni de política. A pesar de ser algo meramente coloquial, no deja de ser una muestra de lo polémicos que pueden llegar a ser estos temas, derivados de la pasión que despiertan. Si dicha situación sucede analizándolos por separado, cómo sería la relación si combináramos ambos temas, el fútbol y el poder. Eso es lo que busca el presente artículo, hacer un paneo relacional de estos dos tópicos que tantos sentimientos generan.  

El fútbol es el deporte rey por excelencia. Este cuenta con millones de seguidores alrededor del mundo, de todas las edades, de todos los lugares, y de todos los idiomas. Se atribuye su creación a la sociedad inglesa de 1863, cuando se constituyó la Football Association (FA), y desde allí ha conquistado miles de corazones y logrado llegar prácticamente a cada lugar del globo terráqueo. Según cifras oficiales de la FIFA, la final del mundial de futbol, que tuvo lugar el pasado 18 de diciembre de 2022, contó con casi 1.500 millones de espectadores, lo cual es alrededor de un 20% de la población mundial, una cifra sin precedente alguno.  

Por otro lado, la política y el poder son una cuestión cotidiana al individuo. Lo dijo Aristóteles hace 2000 años: el ser humano es un animal político. Cualquier intento de alejarnos de esa concepción no es que nos haya llevado a muy buenos términos que digamos. La pasión que despierta no es algo de los tiempos modernos, todos habremos escuchado magnánimas historias de nuestros abuelos defendiendo sus ideales en épocas pasadas. Al fin y al cabo, ese sentimiento, considero que viene de que atiende a razones tan filosóficas del existir humano, que el tomar una decisión o concepción sobre la vida comunicaría, naturalmente, va a ser polémico. Eso sí, con polémico no quiero decir que sea algo con una connotación negativa.  

En el entendido de lo anterior, podemos afirmar que el fútbol tiene un alcance global que difícilmente podemos imaginar en nuestra cabeza, y el poder está todo el tiempo en nuestras vidas. Hasta ahora, no hemos esbozado relación alguna entre ambos. 

El ser humano es un ser de ritos, en todas las dimensiones de su existencia necesita que sus manifestaciones y expresiones se den a través de la ritualidad para que cobren sentido. De esta suerte que, la ritualidad que evoca el fútbol, se relacione con la que evoca el poder. El fútbol está lleno de manifestaciones simbólicas: desde ponerse primero el guayo derecho hasta las miles de maromas que hacen los futbolistas para celebrar sus goles. No pasa muy diferente con el poder, hemos tendido siempre a manifestarlo con símbolos ostentosos que sean significantes de una posición superior, ya sea en jerarquía o en control. Las coronas, las insignias y los privilegios  son símbolos de una expresión de poder.  

Dicho lo anterior, vamos directamente al punto. El fútbol, en todo el mundo y a nivel tanto micro como macro social, ha creado el ambiente perfecto para el desarrollo del poder. La pasión que despierta este deporte es justificable y atrapa a las personas. Ya lo dijo alguna vez Jorge Valdano: “El fútbol es lo más importante de lo menos importante”. Siendo así que, en muchas realidades, el fútbol se ha utilizado como máscara política para perpetrar actos que conculcan o afectan los derechos de la población o también marcan un precedente icónico de avance y reconocimiento. Pero no solo esto, sino que en los palcos de ya sean los estadios más grandes y ostentosos del mundo, o los del equipo del barrio, se han dado conversaciones determinantes entre las personas que detentan el poder: se han tomado decisiones que cambian el rumbo de un país, todo detrás del verde del césped y de esos dos gigantes arcos.  

Puede sonar pretencioso, pero todo se reduce a las esferas del poder de las que habla Foucault. El poder se sostiene desde esas pequeñas relaciones del día a día que van dando a cabida a la formación una estructura sistémica. El fútbol no ha sido ajeno, el movimiento de masas que este genera, ha sido útil para que personas con intereses difusos, lo vean como la herramienta perfecta para desarrollar su beneficio personal o también para dar un mensaje de común-unidad. Todo, en el marco de la cotidianidad de la pasión y los sentimientos. En este momento es menester realizar un corto acápite, con el fin de aclarar que este uso simbólico y poderoso no debe estar necesariamente vinculado a proceder dañoso o negativo. Sino que está en virtud del manejo y discrecionalidad con el que se disponga de esta “herramienta”. 

Hay ejemplos globales, y precisamente no todos negativos, como el hito que marcó el partido en el que la Selección Argentina, comandada por Diego Armando Maradona, salió triunfante contra Inglaterra en el mundial de 1986, dentro del contexto de la Guerra de las Malvinas. El relato popular Argentino narra, que configuró al menos, algún tipo de redención. 

Por otro lado, están los múltiples escándalos de malversación de fondos en los que las directivas de la FIFA se han visto inmersos. Las cifras de las que se habla son astronómicas y dan cuenta del poder y del dinero que se maneja en el mundo del fútbol.  

Refiriéndose a casos más específicos está el papel que tuvieron los equipos de fútbol en muchas guerras civiles o dictaduras, como es el particular del Fútbol Club Barcelona o el Real Madrid en España, quienes en días pasados estuvieron en fuerte controversia al determinarse el uno al otro como el “equipo del régimen”.  

La cosa no ha sido muy distinta en Colombia, pues la influencia del narcotráfico y los carteles fue clave para el éxito deportivo de equipos como Nacional o el América de Cali. Así mismo, en la ciudad capital, la historia tradicional Bogotana está marcada por Millonarios y Santa Fe, no solo por su desempeño deportivo, sino porque las familias más tradicionales de la metrópolis, desde siempre han frecuentado el palco del Campin para hablar de temas más allá del fútbol. Sobre este ultimo particular sería posible escribir todo un artículo, consultando las opiniones futbolísticas y no futbolísticas de estos personajes tan conocidos.  

En todo caso, como toda materia objeto de sentimentalismo y emocionalidad, requiere algo que denomino la pasión crítica, que se enmarca en el desarrollo de un sano amor por elementos mundanos que como seres humanos nos mueven. No es un secreto que el fútbol muchas veces separa, pero no creo que sea en sí mismo por su naturaleza, sino porque como sociedad hasta en el deporte transgredimos líneas rojas que ni consideramos. Vale la pena detenerse a pensar y luego actuar, con humanidad y usando todo el potencial que tiene el futbol para unir amigos, familias, ciudades y países. Tal como dijo Eduardo Galeano “para la derecha, el fútbol era la prueba de que los pobres piensan con los pies; y para la izquierda, el fútbol tenía la culpa de que el pueblo no pensara. Esa carga de prejuicio hizo que se descalificara una pasión popular”. No puede permitirse llenar este deporte de prejuicios y transformar la pasión de un pueblo en violencia y dolor. A través del rito deportivo se puede ejercer el poder con una fuerza transformadora que no cree en límites. Ya lo dijo Maradona, “la pelota no se mancha”.  

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