OPINIÓN
ENTRE MIL OPINIONES, UN SÓLO VEREDICTO VÁLIDO
Por: Verónica Figueredo Gutiérrez
Es muy triste vivir en un país en el que la opinión diferente no tiene lugar, en que se ataca por atacar. Un país como Colombia, y en dos momentos de reflexión, les voy a explicar por qué:
Aquí, el que piense diferente siempre será atacado, el que vea el mundo de otra forma siempre será violentado sin importar del “bando” que sea. Yo soy una persona que no parezco de mi generación, pienso muy diferente a como lo hacen la mayoría de los jóvenes y es algo de lo que me siento orgullosa, pero es un punto que no puedo mostrar, porque mis amigos, mis compañeros, mi generación que es la que lucha todas las batallas y alza su voz hasta cuando nadie se lo ha pedido, es la misma generación que si supiera mi punto de vista no dudaría un segundo en atacarme, en llenar de comentarios este post diciendo que yo no sé nada, criticándome por defender a los que ellos atacan todos los días. Serían los primeros en decirme que soy una egoísta por pensar de la manera en que lo hago, aun cuando son ellos los que dicen todo el tiempo qué hay que respetar el pensamiento diferente. Que, en lo personal, así no lo comparta lo respeto, y es justamente por eso que no me dedico a polarizar más el país cuando veo sus posts atacando mis creencias, me quedo callada y me guardo para mí mis pensamientos.
Pero si fuera, al contrario, si yo escribiera aquí lo que pienso de algún político, o del Acuerdo de La Habana, o del Ejército, si fuera así, yo sería la primera en ser criticada. En este punto, quiero que quede clara una cosa, yo con esto no estoy buscando ser victimizada ni mucho menos, estoy buscando que quienes tanto hablan de dientes para afuera realmente reflexionen y se den cuenta que, así como sus puntos son válidos, también lo son los otros, así como los que no estamos de acuerdo no les escribimos criticando, así tampoco deberían hacerlo ustedes, por simple y llana coherencia con su discurso, pero más que todo, por respeto.
Y esa palabra es clave en el mensaje que quiero transmitir. Mi generación, la que lucha por todo, la que es la voz del pueblo, la que desgraciadamente se enorgullece de ser la generación que le contesta a sus mayores, la que “no le teme a nada”, es una generación vacía. Vacía simplemente porque ha perdido lo más importante qué hay en una sociedad, los valores. El valor del respeto, el valor de la gratitud, el valor de la humildad, el valor de la familia, el valor de la transparencia...
Sin embargo, lo crítico no es solo esto, el problema está en que la avaricia si está gobernando el mundo, y, en consecuencia, el privilegio SI nos ha nublado la empatía. Nos nubla la empatía cuando repudiamos a un compañero de clase. Nos nubla la empatía cuando luchamos causas sin saber por qué lo hacemos. Nos nubla la empatía cuando no investigamos y nos quedamos con el mensaje que nos mandaron o con la historia de Instagram. Nos nubla la empatía cuando sólo defendemos a los que siguen nuestras causas. Pero sobretodo, nos nubla la empatía cuando GENERALIZAMOS. Porque es igual de incorrecto generalizar y decir que todos los que marchan son revolucionarios violentos, que decir que todos los policías y/o militares son guerreristas asesinos, o que todo lo que ha hecho el presidente es malo, porque el hecho de que existan cosas, temas, situaciones, o personas que no sean de nuestro agrado, no implica que todo sea negativo.
Sería entonces incoherente criticar al que está en contra del paro y que vive por fuera del país diciéndole que no puede opinar porque no vive la realidad y huyó, pero alabar al que también viviendo fuera lo apoya. Eso es un sinsentido y va en contra de las luchas de libertad por las que en coro grita mi generación.
Para no extenderme tanto quiero explicar mi punto. Yo no quiero polarizar más este país, no estoy atacando ningún punto de vista pues considero que todos son válidos dado que cada cual vive su propia realidad y lo hace de formas distintas. Tampoco busco poner mi perspectiva sobre la situación, simplemente quiero hacer un llamado de atención a todos aquellos que piden ser escuchados, pero ignoran, a los que generalizan sin saber en qué situación están los demás, a los que piden empatía, pero rechazan al niño que está muriéndose de hambre en la calle (tenga la nacionalidad que tenga), a los que critican cada punto diferente al suyo simplemente por generar controversia y polarizar.
Mi intento aquí es pedirle a esta generación que sea COHERENTE, que no critique por criticar, que no polarice por polarizar, que no generalice sin saber, que no ataque porque sí. Que marchen por los ideales en los que crean realmente y que si tanto quieren la paz la promuevan en todo momento, que no condenen a todos los que hacen su trabajo (pues no todos se salen de la ley), pero más que todo, que recuperen los valores que se están muriendo en este país, que lleguen a sus casas a agradecer por sus familias, a ser conscientes de todos los privilegios que les han dado sus padres y que les ha dado esta tierra, que fomenten el respeto al no atacar al otro, que su empatía vaya más allá y que aprovechen esas luchas para sacar lo positivo, para llegar con soluciones y no con reclamos para así realmente enmendar el país, porque un país no se construye por un gobierno o un presidente, se construye a partir de cada uno, y de ustedes y de mi depende que así sea.
Así que lleguen con soluciones y no con problemas, respeten al otro y valoren su punto que les dará una perspectiva diferente, y por sobre todas las cosas, entiendan que por justos NO deben pagar pecadores, y que así como a ustedes no les gusta que los tilden de esto o de aquello por exponer sus puntos de vista, a quienes no han errado y los atacan igual que a los que pudieron hacerlo, también les duele, pues también son personas, también son Colombianos, también sufren el país y la guerra, es más, en la mayoría de los casos, la sufren más que cualquiera de nosotros.
Por lo que querida generación, tenemos que aprender a hablar, a valorar y a escuchar, pues son esos mayores con los que tanto chocan, los que ya lo vivieron, de hecho, lo hicieron en peores condiciones, así que son ellos los que mediante la experiencia nos permitirán nutrirnos más para algún día tener ese país con el que todos soñamos, de tal forma que por fin nos separemos del idealismo y nos enfrentemos con la realidad que está anhelando gritarnos unas cuantas verdades que ojalá estemos listos para escuchar.
Hasta aquí, la reflexión se situaba en noviembre de 2019 (cuando la escribí), pero hoy el mundo no es el mismo...estamos en medio de una pandemia que sólo ha traído muertes, pobreza y caos, y, sin embargo, por más paradójico que suene, aquí estamos más divididos que nunca.
En Locombia, como me gusta llamarle a mi país, estamos en el tercer pico del coronavirus y en el “segundo” de paros, manifestaciones y vandalismos. Nos encontramos en medio de una crisis económica catastrófica como consecuencia (principalmente) del Covid-19 y en la mitad de la pobreza y las divisiones políticas que están acabando con mi país.
El problema ahora es que ya no sólo es relevante el artículo 37 de la Constitución que legitima la protesta, sino también el 49 que salvaguarda la salud. Y la situación aquí es crítica. El país está sufriendo desde todos sus frentes las consecuencias de una enfermedad que llegó de repente y no ha querido irse. La pobreza, el desempleo y el hambre, se enfrentan a la vida y a la salud como nunca lo habían hecho, y escoger entre una cosa u otra es prácticamente imposible.
El tema está en que no se puede ponderar entre derechos fundamentales, pero sí se puede pensar en un interés común. No creo haya una persona que quiera que el país fracase, que las UCI colapsen y que la crisis sea cada vez peor, realmente lo dudo. Lo que pasa es que, en medio de la desinformación, la insolencia, ignorancia, arrogancia, y omnisciencia que rigen en todos los sectores y bandos de Colombia, aquí ponerse en la situación del otro parece que fuera imposible.
Por regla general, y agradeciendo las excepciones, se ve que: aquellos que no marchan no se ponen en el lugar de los que marchan porque no tienen con qué comer; aquellos que marchan no se ponen a pensar en las muertes por el virus que su marcha puede traer, o peor aún, lo piensan pero viven bajo la idea de “eso a mí no me va a pasar”; aquellos que destruyen y maltratan en las marchas, no consideran que sus actos van a hacer que la lucha pierda poder; aquellos que protegen no son siempre inmunes al error humano y no en todos los casos logran diferenciar a un vándalo de un marchante; aquellos que reclaman no proponen; y aquellos que proponen no resuelven...en fin, se dan quejas y más quejas, pero no se levanta la voz para decir cómo hacerlo, y allí radica para mí el problema.
Yo, que estudio Derecho y sueño con ser abogada para defender los derechos de los niños y proteger a los más débiles, puedo decirles que este no es el camino, y seguro serán muchos los que discrepen conmigo, los que me digan que hay que salir a lucharla para que se escuche nuestra voz y que si no nos manifestamos seguiremos en el mismo círculo vicioso, y hasta ahí el discurso es hasta coherente, el problema es cuando empiezan a nombrar políticos, y a traer el pasado a colación como si fuera a solucionar el futuro.
Aquí ya no debería importar si aquel es de izquierda o de derecha, si apoya a Uribe o si votó por Petro, el punto aquí es que necesitamos personas que sean verdaderos líderes, no políticos que sigan sus intereses propios, ni manifestantes que no entiendan por qué están votando, sino colombianos de verdad, de esos que caracterizan a nuestro gentilicio, que representan a la Patria Guerrera que somos, a la madre cabeza de familia que sale todos los días a luchársela para conseguirle comida a sus hijos, a los campesinos que cultivan nuestra linda tierra, a los artistas y deportistas que dejan nuestro nombre en alto.
El país necesita personas con visión que no salgan a protestar para destruir sino para construir, que antes de tirar una piedra, decir un insulto, mandar un mensaje o expresar de manera ofensiva su punto de vista y sus intereses, se pongan en los zapatos de los otros. Que antes de salir a marchar en medio de una enfermedad mortal, piensen en aquellos que murieron en la UCI, y en los que morirán, pero también, que sepan que si marchan lo hacen por todos y no solo por aquellos que los apoyan.
La invitación es a que aportemos soluciones. En lo personal, no me interesa el por qué este gobierno es malo y el anterior también, pues estas discusiones de por qué A es una porquería, B es peor y C es lo único que sirve, no me aportan a la construcción de país que tanto necesita Colombia. Sí, estamos en crisis y eso es una verdad clara, pero las crisis no se solucionan tumbando a uno y montando a otro, se arreglan planteando estrategias...
Hablemos de ¿cómo evitar que las personas se sigan muriendo por el Covid?
Discutamos ¿qué estrategias económicas se pueden implementar sin que se afecte al ciudadano de a pie, pero resolviendo la crisis en que nos dejó la pandemia?
Propongamos ideas concretas para que los vándalos no deslegitimen las protestas de aquellos que constitucionalmente están legitimados para expresar sus opiniones en un marco de respeto con el otro.
Y ante todo entendamos que nuestro derecho termina donde empieza el del otro, pues el día que esto se entienda, en el momento en que la ciudadanía comprenda que respetar al otro es el primer paso, ese día será aquel en que yo vuelva a creer que aquí hay una salida latente para esta nación guerrera, que tiene tanto potencial y que para tristeza de muchos hoy, está rota.