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OPINIÓN

Elucubraciones de un literato que pretende convertirse en abogado 

Por: Karen Sofía Escobar León 

En el año 1774 se pública en Europa, “Las penas del joven Werther”, una novela de carácter epistolar sobre las desventuras de un joven estudiante de derecho que tal vez no deseaba serlo. Ahora bien, más allá del impacto que tuvo la novela en su momento, lo que resulta curioso es que Goethe, su autor, ya había pasado por la escuela de derecho, y al momento de escribir a Werther, se encontraba trabajando en un tribunal en Wetzlar.  

 

Pero Goethe no es el único que eligió acompañar sus estudios de literatura con el derecho. Hay una gran lista de literatos que han sido al mismo tiempo abogados, entre ellos podríamos mencionar nombres como el de Schiller, Vargas Llosa, Tolstoi, Carlos Fuentes, Flaubert, y casi que se puede agregar a García Márquez, aunque este último decidió retirarse de la carrera de derecho en su tercer año para seguir su pasión por el periodismo.  

 

Uno podría llegar a pensar que la relación entre las dos carreras se encuentra entre la cantidad de documentos que se leen o en la necesidad de comunicarse correctamente a nivel oral y escrito, sin embargo, lo que las hace complementarse abarca un campo un poco más amplio.  

 

Los estudios literarios, se encargan de interpretar, abstraer, e incluso crear significados. Pueden leer una imagen, una película, un libro, una ciudad y crear conceptos que a su vez se organizan en estructuras lógicas a partir de lo que allí observan, dependiendo del enfoque por el cual se tome el objeto de estudio, las conclusiones serán diferentes y asimismo lo serán sus abstracciones de pensamiento. De la misma forma, los abogados funcionan bajo diferentes lógicas jurídicas, y algunos de sus conceptos rozan lo literario en el sentido de que, a veces, introducen ficciones a sus conceptos. Claro, las ficciones literarias tienen un poco más de libertad creativa que las ficciones jurídicas, pero esta libertad de creación de la literatura es también una libertad de abstracción, que nos permite desarrollar y pulir la capacidad de analizar desde lógicas diferentes a las propias, habilidad que, al momento de analizar una sentencia, un caso, e incluso escuchar a quien requiere una asesoría jurídica, es necesaria. 

 

En este sentido, no pretendo decir que la literatura sea la única forma de aprender a abstraer o analizar lógicas diferentes, pero si es una forma de practicarlo y con ello facilitar el desarrollo de estas habilidades.  

 

En la multidisciplinariedad como tal, se encuentra la posibilidad de encontrar aquello que tal vez centrándonos en un solo campo no hubiéramos pensado, pues a veces se nos olvida que todas estas artes, conocimientos, ciencias y oficios que estudiamos por aparte en lo académico, funcionan en conjunto cuando son aplicadas al mundo real. Tal nos lo muestra Goethe, quien aplicaba en su práctica del derecho la dramaturgia, los estudios literarios, la filosofía, o el mismo Adam Smith, conocido por sus escritos sobre la economía, pero cuyos estudios iniciales fueron sobre filosofía moral.  

 

Un lector atento ya se habrá dado cuenta de que la mayor parte de los ejemplos que he dado son de corte clásico o romántico, y que tal vez, este elucubrando al respecto de las correspondencias existentes entre derecho y literatura. Probablemente otros les den diferentes razones por las cuales existe la mixtura entre ambas. Sin embargo, espero que haya valido la pena apreciar las observaciones de esta estudiante que ademas de buscar un título de profesional en estudios literarios, también busca ser abogada.  

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