top of page

QUERELLANDO

Qué difícil es agachar la cabeza en Colombia

SIGUIENTE PREGUNTA,
SEÑOR PERIODISTA

Un repaso por este país del Sagrado Corazón, en donde preferimos irnos hasta las últimas consecuencias para defender lo indefendible antes que pedir perdón y aceptar los errores.  

Fuente: Archivo personal Foro Javeriano

Por: Martín Jaramillo

Ya es bien sabido el caso de la pizza en la feria Buró que terminó desencadenando en muchos otros testimonios de miembros del Staff de la feria que tuvieron que padecer el maltrato y la discriminación por parte de María Alejandra Silva y Martha Soto, hija y madre y cabezas de Buró. Esto, mostrado en la página @NoMasBuro en Instagram y en la publicación hecha por Pablo Matiz. Al fin y al cabo, la unión y visibilidad que se le dio a cada uno de los casos generó lo que, creo yo, es el acabose de esta feria tan reputada (en el más amplio sentido del adjetivo).  

En aras a la verdad, empiezo este artículo confesando que yo fui miembro del Staff de Buró en diciembre de 2019. En mi caso, aclaro que no tengo un hecho en particular de maltrato por parte de estas señoras, aunque María Alejandra prefería que la llamara ‘señorita’. Sin embargo, durante ese mes percibí la calidad de personas que eran. Noté la capacidad de discriminar a porteros, personal logístico y al staff simplemente por su posición. Seres poco humanos con una apología al dinero digna de esa Colombia de hace treinta años. Dos señoras sumamente trabajadoras y dedicadas que hacen todo lo que esté a su alcance para que la feria salga como lo planearon, esto último roza con lo maquiavélico. De la misma forma, considero importante hablar del ambiente laboral. Por un lado, hice grandísimos amigos, a quienes agradezco por haber hecho llevadero el trabajo. Por otro lado, todo el staff anduvo durante la feria temeroso con cruzarse a estas señoras; en mi caso en particular, a María Alejandra, ya que a Martha -su mamá- la traté poco.  

Pues bien, por estas razones decidí no volver a trabajar en Buró. De todo esto me quedaron varias conclusiones. Empiezo por las obvias: que ‘de tal palo tal astilla’. Además, y para citar una canción de salsa -al mejor estilo de Andrés Caicedo- acá aplica que “árbol que nace doblao’, jamás su tronco endereza”1, y lo digo porque desde que entré supe que siempre han actuado de la misma forma y siempre hubo problemas; sólo que esta vez, dado lo mediático del caso, les tocó recular (otra vez, en el más amplio sentido del verbo). Otra reflexión que me quedó es que fue el pedazo de pizza más caro en la historia del país, está claro que un alimento no se le debe negar a nadie. Sin embargo, mi mayor preocupación en todo este escándalo es una incógnita a nivel nacional; es algo intrínseco del colombiano y no lo deberíamos normalizar: ¿Por qué nos cuesta tanto pedir perdón? 

No vi en ningún momento a las organizadoras de evento pidiendo perdón puntualmente por lo sucedido. Es más, en un comunicado escrito, en un video publicado en las redes sociales de Buró y en el mismo perfil de María Alejandra y en una entrevista en La W se “disculparon” de una forma muy nuestra: saliéndose por la tangente. Esta jugada tan oriunda de acá, del país del instinto a hacer doble fila, a colarse; y en el peor de los escenarios: “cuelarse”.  

Esta jugada mencionada anteriormente es fácil de explicar: consiste en dar una respuesta que no corresponde a lo que se le pregunta, en cambiar el tema con sutileza ante una situación de incomodidad o peligro. En la gran mayoría de los casos, dicen mucho pero no dicen nada.

 

Pues bien, en este no tan exhaustivo análisis que he hecho sobre esta clase de personas que vinieron al mundo con la incapacidad de pedir perdón, he encontrado varios puntos en común. En primer lugar, tienen una posición de poder y muestran esa superioridad al momento de equivocarse. No obstante, se salen por la tangente al verse obligados a disculparse. En segundo lugar, noté en gran parte de los casos analizados una tendencia al arribismo, o más bien, a no verse abajo. Considero que hacen parte de ese selecto nicho de personas que come feliz una Biscolata, pero les da pena que los vean en un D1. En tercer lugar, noté que tienen siempre las mismas frases trilladas para hacer esa mencionada salida tangencial. Traigo una cita del libro ‘Por eso estamos como estamos’2 en donde los brillantes autores muestran algunas de éstas: 

“’Quieren enlodar una trayectoria hecha a pulso y con el bien común como única motivación’, ‘El pueblo colombiano me conoce, conoce mi trayectoria y sabe que yo sería incapaz de hacer algo como aquello de lo que me acusan’, y, por último, ‘tengo familia’” 

Para explicar lo anterior en el caso de Buró, se puede ver desde la siguiente frase del video que subió a redes sociales María Alejandra y la página de Buró:

 

“Soy una humana en aprendizaje y, como líder de esta iniciativa, también tengo mucho que aprender diariamente. Pero lo que no podemos dejar atrás y permitir es que esta situación afecte a emprendedores y a tantas personas que hacen parte de esta gran familia Buró. Gracias infinitas por escucharme, por acompañarnos, por creer en Buró y en una Colombia unida.”

 

Casos como este hay varios. Hace poco cuestionaban en La W al Defensor del Pueblo, Carlos Camargo, ya que, aparentemente, estaba en su finca -y no defendiendo al pueblo- durante los primeros días del Paro Nacional. Vale la pena aclarar que el periodista le decía que tenían pruebas que mostraban a los escoltas del Defensor pasando el peaje vía a su finca durante ese fin de semana y que le respondiera en dónde había estado durante esos días. A lo que el Defensor, como era de esperarse, respondió: “nosotros estamos desde cualquier lugar de Colombia atendiendo las preocupaciones en materia de Derechos Humanos, he estado dedicado 24/7 con mis funcionarios”. Es decir, otra salida por la tangente para no decir el lugar físico donde se encontraba.

   

O qué pensar del escándalo por la reventa de boletería en las Eliminatorias rumbo al Mundial de Rusia 2018, en donde la Federación Colombiana de Fútbol tuvo que pagar una multa de más de dieciocho mil millones de pesos ya que, junto a Ticketshop, idearon y ejecutaron un sistema que permitió desviar de forma masiva la boletería, con fines de reventa a precios muy superiores a los establecidos.3 Nos quedamos esperando la renuncia de los miembros (otra vez, en el amplio sentido del sustantivo) del Comité Ejecutivo de la Federación Colombiana de Fútbol. El punto acá es que no pasa nada, todo sigue igual.

 

Así pues, frases como “fue a mis espaldas”, “aquí estoy y aquí me quedo”, “hay que aplazar el gustico” o “me acabo de enterar”, que son tan nuestras como impertinentes, le han hecho mucho daño al país. Nunca se supo bien qué pasó con los casos por los cuales se dijeron esas frases, lo que sí se sabe que es han traído consigo esa imposibilidad colombiana de pedir perdón, de aceptar los errores o de renunciar. Por el contrario, piensen qué tan bueno ha sido para la transparencia en la política y en la vida en general de los estadounidenses la renuncia del presidente Nixon luego del escándalo de Watergate.

 

En fin, fue un pedazo de pizza muchísimo más costoso de lo pensado. Además, creo yo, si hubieran agachado la cabeza y pedido perdón, hubiera habido un mejor desenlace. En este momento Buró ya perdió el apoyo de la gran mayoría de expositores, sin mencionar el repudio por parte de los asistentes.

 

Todos nos equivocamos, es normal. Lo que no debemos normalizar son esas salidas por la tangente y esa forma de no reconocer los errores. Hay que saber agachar la cabeza. Diría Fito Páez que “errar a veces suele ser humano”.

bottom of page