OPINIÓN
El futuro de la democracia en la era digital; Retos y oportunidades
Por: Nicolás Pombo Sinisterra
Futuro, tecnología y democracia son 3 postulados que se tocan y debaten a menudo en nuestro contexto social y político. El mundo cambia a diario y la tecnología avanza, sumiéndonos de una u otra forma en ella. Resulta pues interesante preguntarnos por el futuro democrático de la mano de estas herramientas novedosas. Existen ya países con sistemas jurídicos, políticos y sociales basados en la tecnología; ¿Cómo les va? ¿Qué han hecho para llegar allá? Veremos cuáles son y para qué sirven esos instrumentos que están cambiando sociedades y comunidades políticas alrededor del mundo. Estudiaremos diferentes escenarios como las elecciones populares de manera digital, la incidencia de las redes sociales en la intención del voto, la necesidad de abarcar tecnológicamente a los territorios fuera del alcance de esta y, finalmente, haremos una reflexión sobre la juventud idiotizada por la tecnología.
Para estudiar este tema que a todos nos concierne, aunque a algunos los inspire y a otros les preocupe, es menester empezar por diferenciar, entender y describir los conceptos que aquí abarcaremos. La democracia, entendida como la base de la mayoría de las sociedades del siglo XXI, ha sido definida por una infinidad de autores valiosísimos con ideas encantadoras. Yo, me quedo con el postulado de que la democracia es “El sistema en el cual se establecen reglas para que la mayoría tome decisiones, respetando los derechos y los intereses de la minoría, basados en el pluralismo y la alternancia del poder” (Dr. Álvaro Motta Navas). Ahora bien, la tecnología, teniendo en cuenta el contexto espaciotemporal en el que nos encontramos, podría ser definida como un “Todo”, pero para no dar una definición tan vaga y repetitiva, me gusta pensar en ella como “El conjunto de técnicas y avances científicos que nos permiten ser parte de una sociedad, en busca de una serie de objetivos como lo son los bienes y servicios.”
Entrando en materia, entonces, si hablamos de unas posibles elecciones “virtuales”, podemos entender el primer reto que el Estado tendría frente a ellas. Teniendo en cuenta el contexto económico en el que se encuentran las poblaciones ubicadas en zonas rurales, el gobierno, garantizando la democracia, tendría que llevar a ellas la tecnología suficiente para llevar a cabo una jornada electoral. Interesante pensar en esto como una oportunidad, para dotar de avances y progreso a las poblaciones menos favorecidas. La educación, por ejemplo, considero que sería uno de los pilares, aprovechando la causa y logrando una transición tecnológica eficiente y duradera.
Por otro lado, podríamos pensar que esta transición, en materia de elecciones, ayudaría directamente a lo que yo llamaré “velocidad democrática”, sin quitarle merito al sistema electoral colombiano, el cual considero, ha funcionado adecuadamente en los últimos 30 años. Sin embargo, creo fielmente que esta implementación futurista nos brindaría un escrutinio más rápido y vigoroso. Países como los Estados Unidos de América ya han optado por el voto digital, por lo que este constituye un ejemplo perfecto para transitar a nuestro siguiente y último tema en el cual vislumbraremos los riesgos.
Si hablamos de la tecnología como aquel mundo ideal en el que hoy en día hacemos nuestras vidas, ¿Qué es lo que nos causa desconfianza en ella a la hora de votar? Sobre el voto digital en los Estados Unidos, han surgido una serie de reflexiones al respecto. La seguridad democrática debería resultar más importante que la velocidad democrática, esta última siendo un potencial camino a que las elecciones sean hackeadas cibernéticamente; de ahí el primer miedo. No obstante, también puede haber miedo por otros aspectos, por ejemplo, el impacto de la inteligencia artificial en las sociedades actuales. ¿Resultaría fácil falsificar la identidad de una persona? O respecto a la compra de votos; ¿Sería posible comprar votos por internet, así como otros compran “likes”?
La juventud, a través de la tecnología, constituye la cabeza del poder social y político del mundo. Somos nosotros los capaces de incidir en la intención del voto popular, por el medio más básico como las redes sociales o el más complejo como la inteligencia artificial. Podemos poner o bajar presidentes. Hagámoslo bien.