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ESPECIAL

Una opinión sobre la transición energética basada en la experiencia. 

Detrás de tu energía  

Antonio Celia Martínez-Aparicio, presidente de Promigas por 26 años, habla con Foro Javeriano sobre las complicaciones y aciertos del sector energético. 

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Por: Alejandra Lucía Vélez Bellini  

Antonio Celia Martínez-Aparicio fue presidente de Promigas desde 1992 hasta 2018. Es ingeniero, graduado de Worcester Polytechnic Institute y ha realizado estudios de gerencia financiera en el MITM; en Finanzas Corporativas del Banco Mundial. También participó en el programa para presidentes de empresa de la Universidad de los Andes y en el programa de gerencia avanzada de la Universidad de Pensilvania. Actualmente es profesor visitante en práctica del London School of Economics y en este semestre visitante académico de Oxford.  

El Gas Natural, tiene presencia en el 65% de los hogares del país. Lo usa la gran mayoría de la industria. Es el octavo en el mundo en el uso del GNV y es el combustible que le da firmeza a sistema eléctrico. 

Foro Javeriano: ¿Cómo se comporta en Colombia el trilema energético (de sostenibilidad, seguridad de suministro y asequibilidad de la energía), ante el incremento del precio y la falta de seguridad jurídica en el mercado energético, particularmente frente a las energías fósiles? 

Antonio Celia: Yo creo que esa es la gran pregunta que hay que hacerse. A estas alturas nadie duda de que hay que hacer una transición energética; las discusiones que deben darse en tono amable y técnico giran en torno a ¿cómo y cuándo se hace la transición energética?  

No hay que perder de vista que la transición energética busca un impacto positivo para la sociedad, busca que las comunidades estén mejor de lo que están ahora. Eso plantea que ciertas medidas para acelerar la transición energética que no sean factibles, porque sus impactos son contraproducentes, sean eliminadas.  Este tema ya está bastante probado y a veces nos devolvemos en la discusión, creando una especie de conversación circular con el Gobierno, cuando está demostrado que Colombia tiene que hacer una transición inteligente que no puede ser, lamentablemente, tan rápida como algunos funcionarios del Gobierno quisieran.  

En el plano ideológico hay muchas cosas que uno quisiera hacer, pero se enfrenta a ciertas realidades que no lo permiten. La realidad es que Colombia no puede prescindir tan rápidamente del petróleo y el gas natural por los impactos macroeconómicos y sociales positivos que genera para la sociedad y las comunidades.  

F.J.: Una de las mayores justificaciones de esta transición es la limitación de los recursos, ¿en algún momento de sus 26 años como presidente pensó que los suministros de gas no eran suficientes para abastecer el país?  

A.C.: Es una muy buena pregunta, creo que no ha salido a relucir en esta discusión. Nosotros empezamos en el 93 con el gobierno de Cesar Gaviria, un ambiciosísimo plan de masificación de gas natural que tenía todo un soporte técnico y una demostración científica de los beneficios que brindaba. En ese momento (si no recuerdo mal) la relación de reserva a producción que se daba no era superior a 15 años y en algún momento también se planteó que esta información podría ser frágil. El tiempo terminó dándonos la razón a quienes pensábamos que era suficiente. En Colombia desde el año 93 no ha faltado el gas natural, porque hay un esquema adecuado que incentiva la búsqueda y hay alicientes suficientes para buscar y usar gas natural en todas las manifestaciones posibles.  

La limitación de los recursos y el alcance de las reservas siempre será un tema recurrente, pero se demostró que eran suficientes para seguir con el plan de masificación. Lo importante es tomar decisiones con la mayor cantidad de información disponible y adelantar las acciones que correspondan. Si nosotros hubiéramos pensado que esa relación de reservas era débil, no hubiéremos hecho el plan de masificación de gas natural en Colombia que es, SIN NINGUNA DUDA, uno de los mejores planes que se ha adelantado en el mundo. El cual mereció un premio mundial en el Consejo Mundial de Gas de la Haya en 2009.  

F.J.: Como usted dijo, Promigas presentó una ponencia al Congreso Mundial de Gas en 2009 en Holanda; esta fue seleccionada como la mejor ¿estamos alejados de ese modelo? 

A.C.: No, es un modelo perfectamente replicable y eso se ha ido multiplicando en cuanto los beneficios sociales y económicos del gas natural son muy grandes. No lo digo solo yo, hay mediciones de impacto contundentes sobre el tema. Es un modelo que buscaba remplazar la cocción que se hacía (o se hace en algunos casos) con leña, por gas natural. Se entendía como un cambio a energía limpias en donde el gas natural solo representaba un eslabón más, un componente de transición. Y así se ha entendido en todos los escenarios planteados.  

La situación es básicamente la misma, solo que ahora hay un ruido muy grande en los mercados que afecta la inversión privada. Esto hace que el inversionista se pregunte si realmente en Colombia es bienvenida la inversión en la búsqueda de gas natural. Es un tema preocupante, puesto que, como dije anteriormente, no se puede cortar el horizonte de la vida del Gas natural tan repentinamente, puesto que entre el 65 y el 68% de las residencias en Colombia usan gas natural. Las decisiones deben ser cuidadosas, conscientes e integrales.  

F.J.: Hablando de la importancia social del gas natural, en su discurso de despedida de Promigas usted hablo de la revolución social del gas ¿para usted que significa esta revolución social? 

A.C.: La revolución social del gas fue que la gente pasó de cocinar con leña, o con algo peor como lo era el cocinol en Bogotá. Eso generaba una cantidad de accidentes espantosa, que terminaban en muertes. El plan de masificación de Promigas eliminó todos esos usos ilegales de cocinol en Colombia, por un combustible mucho más económico, eficiente y seguro. Hay muchos documentos que indican que el impacto ambiental fue enorme, sobre todo en la sustitución de leña. El impacto económico fue el crecimiento del PIB de algunas regiones y la reducción de la factura a las familias con menos ingresos.  

F.J.: Según su experiencia ¿cuáles podrían ser las características del rediseño del mercado energético?  

A.C.: Le pondría todos los números y correría todos los escenarios posibles. Me refiero a que calcularía a detalle cuáles son todos los impactos de remplazar gas natural y petróleo. Lo más parecido a lo que yo haría, es un documento que preparó un experto en el tema que se llama Juan Benavides, quien identifico una ruta de transición energética viable. Además, revisaría o repasaría que la transición conlleva una serie de acciones que no se suelen tener en cuenta, como que la construcción de molinos para la energía eólica requiere acero y manufactura importante; así mismo lo requieren los paneles y demás estructuras. Yo recomiendo leer documentos técnicos y hacer simulaciones técnicas que demuestren las probabilidades, los precios y los impactos. Sobre este tema recomiendo al científico Vaclav Smil, que ha escrito profusa y detalladamente sobre los impactos reales de la transición energética, porque desde luego hay que hacerla, pero de pronto no necesariamente es el paraíso soñado.  

F.J.: ¿Qué piensa del proyecto del hidrogeno verde desarrollado en Cartagena? 

A.C.: Yo ya estoy alejado del sector porque me he dedicado al mundo académico, pero es un gran salto tecnológico producto del centro de investigación de Promigas. Es un primer paso, puesto que todavía estamos lejos de que el hidrogeno verde sea económicamente factible. Aun así, es muy plausible que empresas como Promigas estén a la vanguardia de este tipo de proyectos.  

F.J.: ¿Cuál fue su mayor dificultad como presidente de Promigas? 

A.C.: La vida corporativa tiene altibajos y muchos sin sabores. Introducir el gas no fue tan fácil, la gente desconfiaba. Fue difícil convencer a la gente de que usara gas natural puesto que los cilindros de gas ya generaban los suficientes inconvenientes, ahora la simple idea de tener una tubería constante del recurso era asustadora; tuvimos que hacer un trabajo psicológico profundo.  

Luego tuvimos una etapa de inseguridad muy dura, puesto que Promigas fue uno de los blancos favoritos de la guerrilla por mucho tiempo. Tuvimos decenas de atentados guerrilleros, manejar la seguridad es muy complicado, porque produce zozobra y angustia. De alguna forma te mina y sientes cortada tu libertad. De resto, mi carrera en Promigas fue una maravillosa carrera que disfruté enormemente, donde me siento orgulloso de los equipos que construimos, los logros que tuvimos y las amistades que realice. Yo siempre dije que nos divertíamos trabajando, queríamos demostrar que se puede ganar dinero, que es la función del empresario, de manera decente: remunerando bien, teniendo una buena relación con las comunidades y respetando las diferentes creencias.  

F.J.: En varias ocasiones ha cuestionado el exceso de reglamentación en el sector energético, ¿cómo ve el panorama actualmente? ¿aún piensa lo mismo? 

A.C.: Quiero comenzar diciendo que el capitalismo ha triunfado. No hay un sistema económico que sea menos malo que el capitalismo, pero claramente al capitalismo no se le puede dejar solo porque se desboca y produce una cantidad de problemas, entre ellos las desigualdades. Dicho esto, es inminente decir que hay sectores que tienen que ser regulados, entre ellos el gas.  

La clave de la regulación es tomar un justo equilibrio, en donde el monopolio no se exceda, pero a la vez tenga incentivos para invertir dinero. ¡Eso es un arte! Porque si no crecen no hay servicios en el futuro. Desde la primera regulación del sector realizada en el 94 ha habido muchos atrasos, en materia de complicaciones, complejidades, enredos innecesarios y demoras. Por ponerlo de otra forma, hemos tratado de escribir todo lo que pueda pasar (esto se llama incontinencias quirografarias) y eso nos lleva a una estructura de regulación supremamente compleja, pesada y lenta. El ejemplo caricaturizado que yo utilizo para ilustrar esto es que una resolución de tarifa de transporte de Promigas en los años 90 podía tener 14 a 20 páginas, hoy tiene 160.  

Hemos complejizado el Estado a punta de leyes y decretos porque pensamos que las normas pueden resolver los problemas y la respuesta es NO. Hemos maximizado un mito o un fetiche, pero no solo aquí sino en toda Latinoamérica, en donde pasamos decretos o CONPES pensando que con eso resolveremos los problemas, pero nos hemos olvidado de algo central: el Estado tiene que ser funcional. De nada nos sirve todas esas leyes si no se cumplen. La regulación se ha vuelto mucho más compleja y eso tiene consecuencias graves, puesto que el sector privado va mucho más rápido, entonces la regulación termina siendo un freno inadecuado.  

F.J.: ¿Qué efecto puede tener el riesgo político en el mercado energético, particularmente en la inversión? 

A.C.: Hay que identificar cuál es el horizonte real de donde vamos a recibir inversión extranjera. Hay alternativas para la explotación de petróleo, pero prohibir la explotación en Colombia no tiene sentido porque si no explotamos, no vendemos petróleo y nos quedamos “con el pecado y sin el género¨; seguiremos usando la gasolina y cargando la refinería de Cartagena y los carros usarán energía, creando una ecuación equilibrada.  

El Gobierno en algún momento tiene que ser claro y poner sobre la mesa una transición clara y adecuada, con base en resultado probado en ejercicio de simulación, para que todos los agentes de esta cadena sepan a qué atenerse. Ahora bien, yo creo que las empresas de petróleo grandes ya saben hasta dónde van a llegar; ellos tienen listas sus cuentas y saben hasta qué momento van a invertir. Precisamente porque es su negocio y afecta directamente su bolsillo, ya deben tener planes de transición a una energía mucho más amistosa. Entonces, entre el conocimiento del sector privado en esa materia y el Gobierno debe surgir un plan que sea conocido y maximice los beneficios para la sociedad, no solamente para unos ciertos individuos y personas. 

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