ESPECIAL
Dentro del caos
VISITANDO HOSPITALES EN TIEMPO DE COVID
Foro Javeriano se acerca de primera mano al centro donde se desata la lucha más importante de nuestros días y abre las puertas de los hospitales donde día a día se libra una nueva batalla contra un enemigo común.
Fuente: Archivo personal
Por: Orlando Buelvas Dajud
Sin lugar a dudas, estos tiempos tienen a más de uno contra las cuerdas, no es casualidad que a diario los gobiernos departamentales y alcaldías reporten el estimado porcentual de camas disponibles de cada hospital y clínica en los respectivos municipios y distritos.
Han sido momentos complejos, toque de queda en las regiones, cuarentena obligatoria por sectores, miles de negocios cerrando, múltiples muertes reportadas a diario, una incesante sensación de incertidumbre que agobia y más, mucho más.
Los hospitales no han sido ajenos a estos cambios, son sin lugar a dudas el ring donde se desata la lucha más importante del siglo, cientos de funcionarios llegan a diario a luchar contra un virus que no entienden y del que poco se sabe. Reciben pacientes en condiciones diversas y enfermedades dispares como nunca, es tal vez, la distopía que nunca imaginamos, tomando forma frente a nuestros ojos. Desde enfermeros, a médicos o porteros deben iniciar su día sin saber como va a terminar, tomando precauciones y encomendando su suerte a Dios o al destino, pues en estos tiempos ya nadie sabe nada.
Pero para nosotros los que no acostumbramos frecuentar estos lugares, visitar un hospital es algo que no se olvida fácil, menos hoy por hoy. Al llegar, Desde fuera todo es un caos, los parqueaderos están llenos sin importar la hora y se siente la impaciencia en el ambiente, aunque es el lugar donde el tapabocas no puede faltar, el estrés de tener algún familiar dentro de una de esas frías habitaciones hace que lo olvides todo. Se ven llegar ambulancias, en algunos lugares ciertas personas se abrazan y celebran victoria contra el maldito virus chino, mientras otros lloran desoladamente por la partida de su ser querido que hoy ya contempla los misterios que esconde la muerte, otros se arrodillan a rezar fuera del hospital esperando un milagro o por lo menos una respuesta, están también los enfermeros corriendo por doquier tratando de cumplir con algunas de sus muchas tareas, los médicos caminan con caras indescifrables sin hablar con nadie y no faltan los curiosos que sin un motivo muy entendible se acercan a contemplar esta tragedia que parece más un circo sin payasos y sin risas.
No importa si es de día o de noche, incluso puede estar lloviendo torrencialmente, la sensación de angustia fuera de los hospitales es la misma para todos, cada quién cruza miradas curiosas, en cada mente no hay más espacio que para la preocupación, y esa pregunta que nunca falta “¿y ese qué está mirando?”, pero al fin, nadie mira nada, todos buscan olvidar el presente, pero luego descubren que tal hazaña es imposible, que hay que enfrentarlo con o sin miedo. Al fin y al cabo, solo en el presente están las respuestas del pasado que nos apremia.
La sala de urgencias es un desastre, normalmente ese es el lugar donde los estudiantes de último año de medicina dan sus primeros pasos y bueno… aprender a caminar es difícil para todos, más cuando en tiempos como estos esperan que desde el primer día ya sepas correr y saltar. Sin embargo, todos tratan de corresponder y cumplir su deber, dar los diagnósticos acertados, atender con la dignidad que todos merecen, secarse las lagrimas y volver a empezar porque si un paciente trae una historia trágica, no hay que hacer de los otros una desgracia parecida. Es difícil, pero peor sería rendirse.
Para entrar, es necesario que te señalen con un aparato que toma la temperatura y te preguntan “¿ha tenido fiebre? ¿ingresa por síntomas de gripa?” y bueno, no se quien sea más inocente, si los que se asustan cuando les toman la temperatura o los que se atreven a decir que tuvieron gripa para que luego los metan en una sala donde están todos los sospechosos a ser positivos de Coronavirus.
Entras al hospital con la esperanza de ver a la persona que tanto has pensado y el tiempo se congela, cada minuto es peor y las caras largas de los médicos no auguran nada bueno, la desesperanza te consume, hasta que por fin logras entrar y lo ves, sonriendo, mirándote, luchando, triunfante por fin. Y vuelves a reír, y vuelves a creer. Porque la vida sigue, y el que no libre batalla nació condenado.