QUERELLANDO
Esta columna va dedicada a todos esos primeros trabajos que nos dejaron una huella en el alma.
Misión cumplida: primer trabajo completado, ¿y ahora qué?
Adiós, primer trabajo. Gracias por las lecciones, por los amigos y por la oportunidad de crecer. Llevas un lugar especial en mi corazón. Y ahora, con la frente en alto y la mirada puesta en el horizonte, me lanzo a la aventura de lo que está por venir.
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Autor: Eduardo José Aldana Salazar
El primer trabajo. Esa etapa llena de emociones encontradas, aprendizaje constante y la dulce sensación de independencia. Un espacio donde forjamos nuestra identidad profesional, donde cometemos errores, celebramos victorias y crecemos a pasos agigantados. Dejarlo atrás no es una tarea fácil, pues implica despedirse de una parte importante de nuestro camino.
Se recuerda vívidamente el primer día; el nerviosismo, las expectativas y un sinfín de preguntas rondaban la cabeza. Poco a poco, uno se va adaptando a la rutina, a los compañeros, a las exigencias y responsabilidades. Cada día era una nueva aventura, un reto por superar, una oportunidad para aprender. Con el tiempo, ese primer trabajo se convierte en un segundo hogar. Donde se comparten risas, cafés, confidencias y momentos inolvidables con los compañeros. Se forja un vínculo especial, es una especie de familia con la que se puede contar en los momentos difíciles y con la que se celebran los logros.
Sin embargo, llega el momento de dar un paso al frente, de explorar nuevos horizontes y buscar nuevos desafíos. La decisión no es fácil, pues implica dejar atrás la seguridad, la comodidad y el cariño de quienes se convirtieron en nuestros amigos entrañables. Es tener un adiós con sabor agridulce en la boca y en el corazón. Dejar el primer trabajo no es un simple trámite. Es normal sentir una mezcla de nostalgia, incertidumbre y emoción. Nostalgia por los momentos compartidos, por las experiencias vividas y por la etapa que llegaba a su fin.
La incertidumbre se convierte en un amigo, pues no se sabe que es lo que viene. Son muchas preguntas que inundan la mente y el corazón por los nuevos retos que se aguardan y por el camino que se está por empezar a recorrer. Pero a su vez también se tiene la una sensación de emoción por la oportunidad de seguir creciendo, de explorar nuevas posibilidades y de perseguir sueños con más fuerza que nunca.
En este punto aparece una extraña sensación en el corazón llamada gratitud. Se tiene que ser consiente que pesar de la tristeza que implica despedirse, el corazón se llena de una sola sensación que solo puede ser explicada con la palabra gracias. Pues son muchas las cosas que se tienen que agradecer: el apoyo, la amistad, las lecciones aprendidas, la confianza que uno recibe y un sin número de situaciones o emociones por las cuales se tiene que estar agradecido.
Se tiene que ser consciente que dejar el primer trabajo no es un adiós definitivo, sino un hasta pronto. Es cerrar una puerta con la satisfacción del deber cumplido, con la gratitud por las lecciones aprendidas y los compañeros que se convirtieron en amigos. Es llevarse consigo una maleta de experiencias y recuerdos que nutren el alma que te prepararon el camino para nuevos desafíos.
Un nuevo capítulo se abre ante nosotros, como un libro en blanco que espera ansioso por ser llenado con nuevas historias, nuevas personas y nuevos retos. Es la oportunidad de explorar nuevos horizontes, de descubrir habilidades que permanecían ocultas y de reinventarnos para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
El camino que se extiende ante nosotros no estará exento de dificultades. Porque claro que habrá obstáculos que superar, momentos de duda y alguno que otro error. Sin embargo, la valentía y la determinación serán nuestras aliadas. La confianza en nuestras capacidades y la pasión por lo que hacemos nos impulsarán hacia adelante, recordándonos que el éxito no es un destino, sino un viaje que se disfruta paso a paso.
Cada paso que demos en este nuevo camino estará marcado por la búsqueda de la felicidad, la satisfacción personal y el desarrollo profesional. No se trata solo de alcanzar el éxito a toda costa, sino de gozarse cada uno de los momentos que se van a vivir. Entender que no sabemos todo, que no somos una clase de dios todo poderoso que tiene la respuesta adecuada a cada pregunta. Es en ese momento que es importante pensar en esas sensaciones que se tuvieron un tiempo atrás cuando se empezó en ese primer trabajo.