QUERELLANDO
Para la ocasión
El día que votaron los ciegos
Foro Javeriano recuerda la elección de presidentes de 2022.
Por: Orlando David Buelvas
El domingo 29 de mayo de 2022 se cumplieron los sueños de Saramago. En Colombia votaron los ciegos. Aquel fue un domingo como cualquier otro. Las familias despertaron con el sentido deber de ejercer su sagrado derecho al voto y consagrar, por medio de la democracia, a la voluntad del pueblo como rectora del futuro próximo. A las nueve de la mañana en la capital las iglesias estaban atestadas, mientras los sacerdotes recodaban la importancia del voto y que no puede darse poder a un hombre que contradiga a lo divino; los agnósticos se reunían en cafeterías y los comunistas leían periódicos que solo leían los comunistas. Aun así, la única diferencia entre toda esta gente, era que los agnósticos votaban cuando los creyentes estaban en la iglesia, los creyentes cuando las cafeterías se llenaban de agnósticos y los comunistas cuando terminaban sus debates.
Ahora bien, la causa principal que se recuerda de esta historia acaecida ya hace mucho, inició en una iglesia. Cuando el padre estaba por terminar la misa en la calle 72, levantó el Ostensorio consumando así la hostia, bebió el vino y enseguida los asistentes alistaron una fila tan larga que atravesaba todos los portentos de la capilla para recibir la sangre y el cuerpo de su señor. Tal fila se mantuvo quieta por prolongados momentos e inquietó a los que la conformaban, pero aquella inquietud paso a ser un caos cuando el primero de todos en recibir la sagrada hostia, gritó, “¡Estoy Ciego!”. Pronto, todos perdieron la tranquilidad al ver cómo, poco a poco, los fieles asistentes empezaron a perder la vista uno a uno. Un hombre, el primero en tomar la hostia resbaló y maldijo; otra mujer -la más fiel de todas-, al perder la vista, tal fue su temor, que corrió y termino metiendo su cabeza en el agua bendita estropeando su peinado; y otro niño entre llantos y sollozos, pateó a los perros que luego le arrancaron las ropas.
En poco tiempo toda la capital habría perdido la vista y así las provincias no se hicieron esperar. Desde Cartagena el noticiero informaba a la población que en Bogotá todos eran ciegos, pero este reportaje se perdió en su intento más noble pues el reportero perdió la vista al mismo tiempo que el camarógrafo. Así, la televisión se llenó de debates de hombres y mujeres ciegas que miraban a todo menos la cámara alegando que la votación se debía cumplir, pues era un deber y desde hace mucho tiempo antes de esta desgracia los ciegos ya votaban sin restricción. Las calles se llenaron de invidentes, los establecimientos eran asaltados por los pocos que aun podían ver, pues la naturaleza humana, aunque predecible es inevitable. En Montería las personas decidieron no salir a votar por miedo a no poder volver a sus casas. Mientras que en Bucaramanga salieron a votar, aunque no sabían a dónde. Los paisas de vistas nubladas cantaron en las calles alegando que preferían una democracia ciega a un corrupto en el poder.
El partido de la derecha culpó a la izquierda de este fenómeno, mientras que el de la izquierda culpó al centro, y el centro les pidió que conversaran, lo que era imposible porque había que elegir presidente. Todos salieron a votar, se dice que aquellos que eran ciegos desde antes guiaron a los nuevos en la materia para que se pudiera cumplir la jornada. Por lo que se consintió en que, en honor a la verdad, solo los “ciegos ciegos” (redundancia con la que se les llamó a quienes eran ciegos de nacimiento) debían ser los jurados de votación. Y así fue. Todos votaron. Y fue un desastre. Los comunistas marcaron decididamente la esquina superior izquierda del tarjetón, pues asumían que allí se encontraba su candidato, mientras los de derecha hacían lo propio con la esquina superior derecha del tarjetón, todos sin saber que para esta ocasión el tarjetón estuvo invertido, votando así por quien juraron nunca votar. El conteo de votos transcurrió con calma y esperanza, los ciegos ciegos rasgaban el tarjetón con sus dedos para ver donde se marcó con el lapicero y así contaron más de treinta millones de votos.
Finalmente, a las cinco de la tarde el líder de los ciegos ciegos (quién fue elegido por los candidatos presidenciales) comunicó que el conteo había terminado. A ciencia cierta no se pudo determinar una suma exacta, pues los ciegos al no poder ver el tarjetón muchas veces adivinaban, por lo que no se supo quién fue el ganador. Aun así, aquel que fungió como presidente lo hizo de manera tan corriente que todos aceptaron el resultado como legítimo. Cuando el mandatario se equivocaba, los de derecha decían que había sido elegido un presidente comunista, mientras los comunistas señalaban a su oposición. Alegaban, que los de derecha habían robado las elecciones y así todos se culpaban, pero como todo siguió igual y no hubo cambios en el país. Todos sabían que los ciegos ciegos eligieron a un presidente digno de ser mandatario de Colombia.