OPINIÓN
2019-I
QUE EL AMOR NO NOS HAGA NECIOS
Andrés Felipe Puentes Díaz (VI Semestre de derecho)
La facultad de derecho de la Javeriana es muestra del país en el que vivimos: pluralista y multicultural. Dentro de las aulas en las que habitamos muy pocas veces encontramos consensos alrededor de alguna postura. Como dirían por ahí: donde hay dos abogados hay tres interpretaciones. Sin embargo, existe un tema particular en el cual la gran mayoría de los javerianos está de acuerdo: amamos a nuestra universidad, y amamos a nuestra facultad.
Este amor hacia lo nuestro ha sido una de las razones que ha permitido que nuestra facultad sea tan gloriosa. El espíritu comunitario que nos inunda cada vez que nos topamos con un colega de facultad es innegable. Somos y seremos, a mucho orgullo, estudiantes y egresados de esta institución.
Para bien o para mal, nuestra Universidad ha sido históricamente una de las mejores en el país, y en tiempos recientes, en Latinoamérica. Los profesionales que salen de estas aulas han sido, en su gran mayoría, el resultado de una educación de calidad que estuvo a la vanguardia en su momento. Pero los tiempos han cambiado y nosotros tenemos que cambiar con ellos.
Nuestra facultad en particular utiliza una metodología de enseñanza que era la adoptada hacia los siglos XVIII y XIX en Alemania y otros países de su influencia en Europa. En rasgos generales, esa metodología se centra en dotar a los estudiantes de un gigantesco repertorio dogmático que, en teoría, le servirá de base para la resolución de cualquier caso.
Precisamente, ha sido este abundante conocimiento sobre el derecho lo que ha distinguido históricamente a nuestros abogados de otros de distintas facultades.
A pesar de esto, es nuestro deber como amantes de nuestra facultad reconocer que la forma como hoy es entendido el derecho por la sociedad, tanto a nivel nacional como a nivel internacional, es completamente diferente a cuando maestros como Barrera o Muñoz estudiaron. Hoy por hoy, las exigencias del ejercicio de la profesión no demandan un abultado conocimiento de principios, conceptos, características y normas, sino por el contrario, la capacidad de resolver ágil y astutamente los casos que se nos presenten. Esto independientemente de si nos dedicamos o no al litigio. El abogado ya no es el oráculo que interpreta para una persona unos designios casi divinos, sino quien le ayuda a resolver sus casos adoptando la estrategia que le resulte favorable a aquella y a la justicia.
Si no adaptamos pronto nuestra forma de ver el derecho, los abogados de nuestra institución serán rápida y fácilmente reemplazados por las aplicaciones que empresas como LEGIS han lanzado con respecto a la identificación de leyes y jurisprudencia aplicables a un caso. ¡Tenemos que bajarnos de esa nube en la que nos montaron cuando entramos a la facultad! Las épocas de oro pasaron y debemos hacer un esfuerzo especial por modernizar nuestra metodología de enseñanza y aprendizaje.
DECANO, DIRECTORA Y DOCENTES: el momento exige que hagamos las reformas necesarias para que nosotros los estudiantes nos dotemos de herramientas prácticas de resolución de casos y de investigación. No se trata de convertirnos en otras facultades que no somos, o de volver a darle un vuelco al pensum académico, sino de dotar a las clases de instrumentos que nos aproximen al ejercicio real de la abogacía. Los consultorios jurídicos y la judicatura son insuficientes para este propósito. Este trabajo debe iniciar desde primer semestre, a través de cosas tan sencillas como la inclusión de un componente obligatorio de casos dentro del porcentaje a evaluar en las clases, o incentivos como la realización de moot courts u otras clases de simulación de juicios.
Tenemos que sentarnos a dar el debate. No puede ser que la decisión se tome desde el Consejo de Facultad. Abramos los espacios para que TODA la comunidad pueda opinar. De corazón les pido: no seamos necios…