ESPECIAL
La salud mental en la contienda electoral.
La cultura del malvivir
La salud mental está en su punto más crítico a nivel nacional. Sin embargo, los candidatos presidenciales utilizan dicha problemática como arma política.
Por: Juan Pablo Leaño Delgado (Columnista del Periódico “Al Derecho” de la Universidad de los Andes)
Un lunes cualquiera, al comenzar la noche, me di cuenta de que se estaba dando el primer debate de candidatos a la presidencia. Era momento de analizar las esperanzadoras propuestas. Sin embargo, el primer “diálogo” que escuché me hizo pensar que estaba en el canal equivocado:
—Yo me acuerdo de que, hace unos años, cuando fui a visitar a Gustavo, él estaba en una gran depresión, tirado en el piso y sin poder moverse. Pero bueno, no me voy a meter en su vida privada, continuemos con el debate —dijo Ingrid Betancourt en un tono acusador.
—Je, je, je —entonó Gustavo Petro su típica risa—, ¡yo no sufro de esa enfermedad! —declaró con temor a ser descubierto.
Gran parte del país se divirtió con este altercado; para otros fue insignificante; para mí y otros cuantos, en cambio, ese episodio generó repudio y pena. De hecho, la discusión de Petro y Betancourt me hizo percatar del desconocimiento y escaso compromiso que tienen los candidatos presidenciales con la salud mental.
En Colombia estamos ante los ojos del malvivir. Según el Ministerio de Salud, más del cuarenta por ciento de la población ha sufrido un trastorno mental. Asimismo, al analizar las cifras de Medicina Legal, se reportaron dos mil trescientos suicidios en el año 2021. Por otro lado, pero peor aún, según el psiquiatra Fabián Córdoba, ¡en Colombia sólo hay mil doscientos psiquiatras! Estos, claramente, se sitúan, en su gran mayoría, en Bogotá. Además, no es secreto que la actual pandemia ha deteriorado la salud mental de los colombianos; es más, la demanda en las clínicas psiquiátricas ha sido tan abundante que las ha llevado a un colapso sin precedentes.
Pero, no importa, somos de los países más felices del mundo…
Es cierto que en Colombia existe una amplia legislación en materia de salud mental, como lo es la Ley 1613 de 2016. Ahora bien, las cifras han puesto en evidencia que la brecha entre texto y contexto es alarmante; el derecho, simplemente, no ha funcionado para mitigar los casos de enfermedades mentales. Por lo tanto, es necesario que el Congreso recién electo entable una reforma en el campo de la salud mental.
Es pertinente, en principio, evitar que los intereses particulares y financieros subordinen la salud de la población, pues ciertas leyes permiten que se considere primero el capital que el bienestar del paciente. También, se debe crear un programa inédito que tenga como fin prevenir los trastornos mentales. Las opciones son varias: aprovechar los espacios laborales y escolares para brindar orientación sobre salud mental; aumentar urgentemente el recurso humano, ya que solo hay 1,2 psiquiatras por cada cien mil habitantes; y, fundamentalmente, crear un lenguaje pedagógico que ataque la estigmatización de la salud mental por parte del mismo sector de la salud, la familia, la política y la sociedad en general.
Los aspirantes a la presidencia apenas han tocado la gravedad de la salud mental. No podemos permitir como país que los candidatos usen el típico discurso mediocre de “sí, vamos a mejorar la salud mental”, cuando las enfermedades mentales están produciendo una nueva pandemia. En vez de utilizar semejante problemática como arma política, los candidatos deberían pronunciarse con relación a las distintas coyunturas que nacen de los trastornos mentales, por ejemplo, la vulneración de los derechos humanos a los pacientes psiquiátricos. Pese a que no existen cifras oficiales de dicho fenómeno –una muestra más del desinterés hacia la salud mental–, las denuncias contra ciertas clínicas psiquiátricas han sido elevadas en los últimos meses. A continuación algunos de los hospitales: Hospital la Victoria, Clínica de la I.P Salud Caribe y Fundación Resurgir a la Vida. Es momento de implementar un mecanismo de denuncias especializado, o por lo menos brindar distintas herramientas jurídicas que generen confianza a los pacientes psiquiátricos. No obstante, será complejo, pues los candidatos están lejos de prestar su atención a esta problemática.
Escribo esto porque he podido evidenciar en personas que amo lo difícil que es superar un trastorno mental, y lo único que piden, como miles de víctimas más, es un poco de ayuda. Sin embargo, los individuos que pueden emprender un cambio actúan de forma hostil y polarizante en la actual contienda electoral. Por ello, nos tocará a los ciudadanos, unidos y dispuestos, de modo inmediato, combatir la cultura del malvivir.