QUERELLANDO
El diablo viste de corbata
En esencia es un resumen histórico de las corbatas y una crítica sobre cómo son usadas en las facultades de derecho.

Por: Eduardo Aldana Salazar
Las hay de todo tipo: delgadas, gruesas, largas, cortas, bonitas, feas, divertidas, aburridas, sofisticadas, anacrónicas y de todos los estilos que se puedan llegar a imaginar. Así es, estoy hablando de las corbatas. Todos nos hemos visto involucrados de una u otra manera con este accesorio de la moda que, día a día, se torna más y más polifacético. Sin embargo, las corbatas tienen un curioso origen, bastante alejado del imaginario colectivo.
La historia de la corbata empezó cerca del siglo XVII, en Croacia, en el marco de la guerra de los 30 años. Para aquel entonces, las esposas de los soldados ponían pedazos de tela roja en el cuello de sus esposos como símbolo de su amor y amuleto de buena suerte. Esta moda se expandió por toda Europa a través de las campañas militares, hasta llegar a la corte más chic de todas: la corte de Luis XIV, y fue precisamente este escandaloso personaje quien impuso la tendencia de usar “adornos” de tela en el cuello. Estos adornos enamoraron al recién reinstaurado Carlos II, quien llevo la novedosa moda hasta Inglaterra y así se mantuvo hasta mediados de 1800, cuando George Bryan Brummell, conocido fashonista, crea su propio diseño de traje de hombre, coronando su traje con nada menos y nada más que una corbata, y es este el diseño se mantiene hasta hoy en día. Un poco anacrónico, ¿no creen?
Dejando de lado la historia, llegamos a pleno siglo XXI, a un mundo actualizado e inundado por la tecnología, pero que aún sigue usando el mismo vestido de corbata del 1800 para los exámenes finales, presentaciones o juicios simulados y demás quehaceres de la vida cotidiana. Dentro de esta realidad es que recorremos los pasillos de las universidades y en las facultades de derecho, escuchamos conversaciones de jóvenes que aún no saben la diferencia entre el usufructo y el arrendamiento, pero hablan con toda la autoridad de reconocidos sastres del mundo de la alta costura y que tipo de corbata es la más indicada según su especialidad. Una triste realidad que es impulsada por un gremio que se centra más en la marca de la corbata que en las capacidades de los individuos y que desde la academia fomenta este tipo de conductas al exigir el uso de corbata y traje para los exámenes. Me pregunto si es que acaso la argumentación y las ideas tienen origen en aquel pedazo de tela del siglo XVII en lugar del cerebro, porque no encuentro ninguna otra excusa razonable para tal exigencia.
La mejor excusa que he llegado a escuchar para justificar este requerimiento, es el grado de formalidad y decoro que se tiene que mantener para ciertos aspectos. También apelan al respeto de las diversas situaciones que se viven en el día a día en la carrera, pero es que no sabía que al momento de comprar una corbata me encimaban respeto, como si fuera algo que se pudiera comprar. Hasta donde sabía, el respeto se gana con más respeto, a través de un actuar justo y apropiado. En definitiva, es un absurdo que se respeten las corbatas y los outfits por encima de las ideas. No negaré que las corbatas nos lucen a todos, pero ¿No será un buen momento para avanzar en el dresscode de la carrera de derecho? ¿Por qué si este aspecto ha venido evolucionando en todos los sectores en el derecho aún se mantiene?
Si bien es cierto que se debe respetar a todos aquellos que gusten o disfruten usando este tipo de vestimenta, también es cierto que existe un grupo cada vez más grande al que no le gusta vestirse de pingüino cada tanto en el semestre.