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OPINIÓN

Como la rana en agua tibia

Por: Daniel Ernesto Guevara Durango

En ese estado estamos muchos Colombianos, ciegamente convencidos del respeto del Presidente Petro por la institucionalidad en Colombia, de la estabilidad del país, o de la “Potencia Mundial de la Vida” que se nos ha hecho creer que somos. El deterioro de nuestra nación no ha sido por vía de golpes de choque, sino al contrario, una paulatina secuencia de destrucción a la cual los Colombianos, al igual que la rana en agua tibia, nos vamos aclimatando sin perspicacia del momento de ser cocinados.  

En la “Potencia Mundial de la Vida”, el año 2023 cerró con 94 masacres y 303 víctimas, cifra no vista desde los noventa, aquella época en la que el narcoterrorismo era rampante, y hoy parece volver a serlo. La tendencia va en aumento a la par que, históricamente, Colombia tiene hoy 250.000 hectáreas de coca sembradas, mientras que el Presidente, con sus ficticios ceses al fuego “bilaterales” y absurda “paz total”, solo ha concedido patente de corso a los grupos armados para seguir delinquiendo con plena impunidad.  

Y es que ese adanismo sectario que ha caracterizado a los dictadores y tiranos no parece ser algo ajeno a Petro. Su gran afán por desatar una crisis explícita en la salud de los Colombianos, visible en la inoperancia del Ministerio de Salud sobre hacer los pagos que debe a las aseguradoras, o la negligencia de su Ministerio del Deporte para asegurar los juegos Panamericanos en Barranquilla, presuntamente para perjudicar al alcalde opositor Alex Char, son otro ejemplo de que quien gobierna en Colombia está dispuesto a acabar con todo, en aras de justificar su desastroso gobierno y su permanencia en el poder. Y ni hablar de lo que fue la gestión en el Ministerio de Minas de Irene Vélez, la filósofa que desató pánico económico en el sector minero energético, o de la gestión de Ricardo Roa, su ex-gerente de campaña, que hoy está acabando con el desempeño económico de ECOPETROL, una empresa de TODOS LOS COLOMBIANOS.  

A esto sumemos que en el gobierno de “Los nadies”, nadie parece actuar con honradez. Basta ver la mañería con la que avanzan las Reformas en el Congreso, o los desfalcos de la Vicepresidente, quien aún recibe subsidios pese a estar viviendo en una humilde vivienda de 5.000 Millones de pesos en Dapa, Valle. O que ni el Ex-Senador Benedetti, ni Laura Sarabia, ni el propio hijo Nicolas Petro, implicados todos de gestionar dineros ilícitos a la campaña presidencial Petro, se atreven a responder por su actuar. Totalmente cobijados por el Presidente, mientras los escándalos se vuelven el pan de cada día sin ningún tipo de avance y con una mínima indignación pasajera.  

Pero lo más grave es lo que hemos visto en los pasados días. La manera tiránica en la que Gustavo Petro y sus adeptos acusan a la Fiscalía General de la Nación de estar envueltos en un complot en su contra. O sus indebidas presiones a la Corte Suprema para elegir un fiscal de sus filas ideológicas, o el irrespeto por las decisiones de la Procuraduría, etc. Lo vemos advirtiendo, amenazante, que “llegó el momento de la expresión popular.” Que a este Presidente progresista no lo tumban por unos “aportes irregulares”. Lo vemos anticipando de manera excesivamente prematura su presencia en las elecciones del 2026. ¿Por qué́ está tan afanado? No lo sabremos, pero lo que parece claro es que esta persona, que toda su vida se ha obsesionado por llegar al poder, inclusive empeñando armas, no lo va a soltar en 4 años.  

No se equivocaba Jefferson al afirmar que el costo de la libertad es la vigilancia eterna. Confiar ciegamente en que Petro soltará el poder en el 2026 parece algo sumamente difícil. Claro está que la mayoría de nuestro país se opone a Gustavo Petro, pero no podemos permanecer inconformes como la rana en agua tibia. Surge un deber de ser vigilantes y seguir manifestándose de manera democrática y pacífica por la Libertad de Colombia. Después de todo, la Democracia es un bien difícil de obtener, pero muy fácil de perder.  

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