QUERELLANDO
Una carta al crush de mi mejor amiga
Una carta de alguien sin nombre para otro alguien cuyo nombre no vale la pena ser mencionado.
Fuente: Archivo personal
Autor: Anónimo
“No todo tiene una razón”. Es la frase que he repetido incontables veces desde que tu nombre empezó a aparecer en las conversaciones con mi mejor amiga. Conversaciones en las que ella rememora todas tus acciones esperando poder descifrarlas. Porque es normal sobre prensarlo todo cuando nos topamos con alguien que nos hace sentir esas “mariposas en el estómago” por primera vez. Especialmente, cuando ya empezábamos a creer que eran puro invento de las telenovelas y las series para adolescentes. “¿Por qué se ríe cada vez que hablo en clase?” “¿Que hacía paseándose enfrente de mí una y otra vez por el pasillo?” “¿Por qué me seguirá hablando si es obvio que no me interesa?”. Claro que le interesas.
Desde que me contó sobre ti hace año y medio eres su tema de conversación favorito. Aunque estás lejos de ser el mío. No es su culpa. Razones de sobra le has dado para que dure quejándose toda la vida y razones de sobra tengo yo para quedarme a escuchar todas y cada una de ellas. Para tu mala suerte, ya he escuchado demasiadas y pocas ganas tengo de guardármelas.
La forma en que me entere de tu relevancia en la vida de mi amiga fue bastante… peculiar. Es difícil no preocuparse, cuando, hablando de temas sin sentido, de esos que se hablan en las pijamadas, tu amiga golpea la almohada con una rabia que parece salir de la nada. Esa fue justo la reacción que obtuve cuando le pregunté a mi amiga que pensaba de las novias que perdonan las infidelidades de sus novios. Lo que yo desconocía es que esa rabia no venía de la nada. Llevabas meses tratando de llamar su atención. Tarea que, como te debiste dar cuenta, no es nada fácil.
Te esforzaste por hablarle todos los días, saludarla cada vez que la veías y hasta por crear la ilusión de que podían llegar a ser algo más. Lastimosamente, tus esfuerzos nunca llegaron a ser más que eso: una ilusión; una tan frágil, que solo te tomó un segundo derrumbarla. Es que de todos los lugares a los que pudiste haber ido, tenías que llegar a donde estaba ella. Con todo el espacio libre en la pista de baile, resolviste hacerte justo a su lado. De todas las esquinas apartadas a las que iban las parejas a hacer de las suyas, a ti te pareció una gran idea besar a otra persona justo frente a sus narices. Es difícil pensar que no lo tenías todo fríamente calculado, cuando no me alcanzó el tiempo ni para taparle los ojos o hacerla mirar para otro lado. Lo único que te falto calcular fue el daño que terminarías causando.
Seguramente la persona que llevaste a la fiesta era solo tu amiga. Tal vez no fue tu intención que mi amiga los viera. Probablemente no era todo parte de un plan retorcido para darle celos o para apartarla. Quizás solo estabas tratando de llamar su atención. ¿Qué más podía responder ante los continuos cuestionamientos que mi amiga hizo con respecto a lo sucedido? Porque las cosas siempre pasan por algo, ¿verdad? Siempre tiene que haber una razón. “Tal vez no fui suficiente para él”. “Yo no soy la clase de mujer que le gusta a los hombres como él”. “Seguramente me vio la cara de tonta” “Habrá pensado que soy una cualquiera”.
No todo tiene una razón. Es lo que trato de decirle con la esperanza de lograr que su cerebro la deje en paz por un segundo y deje de causarle tanto dolor, muchas veces sin éxito. Porque es inconcebible para mí ver a una mujer tan hermosa, inteligente y valiosa sufrir por alguien tan superficial, insignificante y vacío.
Es por esto que me permito hacerte una advertencia: Puedo perdonarte el tener que oír tu nombre todos los días de mi vida; que te hagas el bobo y actúes como si nada hubiera pasado; que siempre estés en todas partes y siempre logres llamar su atención; pero jamás te perdonaré por el daño que ocasionaste. Nunca te perdonaré por las inseguridades que le causaste; por cómo la hiciste dudar de ella misma; por lo mucho que le costará volver a confiar, volver a enamorarse, volver a verse a ella misma como alguien que merece querer y merece que la quieran. Nunca te perdonaré por haberla tratado con tan poco cuidado. Por haber hecho que su primera experiencia con el amor fuera así de dolorosa. Porque terminaste por enseñarle que es normal que te usen, es normal que te ilusionen y es normal que te reemplacen.
Por estas y muchas más razones, espero que disfrutes de esta carta escrita especialmente para ti. Con una letra por cada vez que le hiciste pensar que tenía cara de tonta; por cada instante en que la hiciste dudar de su valor; por cada lágrima que le hiciste derramar; por cada pensamiento sin sentido con los que le llenaste la cabeza. Y, por qué no, algunas cuantas por la cantidad de veces que me he aguantado tener que escuchar tu nombre.
XOXO,
Anónimo ;)