QUERELLANDO
¿Usted qué prefiere hacer?
Bartleby y el preferir no hacer
Si algo nos enseñó el relato Bartleby, el escribiente, es que, sobre nuestros quehaceres diarios, siempre se podrá decidir. Por eso, está es una invitación a reflexionar sobre lo que usted prefiere -y no prefiere- hacer en su vida.
Fuente: Pexels
Autor: Juan Esteban Pérez Muñoz
Melville sorprendió a todos con su breve relato Bartleby, el escribiente al publicarlo en 1853. Esta historia resulta sorprendente porque entró a hacer parte de los textos que desarrollan el concepto del nihilismo, mismo que para su fecha de publicación no era siquiera un concepto, y que solo vino a tomársele como tal unos treinta años después con la recepción de las obras de Nietzsche. La historia se basa en que, el narrador del texto, un abogado, requiere de un trabajador que le ayude con el muy solicitado cargo de escribiente. Al puesto se postula Bartleby, un hombre muy callado, que, al ser contratado, demuestra su enorme capacidad como escribiente. El texto vira súbitamente cuando la productividad de este disminuye drásticamente, dejando de hacer sus correspondientes tareas. Su jefe, asombrado por este rebelde y repentino cambio, le ordena volver a sus tareas, a lo que este responderá hasta el cansancio: preferiría no hacerlo.
De aquel relato surgen dudas de las más variadas que, algunas, pretendo analizar a la par con usted. De todas las preguntas que me provoca Bartleby, me interesa especialmente las siguientes dos: ¿Hay algo que yo preferiría no hacer? Y, en todo caso, ¿podría yo, libremente, manifestar que preferiría no hacer eso? La respuesta a la primera incógnita es un rotundo sí. Sin duda, son muchas situaciones en las que me encuentro reflejado en los zapatos de Bartleby, pues, al igual que todos, hay un sinfín de cosas que prefiero no hacer. No obstante, casi siempre -por no decir que siempre- decido callar y guardarme en mi interior aquellas inconformidades que me suscitan con alta frecuencia, dejándome con un silencio que he aprendido que es más cómodo que la controversia, y, en ocasiones, que parece ser inevitable. Así es como Bartleby rompe el paradigma y se erige como alternativa a una situación que parecía solo tener un camino.
Ya el silencio puede ser resquebrajado para dar pie a una profunda manifestación de la voluntad; aquella sutil pero fuerte, decente pero rebelde, expresión de, prefiero no hacerlo se vuelve una verdadera opción. La pregunta entonces radica en la oportunidad para usarla y las consecuencias de su uso. ¿Nos volveremos más libres por usarla? Sin duda nuestra sociedad -incluso la de Bartelby- se ve encasillada en innumerables obligaciones que hoy damos por sentadas: la aparente necesidad de estudiar, o de trabajar; el instinto de hacer lo que se nos dice sin hesitar; o aquella modestia de agradecer lo que se tiene en vez de quejarse por lo que no, ya que, viéndolo en perspectiva, siempre habrá alguien que este peor. No digo que este bien o mal cumplir con aquellas máximas del siglo veintiuno, pero no es de sobra replantearse el porqué de ellas, y si acaso, deberíamos seguir haciéndolas.
Naturalmente, resulta en extremo rebelde la actitud de Bartleby: imagine si todos los trabajadores de cada empresa del mundo no solo dijeran que prefieren no hacer su trabajo, sino que efectivamente dejan de hacerlo; eso solo acabaría arruinando todos los cimientos de una sociedad hoy ya muy avanzada. Sin embargo, lo mismo tampoco elimina el hecho de que en mi -y asumo que también en usted, lector- siempre existirán asuntos que preferiría no hacer. Y aunque Bartleby deja claro que usted no tiene que hacer nada que prefiera no hacer, tal vez esa no es la solución a una vida más libre, o al menos, no la más adecuada.
A Bartleby le hizo falta reflexionar sobre una cuestión mucho más importante, a saber, qué prefiero hacer. Si queremos que nuestra sociedad funcione sin entrar en anarquía, probablemente toque seguir guardando el preferiría no hacerlo en nuestro interior, y, en cambio, abrir un espacio para aquellas cosas que sí se prefieren, por lo que el truco estará en encontrar un equilibrio entre las unas y las otras. No pretendo decirle cuáles son esas cosas que sí tiene que hacer, y cuáles no. Nadie, salvo usted mismo, puede decir cuáles son. Pero lo que si pretendo es invitarlo a una pequeña rebeldía contra usted mismo; cuestiónese sobre las cosas que hace y las que no hace, y reflexione sobre aquellas que, como Bartleby, preferiría no hacer, pero, aún más importante, sobre aquellas que sí prefiere hacer. Recuerde que el empezar a hacer puede ser igual de súbito que el dejar de hacer. Si no me cree, tenga en cuenta que usted prefirió leer este texto, y eso se lo agradezco.