top of page

INTERNACIONAL

¿Qué hay detrás del proceso electoral de Estados Unidos? 

Dinámicas y Desafíos del Proceso Electoral Presidencial en Estados Unidos: Un Análisis al sistema electoral enfocados en las Elecciones de 2024 

En el vasto y complejo entramado de la democracia estadounidense, cada cuatro años, el escenario político se transforma en una arena cimbreante de competencia y expectativas. El proceso que culmina en la elección del presidente y vicepresidente de los Estados Unidos no es solo una serie de eventos aislados, sino una estrategia meticulosamente orquestada que refleja la diversidad y la complejidad de una nación. 

 

Elecciones US.jpg
Colegio electoral.jepg.png

Fuente: Pexels y United States Electoral College

Por: Milton Camilo Chavez Mendoza

Desde la proclamación de los candidatos por parte de los partidos principales en sus convenciones nacionales, hasta las enérgicas y a menudo controversiales elecciones primarias y “caucus”, cada etapa del proceso electoral revela tanto la fortaleza como las debilidades de un sistema diseñado para canalizar la voluntad popular a través de estructuras que buscan un delicado equilibrio entre la representatividad y la gobernabilidad. A medida que los ciudadanos se preparan para emitir su voto, se enfrentan a un panorama multifacético, donde la elección no solo se limita a una simple selección en la boleta electoral, sino que abarca un abanico de opciones que incluyen el voto anticipado, el voto por correo y la participación en elecciones primarias abiertas o cerradas, según las particularidades de cada Estado. Este intrincado proceso, que varía no solo por ubicación geográfica sino también por afiliación partidista, es un testimonio del compromiso de la nación con el principio de que cada voto cuenta, mientras simultáneamente expone las tensiones inherentes a un sistema que debe conciliar las diferencias entre las expectativas de los ciudadanos y las realidades políticas. 

Es en este contexto donde las elecciones primarias y los “caucus” desempeñan un rol crucial, sirviendo como filtro y foro donde se forjan las candidaturas, no sin controversia ni sin el juego de poder que caracteriza la política en su esencia más pura. Las primarias, con su naturaleza secreta y anónima, contrastan con los “caucus”, donde la deliberación pública y el debate toman el centro del escenario, demostrando la diversidad de métodos que la democracia estadounidense emplea para seleccionar a aquellos que aspiran a liderarla. Este artículo se adentrará en los detalles de cómo funciona este proceso, desentrañando los mecanismos que lo sustentan y analizando las implicaciones de un sistema que, en su complejidad, busca reflejar la voz de una nación que, aunque diversa, se une en un mismo propósito: la elección de sus líderes. 

El sistema electoral de Estados Unidos se centra en el Colegio Electoral, donde introduce una dinámica en la cual, la elección del presidente no depende directamente de millones de votos populares, sino de alcanzar un mínimo de 270 votos electorales. Este mecanismo, aunque controvertido, refleja una estructura federalista que busca equilibrar el poder entre estados de diferentes tamaños y poblaciones. Cada estado cuenta con un número de votos electorales proporcional a su representación en el Congreso, lo que significa que estados con grandes poblaciones, como California, tienen una mayor influencia en el resultado final. Sin embargo, este poder no siempre refleja con precisión la voluntad popular, ya que, en la mayoría de los Estados, el candidato que obtiene la mayoría de los votos se lleva todos los votos electorales de ese Estado, sin importar la magnitud de su victoria. Así, un candidato podría ganar en un Estado por un margen mínimo y aun así obtener todos los votos electorales de ese Estado, amplificando su ventaja en el Colegio Electoral.  

Este sistema ha permitido, en varias ocasiones, que un candidato asuma la presidencia a pesar de no haber ganado el voto popular. Tal fue el caso en las elecciones de 2000 y 2016. Esto subraya una realidad paradójica: en la democracia estadounidense, no siempre es la voluntad popular directa la que decide quién liderará el país, sino la de un grupo relativamente pequeño de electores que representan los intereses de los Estados en lugar de los ciudadanos de manera individual. El diseño del Colegio Electoral refleja un compromiso entre el federalismo y la representación popular, asegurando que los estados, como entidades soberanas, tengan un papel significativo en la elección del presidente. Sin embargo, este compromiso también crea una distorsión que puede llevar a que la elección no refleje la voluntad popular mayoritaria. 

No obstante, en una era donde la conciencia sobre la representación y la igualdad en el voto es cada vez más prominente, el Colegio Electoral sigue siendo una fuente de debate. Algunos argumentan que este sistema protege a los eEstados más pequeños y asegura que ningún área del país sea ignorada en una campaña presidencial. Otros, en cambio, sostienen que es un sistema anticuado que socava el principio democrático al dar lugar a resultados donde no siempre gana quien obtiene más votos. La importancia de este debate no puede subestimarse, ya que refleja las tensiones entre los ideales fundacionales del país y las realidades contemporáneas de su política. En última instancia, cuestiona si el sistema actual sigue siendo la mejor manera de reflejar la voluntad del pueblo en una democracia moderna y diversa como la de Estados Unidos (ver mapa)

 

Otro aspecto significativo del sistema electoral estadounidense es la votación anticipada, un mecanismo que se ha vuelto cada vez más popular y que permite a millones de ciudadanos emitir su voto antes del día oficial de las elecciones. Esta práctica busca promover una mayor participación ciudadana y garantizar que todos los sectores de la población tengan la oportunidad de votar, independientemente de las dificultades que puedan enfrentar el día de las elecciones, como compromisos laborales o problemas de movilidad. La votación anticipada no solo facilita la participación, sino que también busca mitigar la supresión de votantes y evitar que un perfil demográfico específico domine la jornada electoral. De esta manera, se intenta asegurar que el proceso electoral sea más inclusivo y representativo, fortaleciendo la legitimidad del resultado final, aunque este sea determinado, en última instancia, por los votos del Colegio Electoral y no directamente por el voto popular. 

Habiendo mencionado lo anterior, es indiscutible señalar que la identidad y el lugar de Estados Unidos en el mundo por estos días se encuentra en el centro del debate debido a la incertidumbre y las tensiones políticas que giran en torno a las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo este próximo 5 de noviembre. Esta elección no solo determinará quién ocupará la Casa Blanca y gobernará el país por los próximos cuatro años, sino que también reflejará cómo los estadounidenses ven su historia, su presente y su futuro además de marcar un hito sin precedente en la historia política norteamericana. La nación se encuentra en un punto crucial donde la reflexión sobre sus logros y fracasos históricos se convierte en un tema de importancia central para​ ​​un número ​significativ​o​​ ​de los votantes. 

La mayoría de los estadounidenses reconoce la importancia de discutir tanto los éxitos como las fallas de su historia. Este reconocimiento compartido, aunque con matices, destaca una conciencia nacional sobre la necesidad de enfrentar tanto las glorias como las sombras del pasado. Sin embargo, las diferencias en la forma en que los partidarios de Biden -que hoy apoyan en gran medida la candidatura de Harris- y Trump abordan estas discusiones revelan profundas divisiones ideológicas que subyacen en la nación. Los partidarios de Trump tienden a enfatizar la singularidad de Estados Unidos como una nación que se eleva por encima de todas las demás, mientras que los seguidores de Biden muestran una mayor disposición a reconocer que otros países también pueden superar a Estados Unidos en ciertos aspectos. Esta divergencia en las percepciones refleja no solo diferentes visiones del pasado, sino también distintas expectativas para el futuro del país. 

La juventud de la nación, en particular, parece estar más abierta a reconocer que Estados Unidos no siempre ha estado a la altura de su retórica excepcionalista. Los votantes más jóvenes, tanto de Biden como de Trump, son más propensos a ver a otras naciones como iguales o superiores en ciertos aspectos, lo que sugiere un cambio generacional en la perspectiva sobre el lugar de Estados Unidos en el mundo. Este contexto histórico y cultural enmarca la elección de 2024 como un referéndum no solo sobre los candidatos y sus políticas, sino sobre la identidad misma de la nación. ¿Será Estados Unidos capaz de reconciliar sus aspiraciones con sus realidades? ¿Podrá la nación encontrar un camino hacia adelante que honre su pasado sin ser prisionera de él? La respuesta a estas preguntas, más que cualquier eslogan de campaña, son las que definirán el resultado de la elección y, en última instancia, el futuro de la democracia estadounidense. 

Mientras Kamala Harris y Donald Trump se preparan para enfrentarse en la arena electoral, los votantes estadounidenses no solo elegirán un líder, sino también un camino. Un camino que podría revalidar el excepcionalísimo de Estados Unidos o reconocer la necesidad de una reconfiguración de su rol en un mundo cambiante. La elección de 2024 será recordada no solo por quién ganó, sino por cómo la nación decidió darle un rumbo a los problemas sociales, económicos y políticos ante los que no solo tambalearon las últimas dos administraciones, sino que también traen un gran compromiso para quien resulte ganador en la contienda electoral: Desarrollar la crisis migratoria, estabilizar la economía y garantizar un lugar para la pluriculturalidad en un país tan polarizado y fragmentado. 

bottom of page