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CONSTRUCTIVAS

Con el paso de los años van naciendo nuevas generaciones y las más antiguas se van alejando cada vez más de nuestro alcance

La Nueva Generación

Creo que lo más importante, es nunca dejar de recordar a las generaciones pasadas, de nuestra memoria y recuerdos depende que permanezca toda la eternidad 

Fuente: Archivo personal Valentina Ortega Prieto

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Por: Valentina Ortega Prieto

Hace poco estaba oyendo una canción de un grupo llamado Poligamia que se llamaba “Mi Generación”. En la letra el grupo hacía alegoría al momento en el que habían escrito la canción utilizando imágenes y noticias de la época. Con todo eso, poco a poco iban creando una imagen mental de los años 90s en Bogotá. Al oírla me sentía identificada con algunas partes, pero otras eran tan específicas para la época que me tocó buscarlas, mostrándome como con el paso de los años las experiencias colectivas de la gente cambian y las generaciones van pasando. Yo no era parte de la generación de esa canción y solo podía tratar de entender cómo se vivía el mundo en esa época, ya que nunca lo viví.  

 

La canción salió tan solo 5 años antes de que yo naciera, pero la época en la que crecí era muy diferente. Con esto en mente comencé a preguntarme como era la historia de generaciones aún más antiguas que las de los años noventa y como habían vivido en ese entonces. La primera época que se me vino a la cabeza fue la de mi abuela paterna, ya que recientemente la habíamos perdido y quería tratar de ver el mundo con sus ojos, solo por una vez.  

 

Mi abuelita nació en un pueblito de Antioquia llamado Jericó en 1928. Esta era una época en la que todavía no había teléfonos celulares, en donde las cartas eran un medio efectivo de comunicación y toda tu vida giraba alrededor del pueblo en donde vivías. Cambiar de una ciudad a otra era todo un tema e implicaba trasformar tu vida. Todavía no había ocurrido la segunda guerra mundial y los grupos guerrilleros que hoy en día llenan nuestros noticieros aún no existían. En esta época, la radio era el medio de comunicación y los televisores aún no estaban presentes. Así era el mundo en el que nació mi abuelita. Un mundo distinto, otra época, lleno de gente que en este momento está casi desaparecida, una generación que poco a poco se está yendo, por lo que, cada vez es más difícil entender la vida través de sus ojos.   

 

No sé si alguno de ustedes alguna vez ha perdido a alguien querido, pero quiero resaltar que toda la experiencia entre el dolor y confusión es muy extraña. No entiendes mucho y te sientes en un momento muy alejado de tu realidad. En medio de tanta confusión, lo único que realmente quieres es que alguien te despierte, ya que lo que estas viviendo solo puede ser un sueño. Nada ni nadie te prepara para ese momento y, por más que lo intentes, no es hasta que te pasa a tí que entiendes cómo te sientes con el hecho de que tu ser querido ya no está.   

 

Como estaba diciéndolo, recientemente, se murió mi abuelita y quise hacer este texto como una forma de honrar su paso por la tierra y darle algo de sentido a mi alrededor. Cuando pienso en ella todavía me cuesta asimilar el hecho de que se fue y ya no se encuentra entre nosotros. Es como sí lo que más me costara de todo este proceso es entender que las cosas cambiaron y que algo que para mí era normal, de repente, ya no es posible. Me tengo que acostumbrar a la idea de que ya no puedo ir a su casa a visitarla y ya no puedo hablar con ella, pero todavía puedo recordarla y verla en la gente que la quiso. La veo en mi papa, en mis tíos y en mis primos. Quiero verla por todos lados y algún día llegar a entender que se murió, pero sigue entre nosotros, al nosotros hacer parte de su legado.  

 

En cuanto a mi abuela esta se llamaba Ligia Ortega Santamaría Ortiz fue la segunda de 6 hermanos y cuando tenía tan solo 19 años conoció a quien sería su compañero de vida, mi abuelito Jorge A. Ortega. Un hombre fuerte y decidido que venía de Norte de Santander y tenía la misión de conquistar el corazón una mujer antiqueña y compartir una vida juntos. Como hizo el para enamorarla, es para mí un misterio, pero la realidad es que desde que se casó empezaron a viajar por toda Colombia por el trabajo de mi abuelo y se hicieron siempre compañía. De esta relación salieron 12 hijos o los doce apóstoles como les decía mi abuelita.  

 

Como era una familia tan grande, del mayor de los hermanos al menor de ellos hay más de 20 años de diferencia, por lo que, al verlos todos juntos se siente como diferentes generaciones se van cruzando en el tiempo. Si le preguntas a los más chiquitos, que tienen hoy más de 50 años, te van a hablar de sus hermanos mayores como si fueran otros padres y si les preguntas a los más grandes te hablaran de sus hermanitos como sus hijos pequeños. Crecer en ese entorno tan lleno de gente de generaciones distintas lo describen como algo increíble, ya que, a pesar de ser muchos, todos eran importantes.  

 

Con todos sus hijos, la vida de mi abuela se convirtió en una misión. Su objetivo era asegurarse de que todos salieran adelante y que, en el proceso, todos sintieran lo mucho que ella los quería. Al preguntarle a mis tíos sobre su mamá todos la describen como una mujer casi perfecta que estaba tan llena de amor que solo irradiaba paz. La describen como una mujer tradicional y feliz que desde muy pequeña comenzó una familia que ni ella sabía que llegaría a ser tan extensa. Era una mujer especial llena de valores y tradiciones que hasta el día de hoy se practican en la familia.   

 

Al describir quien era mi abuelita, comienzo a pensar en el pasado y me doy cuenta de cómo pasa el tiempo. Nadie es inmune al paso del tiempo y con él vienen momentos de todo tipo, entre ellos despedidas. Cuando nací 3 de mis 4 abuelos estaban vivos y hoy escribiendo este texto me doy cuenta de que solo me queda uno, mi abuela materna. Cuando llegas al mundo las generaciones más viejas son las que lo gobiernan, son estas generaciones las que toman las decisiones, las que trabajan y dictan la manera de vivir la vida, pero, a medida que creces, las cosa van cambiando y tu generación comienza a tener su momento. Ahora, eres tú y tu generación la que está en el mundo laboral y la que le responde a un jefe, eres tú la que tiene pareja estable y está a punto de casarse. Eres tú la que tiene su propia empresa y eres tú la que tiene hijos y los estás criando. Es tu generación la que gobierna el mundo y toma las decisiones y las generaciones más viejas que la tuya son las que han comenzado su decadencia.  

 

En teoría, la primera de las generaciones en empezar su decadencia son tus abuelos, los que te cuidaban de pequeña. Esa generación que te enseñó a jugar cartas, que siempre tenían tiempo para ti y que te llevaban a todos lados. Mientras tu generación está llegando a su punto máximo, la de ellos va en bajada. Poco a poco te vas dando cuenta de que te están dejando, aunque buscas aferrarte a ellos con todas tus fuerzas. Después te das cuenta de que sigue la generación de tus padres, los que te trajeron a este mundo, te vieron crecer y los responsables de la persona que eres en este momento. Con la decadencia de su generación comienza la nostalgia de cuando tu generación era más pequeña y entendemos cuanto necesitamos a la familia.  

 

Esas dos generaciones antes de la nuestra son muy importantes, pero tarde o temprano se irán del todo. Me pregunto qué sentiremos cuando eso suceda. ¿Será que cuando suceda nos dedicaremos solo a mirar a nuestro alrededor y preguntarnos quién sigue o será que en ese momento comenzaremos a disfrutar del tiempo que nos queda? Para mi abuela ese último día fue el 8 de julio, pero para todos los que nos quedamos aquí aún no sabemos qué día será el último solo podemos esperar a llegué. La muerte es muy triste, pero nos obliga a volver al centro. Nos obliga a entender que la vida es finita y a darnos cuenta de que, por más de que tengamos miedo, en algún momento llegará la hora de decir adiós.  

 

Algún día llegará nuestro momento, nuestra generación comenzará su decadencia, pero, por ahora, creo que lo importante es ver como todas las generaciones que han pasado por el mundo han dejado atrás un legado. Nosotros somos ese legado dejado por nuestros ancestros, ya que nosotros cargamos pequeñas piezas de ellos y debemos valorarlo hasta el final. Como forma de valorar esas generaciones pasadas, creo que debemos pelear por mantener viva esa esencia de nuestros familiares, recordarlos, solo así vivirán eternamente en nuestra memoria.  

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