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EN EL HUECO

“El privilegio hermoso y divino de estudiar las leyes implica la responsabilidad de ayudar a las personas”

¿Juan José Castro Muñoz?
¡Vamos Pa' Eso!

Foro Javeriano tuvo el privilegio de conocer un poco sobre la vida de Juan José Castro Muñoz, abogado penalista y creador de contenido. Hablamos de su vida, opiniones y perspectivas del derecho.  

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Fuente: Archivo personal Juan José Castro

Por: Valeria Reyes Otálora, José Javier Osorio Quintero y David Alejandro Cáceres Guerrero 

Juan José Castro Muñoz, abogado penalista, profesor, socio director de la firma Castro Muñoz & Abogados y creador de contenido digital –Tiktoker– nos recibió amablemente en su oficina para conversar sobre el derecho, su vocación de servicio y, por supuesto, su vida en las redes sociales. 

Su decisión de elegir el derecho como el camino para desarrollar su vida profesional estuvo orientada por su vocación de servicio, motivo por el cual, en principio, llegó a considerar estudiar medicina o derecho. Sin embargo, como el enamorado de la justicia que es, y creyente que el camino para lograr cambios en el sistema es mediante la Ley se inclinó por esta carrera. Durante su pregrado, y gracias a su gran maestro, el doctor Juan Carlos Forero Ramírez, tuvo la oportunidad de acercarse a la práctica del derecho penal; concluyó que esa rama del derecho puede, en cierto sentido, equiparase a la medicina, pues está en juego la posibilidad real de cambiar vidas: lo que se discute en tal escenario es la libertad de un ser humano. 

Al indagar sobre la elección de su casa de estudios, comenta que, si bien prácticamente toda su familia es egresada de la Pontificia Universidad Javeriana, lo cierto es que por algunos “conatos de rebeldía familiar” optó por realizar su pregrado de Jurisprudencia en la Universidad del Rosario, viéndola como un “nicho más chiquito” y “más chévere” que universidades como la Javeriana, Los Andes o el Externado, donde también se presentó.  

A Juan José no le gusta que le digan “doctor”. Primero porque no lo es y segundo porque dentro de las visiones críticas del derecho que tiene no le ve justificación a que el respeto se gane por un título, sino que considera que se debe ganar por lo que cada uno hace. Tratar de poner pronombres “no lo hace a uno más o mejor persona”. Considera que esas nociones irrelevantes han llevado a cultivar un ego por un título colgado en una pared que solo ha hecho que los abogados sean mediocres. 

Su práctica universitaria la realizó en la Fundación ProBono, donde logró conocer muchos casos directamente y tuvo la posibilidad de saciar esa necesidad intelectual y profesional de manejarlos. Una vez graduado, dedicó bastante tiempo a trabajar en firma, labor que realmente disfrutó a pesar de no haber sido la mejor remunerada ni con las mejores garantías. También trabajo con el Estado, experiencia que define prácticamente como “una castración intelectual”, toda vez que, según cuenta, su trabajo consistía únicamente en revisar si otro abogado estaba cumpliendo o no con determinados requisitos; él no había hecho un pregrado para eso. 

Como consecuencia de sus anteriores trabajos, un día tomó la determinación de empezar a litigar solo. Entendió que la publicidad de un abogado es la que fundamenta su good-will y, por tanto, empezó a escribir varias columnas en el periódico Asuntos Legales y a hacerse camino en la radio y la televisión. Desafortunadamente, al poco tiempo se percató de que en esos medios de comunicación solo lograba posicionarse entre abogados, lo cual no satisfacía su especial propósito de hacer más cercano el derecho a la sociedad. 

El punto de inflexión de esta historia surge con la llegada de la pandemia de Covid-19 y “el cliché de la reinvención”; fue durante esta época en la que Juan José incursionó oficialmente en las redes sociales, particularmente en TikTok. Reconoce que es un “tipo impulsivo”, pero identifica que esa impulsividad es la que lo ha llevado a donde está hoy. Al principio estaba un poco reacio a aventurarse en el medio, pues esta red estaba permeada por el estereotipo del baile y la excentricidad de la cual no pensaba hacer parte. A pesar de ello, decidió crear su propio estilo y formato en perjuicio del abogado que le “enseñaron a ser” y que hoy en día critica.  

Su propósito en las redes sociales, además de disminuir un poco la brecha tan grande entra la sociedad y el derecho, es hacerse publicidad indirecta y lograr una contraposición a los medios tradicionales de comunicación, los cuales en muchos casos desinforman a raíz de la interpretación que estos le dan a la Ley para generar amarillismo y morbo. Está convencido de que empoderar a las personas sobre sus derechos y tratar de explicar en un lenguaje claro y sencillo qué es, por ejemplo, la legitima defensa sin tantos tecnicismos y dejando de lado la elegantia iuris, es la mejor forma de enseñar y de diversificar el acceso a la información.  

Su proyecto se traduce en que las personas puedan hoy darle fe y sentido a lo que debe ser el derecho, es decir, que ellas puedan ver en esta profesión una esperanza y a un grupo de personas desinteresadas en poner a disposición el conocimiento para poder ayudar. Constantemente en sus cuentas de Instagram y TikTok le hacen consultas de toda índole. Es impresionante la cantidad de historias desgarradoras que le cuentan y a todas les dedica su tiempo en orientarles el proceder; no lleva la cuenta precisa, pero estima que han sido más de 1.000 personas las que ha ayudado por estas plataformas.

 

Con la exposición mediática también ha venido el cariño de la gente cuando se lo encuentran. La constante ha sido de agradecimiento por la labor de acercar el derecho a las personas mediante su lenguaje claro y sencillo. 

Ha tenido el privilegio de ser el Coordinador Académico de la Barra Académica Regional del Departamento de Cundinamarca en la Defensoría del Pueblo hace varios años. Desde allí ha podido aportar a la formación y el compromiso con la justicia de muchos funcionarios de esta entidad. Se vinculó como profesor de “Técnicas de oralidad y litigación” en la Universidad del Rosario a principios de este año. Como crítica al modelo educativo actual, no concibe cómo las Facultades de Derecho del país pretenden tener abogados empáticos y que cumplan con su rol de servicio cuando desde primer semestre les enseñan a aferrarse a tener un monopolio del lenguaje y a esperar que la sociedad se acostumbre y comprenda los términos jurídicos técnicos en los que hablan – hablamos –. 

Frente a temas polarizantes y que de cierta manera dividen la sociedad como es la cadena perpetua para violadores de menores, afirma que no es posible cometer el error de juzgar las reacciones sociales desde un pedestal moral ni ser tan ciegos de entrar a desatender las legítimas exigencias de justicia de la sociedad, pues sin duda la cadena perpetua está fundamentada en un digno clamor social. No obstante, una medida como esta es un imposible jurídico que no es la solución a los problemas sociales como algunos políticos oportunistas pretenden venderlo generando legitimidad sobre tragedias humanas.  

Reconoce, como buen penalista, que el derecho penal no es la solución a los conflictos sociales, tal como lo sucedido con la imprescriptibilidad de delitos contra menores de edad o la proscripción de subrogados penales para estos: no ha servido de nada ya que en promedio hay un niño muerto al día en el país a pesar de que la severidad de las penas colombianas es superior en comparación con otros países latinoamericanos y europeos. 

Del futuro, sueña con llegar a un lugar donde tenga la posibilidad de generar aún más cambios para las personas. Contempla una magistratura en la Corte Constitucional o en la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, donde el criterio sea en pro de las garantías de la gente. Hoy, está satisfecho con lo que ha logrado, se enorgullece de afirmar que esa motivación de empoderar y defender a las personas que lo llevó a estudiar derecho cuando era joven sigue vigente y no la ha dejado apaciguar por ánimos comerciales ni laborales. 

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Como reflexión final, Juan José hace énfasis en que las nuevas generaciones tenemos la obligación de no seguir perpetuando las razones por las que se cree que todos los abogados somos unos criminales. Tiene la certeza de que el rol del abogado es muy importante, pero es consiente que está en nosotros replantearlo de manera que seamos gestores de una verdadera justicia. Cierra invitándonos a siempre ser fieles a nuestros principios y a seguir luchando por lo que alguna vez nos enamoró de esta ciencia humana, de modo tal que seamos felices y amemos lo que hacemos. Lo más importante es ser fiel a nuestra esencia y lo que nos apasiona: ¡Si les gusta hacer zapatos, que hij****tas, hagan zapatos! 

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