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PERFIL

“La Javeriana es la mejor decisión de mi vida”

Juan Felipe Tejeiro Carrillo

Un reconocido agradecimiento a una persona que, más que formar buenos abogados en sus clases de Probatorio Civil, se esmera en formar buenas personas. ¿Cómo? Con su ejemplo. 

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Fuente: Archivo personal José Javier Osorio

Por: José Javier Osorio Quintero y David Alejandro Cáceres Guerrero

Juan Felipe Tejeiro Carrillo nació en Villavicencio, Meta, el 7 de junio de 1994. Es el hijo de en medio del matrimonio conformado por Octavio Augusto Tejeiro Duque y Patricia Carrillo Amaya. Sus dos hermanos son David Augusto y Octavio Andrés.  

 

A los dos años de haber nacido Juan Felipe, la familia Tejeiro Carrillo se radicó en Restrepo, Meta, debido al nombramiento de su padre como Juez de este municipio. Se instalaron en una casa muy grande y central que quedaba junto a la Estación de Policía, la Iglesia, el Colegio, los Juzgados, etc.  

 

Volvieron a la capital llanera para empezar 1º de primaria en el Colegio de La Salle, pues uno de sus tíos es Hermano de esta comunidad. De ese primer año recuerda la valiosa filosofía de su padre de que debían aprender a administrar el dinero desde muy pequeños y a ser responsables. Ni él ni sus hermanos recibieron nunca su mesada diaria, semanal o quincenal; era mensual. Se podrán imaginar un niño de 6 años con $50.000 pesos en el bolsillo. Llegó al salón y a viva voz exclamó: “Tampico con chocorramo para todos que yo invito”. Evidentemente se quedó sin dinero el resto del mes pero le quedó la valiosa lección de no volver a invitar de forma tan irresponsable. Su padre siempre les enseñó con pautas y con el ejemplo, les daba pequeñas dósis de sabiduría.  

 

Un par de días antes de empezar 2º de primaria a su padre lo nombran Magistrado Auxiliar de la Corte Suprema de Justicia y aceptó el cargo a pesar de que este había quedado vacante porque el anterior titular había muerto por sobrecarga laboral. Llegaron a Bogotá dos días después y su madre, telefónicamente, ya tenía lista la casa, los uniformes y el colegio donde iban a estudiar sus retoños. La experiencia en Bogotá fue buena, pues como siempre fueron buenos alumnos y se adaptaron fácilmente. En la capital se enamoró del fútbol con el jogo bonito de Ronaldo Nazario en el Mundial de Córea del Sur/Japón de 2002. Cuando este jugador fue fichado por el Real Madrid que se volvió fanático de este club. 

 

A finales de 2003 a su padre se le presentó la oportunidad de ser Magistrado del Tribunal Superior de Medellín o Cali. A pesar de que los hermanos Tejeiro estaban muy pequeños fue una decisión tomada en familia y se decidieron por la capital antioqueña. Esta etapa fue muy dura para él pues “los paisas son muy queridos con el turista pero cuando llega alguien de afuera a su cotidianidad es distinto; más aún si es rolo”. Cuando llegaron a esta ciudad no lo hicieron como llaneros sino como bogotanos – lo llevaban en su acento –.  

 

El problema en el Colegio San Ignacio de Loyola, de la Compañía de Jesús, donde los matricularon, no era el bullying sino la indiferencia de sus compañeros. Los cinco años que estuvo en Medellín no tuvo un solo amigo en una etapa crucial en la formación de una persona como lo es entre los 10 y los 14 años. Nadie se sentaba a almorzar con él y en ocasiones comía solo en el baño. Más dura aún fue la llegada a la adolescencia: ¿Que a uno le empiece a gustar una niña y que ni siquiera lo mire a uno?. A pesar de todo no le guarda ningún tipo de rencor o rabia a sus compañeros, al contrario, ve esta experiencia como un gran aprendizaje que lo formó para convertirlo en la persona que es hoy en día. El apoyo de su madre en esta época fue crucial, ella siempre ha sido su mayor bastión emocional y por quien, en sus palabras, “he logrado superar todos los retos que he afrontado porque me acompañó en los momentos más oscuros y me enseñó a forjar la fuerza del carácter, con cariño, amabilidad y respeto por todas las personas. Es la persona a quien le debo lo que soy y lo que pueda llegar a ser algún día”. 

 

En el 2009 su padre logró que lo trasladaran al Tribunal Superior de Villavicencio para que sus hijos pudieran terminar el colegio en esta ciudad y se acercaran a sus raíces. Nuevamente en el Colegio de La Salle hizo 9º, 10º y 11º. Como si la vida lo estuviera compensando por la dura experiencia de Medellín – pero trayendo la cultura paisa a cuestas pues nuevamente la llevaba en su acento – fue muy bien recibido y apodado como “El paisa”.  

 

Fue un choque para él pues pasó de no tener nada a tenerlo todo, hasta algunas niñas estaban detrás de El paisita. Llevando apenas una semana en el colegio lo invitaron a una serenata de 15 años de una compañera, allí probó su primer trago de aguardiente y fue por primera vez a una discoteca.  

 

En sus últimos años de colegio se destacó en química, física y matemáticas, lo cual lo hizo pensar que lo suyo era alguna ingeniería, pero descartó la idea debido a la cantidad de clases de “Cálculo”. Por la influencia de su padre, más no por su imposición o sugerencia, el derecho siempre estuvo presente en su casa. Recuerda como incluso calificaba exámenes de selección múltiple y pensaba que eran temas fáciles y de sentido común. La otra opción era dedicarse a ser técnico de fútbol, pero eso si no se lo iban a permitir. Primero debía tener una carrera profesional y si seguía con esa determinación lo apoyarían, antes no. 

 

Sabiendo que iba a estudiar derecho solo restaba decidirse por una universidad. Gracias a su buen desempeño en el ICFES tenía su paso asegurado a cualquiera. Se inscribió en Los Andes, el Rosario y la Javeriana. Pasó en la primera y boicoteó la entrevista de la segunda. Su madre, dándose cuenta de eso, lo orientó a dar lo mejor de sí y luego tomar la decisión que quisiera. Su entrevista la realizó Juan Felipe García y el momento en que se decidió por la Javeriana fue al ver la cancha de fútbol. 

 

Bogotá lo volvió a recibir con los brazos abiertos. Llegó a vivir con su hermano David, quien ya llevaba un año estudiando Jurisprudencia en el Rosario, en un apartaestudio de una habitación y un baño. Después llegó su otro hermano Andrés y sus padres decidieron comprar un apartamento de 3 habitaciones y 2 baños en Parque Central Bavaria, donde aún residen. 

 

Su primera clase de la carrera fue Romano 1 con José Elías del Hierro, quien en la primera clase les dijo que tenía un ojo clínico para saber quién no había hecho la tarea dejada la sesión anterior. Dicho y hecho: a la siguiente clase Juan Felipe olvidó que debían investigar qué era la costumbre y respondió lo que creía. Del Hierro se dio cuenta y en lo sucesivo cada que faltaba a clase hacía quiz. 

 

En los dos primeros semestres no le fue muy bien, no entendía qué era el derecho y no le gustaba mucho. Llegó al punto de decirle a su mamá que quería retirarse pero ella lo motivó a seguir para que conociera más de lo que era ser abogado. La clase de Bienes 2 con Ricardo Aguilar, en 3º semestre, lo cambió todo. Recuerda esa cátedra como la sensación. Del profesor rememora que era supremamente divertido, fresco, de buen humor y que transmitía gusto por el derecho. “Esa clase cambió mi vida”. 

 

En 3º semestre fue que empezó a sentir la Javerianidad al tener un buen grupo de amigos, a apoyarse, a dividirse las lecturas y no dejar que nadie se cayera. Fue en esa misma época en que tuvo la claridad de que no quería volver a Villavicencio ni buscar trabajo en una ciudad diferente a Bogotá. Al respecto, señala: “Soy un hijo de Villavicencio amante de Bogotá”.  

Recuerda con risas los regaños que le propinaron dos insignes profesores de nuestra Facultad: Sergio Muñoz Laverde y Francisco Reyes Villamizar. Con el primero por formular mal una pregunta y usar la expresión “habían”, lo cual lo encolerizó pero le dejó la enseñanza de en qué casos se puede usar, además de la importancia de expresarse correctamente al hablar (aunque para ser sincero decidió suprimir esa palabra de su vocabulario). Con el segundo fue en su clase de “Sociedades” y, lo que sucedió, se denominó “La masacre de Tejas” durante un buen tiempo: El Dr. Reyes llegó al aula y empezó a preguntarle a los alumnos sobre el tema visto la clase anterior, ante lo cual muchos dijeron “No se”. Cuando llegó donde Juan Felipe, alias “Tejas” por un juego de letras en su apellido, le preguntó qué era la disminución del capital. A pesar de saber la respuesta la tensión colectiva se había apoderado de él y, pudiendo salir por la tangente con el mismo “No se” decidió responder: “Doctor, es cuando se disminuye el capital”. El Dr. Reyes levantó una ceja al mejor estilo de Ancelotti y lo increpó: “¿A usted eso le parece gramaticalmente correcto? ¿Lingüísticamente correcto? ¿Doctrinalmente correcto? ¿Jurídicamente correcto?”. Lo que terminó de sacar de quicio al docente fue que, al momento de seguir con sus preguntas, los alumnos le decían el “No se” antes de que preguntara. Todo terminó en la famosa “Saquen una hoja” y un ejercicio de disminución de capital, en el que sacó 5. 

También hay buenas historias, no todo puede ser negativo. En el final de Teoría General del Proceso, con el Dr. José Fernando Mestre, recibió unos buenos elogios del monitor. Se decidió también a ver Administrativo y Contratación Estatal con el Dr. Javier Rincón e incluso presentar el preparatorio de derecho público con él y ante sus destacadas respuestas el profesor le dijo: “Lástima que no haya nota numérica, porque esto merece incluso más que un 5,0 aprobado. Váyase tranquilo”. 

“No sería el hombre que soy hoy en día si no fuera por la Javeriana. Es más, la Javeriana es la mejor decisión que he tomado en mi vida”. 

Cuando se graduó de la Javeriana se determinó a que quería ser profesor sin importar la cátedra que le dieran. “Si llego a dictar clase en la Javeriana es la felicidad total porque es regresar al lugar de donde soy”. A pesar de haber tenido la oportunidad de ser profesor en distintas universidades nada se compara como dar clase en casa. Empezó en la Javeriana siendo profesor asistente informal del Dr. Edgar Munévar. Su vinculación formal se dio cuando este mismo profesor pidió en el Consejo de la Facultad que le asignaran un asistente. “Él se la jugó por mí y me ha apoyado siempre desde entonces”. 

Ya estando como profesor se reencontró con el Dr. Eduardo Pacheco, quien fuera su primer jefe en sus prácticas en “M&P Abogados”. Sabiendo que él era el director del Semillero de Derecho Procesal le preguntó si podía colaborar y fue bienvenido. Ambos impulsaron un equipo de muchachos comprometidos y asistieron en 2023 al Concurso de Semilleros de Derecho Procesal organizado por el Instituto Colombiano de Derecho Procesal y quedaron en 6º lugar entre 145 participantes. Un año después, uno de los equipos Javerianos participantes, bajo la atenta orientación de estos dos maestros, le traería el 1er puesto a esta Casa de Estudios después de una larga espera de más de una década. Destaca también el 1er puesto y premio a mejor memorial obtenido por otro equipo Javeriano, de quienes fue coach, en la III edición del Concurso Estudiantil de Juicios Empresariales organizado por la Cámara de Comercio de Bogotá en el 2023. 

Otro de los aspectos importantes en la vida del Dr. Tejeiro es su firma: TDB Abogados. La fundó con su mejor amigo de la Universidad y la vida: Alejandro Díaz Better. El camino no fue nada fácil y el arreglo al que llegaron para iniciar fue que mientras Alejandro seguía trabajando donde estaba, Juan Felipe renunciaría a su trabajo de entonces para dedicarse de lleno a su nueva firma. En términos económicos convinieron en dividirse por mitad el sueldo de Díaz Better. Así emprendieron un proyecto que “no hubiese sido posible si no era con Alejandro. Él sabe todas las cosas por las que tuvimos que pasar y el agradecimiento que tengo por construir esto juntos”. 

Agradece enormemente la llegada de su hermano mayor, David, a la firma. En la oficinas son socios pero en la casa hermanos que se molestan y hacen cosquillas. No son las personas más amorosas, pero destaca la cercanía que han desarrollado: “De vez en cuando David se tira un abracito y esas son cosas que no tienen precio”. 

La firma ha sido un espacio de mucho crecimiento y aprendizaje: aprender a cobrar, ser psicólogo de los clientes, llevar cuentas, administrar, profundizar sus conocimientos jurídicos, entre muchos más. 

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Juan Felipe trata de llevar en alto el nombre de Villavicencio. Quiere que las personas de su región se sientan orgullosas de ser llaneros y sepan que pueden lograr grandes cosas. 

Por sus vivencias, no es la persona más llanera en sus costumbres y tradiciones  pero siente un gran cariño por la región y por toda su familia y amigos procedentes de allí. Tampoco se siente bogotano y muchos menos paisa. Cuando llegó a nuestra Universidad lo supo: “Soy Javeriano”.  

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Este es Juan Felipe Tejeiro Carrillo. Las personas que hemos tenido el privilegio de pasar por sus aulas podemos atestiguar que, más que ser un docente que se preocupe porque aprendamos las generalidades de los medios de prueba y la diferencia entre interrogatorio de parte y declaración de parte, se enfrasca en que seamos buenas personas. Con su ejemplo y su juventud está marcando a toda una generación a ser mejores cada día. Gracias, Tecs. 

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