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PERFIL

José Fernando Mestre Ordóñez

“Claro, exigente y todo, pero nunca cafre. De pronto un poquito cascarero” 

En esta edición, FORO JAVERIANO realiza un pequeño homenaje a uno de los grandes catedráticos de Derecho Procesal, el doctor José Fernando Mestre Ordoñez, quién nos invitó a su oficina para contarnos un poco sobre su vida. 

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Fuente: Archivo personal Juan Manuel Suárez

Por: Stephanie Yepes G. y Santiago Osorio S.

El doctor Mestre nació y creció en Bucaramanga, ciudad que, en sus palabras, “es la maravilla”. Según él, puede ser mucho más rico vivir allá que en Bogotá, pero que desafortunadamente las oportunidaes académicas y laborales más importantes están en la capital. Además, acá hizo socios y familia, por eso tampoco se va. Igualmente, nos aclaró que la nostalgia de dejar su tierra natal no fue tan grande, pues ‘uno debe tomar decisiones y no mirar atrás’. Como dice el himno: “Santandereano siempre adelante, Santandereano ni un paso atrás”. Recientemente abrió una oficina en Bucaramanga, por lo que ahora tiene más excusas para ir.  

Sobre su infancia nos contó que solía ser muy deportista, lo que abandonó en Bogotá. De vez en cuando se metía en algún equipo, pero cuadrar partidos y mover a los jugadores no es tan fácil como allá. “Todo cambia y por eso también cambié mucho físicamente”, agregó jocosamente apuntado la mirada a su abdomen capitalino. En el colegio era marcador derecho, pero en su primer año en la universidad quisieron armar el equipo de fútbol del curso y todos eran defensas. Cuando se dio cuenta de que lo iban a banquear dijo que era delantero. Su primer partido fue contra un equipo pésimo y metió cuatro goles. Aunque nunca hubiera sido delantero, el resto de su vida terminó jugando así. Ya siendo profesor, se metió al equipo de la Facultad con otros y ahí ya era gordito, por lo que le pusieron el tanque. Luego de un tiempo, colgó los guayos, se retiró de las canchas y aclaró que por el momento no le han hecho el partido de despedida. 

En cuanto a por qué estudiar en Bogotá, por qué Derecho y por qué la Javeriana, nos advirtió que era una historia muy larga y que íbamos a tener que poner en práctica un gran poder de síntesis. En el colegio era científico: le encantaban las matemáticas, la física, la química y, de hecho, iba a estudiar alguna ingeniería en los Andes. Tan es así, que cuando dijo que iba a estudiar Derecho la rectora del colegio lo mandó a llamar a decirle que lo pensara, que si estaba seguro y que sería un desperdicio. No logró cambiar su opinión. La verdadera razón de por qué estudiar Derecho no la sabe. Afirma que fue un llamado, un llamado maravilloso porque siempre se ha sentido feliz desde el primer día que tuvo clase de Introducción al Derecho, un lunes de enero a las 6 de la tarde con Pacho Herrera. Desde ese momento sintió que estaba donde le correspondía.  

Se iba a presentar a la Javeriana, Externado, Rosario y Andes. Vino a radicar los papeles y fue primero a la Javeriana. Como le fue muy bien en el ICFES, le dieron una “notica” y le dijeron que buscara al Padre Álvarez, el decano del medio universitario. El Padre quedó muy sorprendido y le preguntó que si quería entrar a la entrevista de una vez, pues el decano Juan Carlos Esguerra ya iba a llegar, así que se quedó esperando. Sentado en el sexto piso vio la agradable interacción entre profesores, estudiantes y el personal administrativo tan característica de nuestra Facultad. Finalmente no llegó el decano, así que la entrevista se la hizo el Padre Álvarez junto con el doctor Hernando Gutiérrez.  

Gratamente sorprendido por nuestra universidad, continuó con su tarea y fue a los Andes, pero no sintió el mismo vínculo emocional que pensó iba a sentir, que creía iba a ser la suya. Luego fue al Rosario, pero estando allí tampoco se sintió identificado, así que ni siquiera radicó los papeles; hoy en día, es profesor en esa facultad y es muy amigo de su actual decano. Por último, se dirigió al Externado, pero después de subir caminando durante un buen tiempo, se cansó y se devolvió. Al día siguiente volvió a la Javeriana, un poco más confundido, para encontrarse con el decano. Al llegar, éste lo recibió y después de una charla le dijo que tenía madera de abogado pues “no se dejaba fregar”; le dio la noticia de que estaba admitido, a lo cual el doctor Mestre le respondió con cierta valentía que todavía no estaba seguro. Afirma que afortunadamente tomó la decisión y desde enero de 1995 no han pasado dos meses en que no haya estado algún momento haciendo algo por la Facultad. Cuando terminó la carrera estuvo en el consultorio jurídico, luego fue monitor del doctor Sampedro y al terminar la especialización de Derecho Procesal en la Nacional, quedó como titular de la cátedra que hoy en día dicta. Desde enero de 1995 no ha salido nunca de la Facultad, su casa. 

En su paso por la Universidad recuerda especialmente a su curso. Eran muy unidos, compartían un mismo salón todos los días y a toda hora. Para él fue delicioso estudiar en la Javeriana: “uno aprende, estudia, y además genera lazos con los compañeros y los profesores”. De su curso son sus tres socios y su esposa, por lo cual anota que entrar a estudiar Derecho, le cambió la vida. También habló sobre su experiencia en Obligaciones con el doctor Barrera. Hoy en día son amigos, pero en esa época le dio “palo”. Llegó al final necesitando 4,0 para pasar. Entró y con tan buena suerte que el doctor Barrera le hizo la misma pregunta que le había hecho a su (hoy en día) socio  el día anterior. Sin embargo, Barrera se dio cuenta de que se sabía todo y le dijo “espérate, más bien te voy a hacer otra pregunta”, y le puso un caso dificilísimo tratado por la jurisprudencia francesa, pero logró sacar la nota que necesitaba, dejando la materia en 3,1. En cuanto a su esposa, nos contó que eran amigos desde primero, todo comenzó porque ella empezó a patinar en juzgados y el también. Su grupo de amigas estudiaba de día y Sarita se quedó sin el grupo de estudio. Se encontraban en los juzgados y le decía, “ah, yo que voy a hacer”, y él le respondió: “si quieres estudiemos juntos”. Recuerda que todo floreció estudiando una noche para Contratos. En tercer y cuarto año patinó en la oficina de un abogado que se llama Andrés Ordoñez, un primo de su mamá que conoció en ese momento. En quinto año, el doctor Sampedro, que era ya su amigo, le dijo que no fuera bobo, que desde el próximo año iba a trabajar toda su vida, y que éste era el último año en el que podía decidir no trabajar, añadiendo que el quinto año de derecho es “para gozarlo”. Siempre le ha hecho caso a los consejos de “Julio”, así que renunció. Luego trabajó con un profesor, pero no era un trabajo fijo. En agosto del 2001 fundaron M&P abogados, pasaba medio tiempo en la universidad y medio tiempo trabajando en la firma. Desde ahí siempre ha tenido la vinculación como profesor de cátedra y su ejercicio como profesional. 

Sobre sus primeras experiencias como profesor, recuerda particularmente la época en la que era profesor auxiliar de Procesal Penal con el doctor Sampedro. Cuando le decía que no podía ir, se preparaba cuatro horas para dictar clase y poder contestar todo. Una vez le avisó 10 minutos antes que no podía ir a clase, diciéndole: “tú sabes de medidas de aseguramiento”. Ese día se dio cuenta de que realmente para dictar clase también implica saber del tema, confiar en su criterio y en su conocimiento. Dictar clase no era cuestión de repetir algo que preparó con anterioridad sino que es también una especie de formación en la medida en que van interactuando el profesor y los alumnos: “por eso yo insisto en que participen”. Recomienda que “si no tiene nada inteligente que decir, por lo menos que suene bonito, usted no puede contestar no sé”. Respecto a la fama de su clase, afirma que no “le para muchas bolas”. Según él,  “si la fama que uno tiene no es voluntaria, es porque uno es medio bobo, porque uno sabe qué se crea”. Es importante generar una idea en los estudiantes, lo que piensen cuando salen de la clase, no cuando la están recibiendo, pues un estudiante recuerda con mucho más cariño y respeto a los profesores que le exigieron, que a los profesores con los que pasó rico y la clase fue divertidísima, pero que no aprendió nada. “Yo si quiero que aprendan Teoría General del Proceso, pero también en el otro aspecto, que ese recuerdo a largo plazo, sea de una persona que fue responsable con lo que estaba haciendo, que se tomó en serio ser profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas”. Resaltó también: “Claro, exigente y todo, pero no cafre. De pronto un poquito cascarero, pero es que la vida está llena de cáscaras que tenemos que aprender a manejar como abogados y ese es uno de los mensajes que le quiero dejar a los estudiantes”. 

Por último, nos compartió lo que dice siempre en su última clase: “hay que gozarse la carrera en todas las dimensiones, no solamente en la rumba”. Los que sólo estudian y no rumbean, mal; los que sólo rumbean y no estudian, también mal. ¿Cómo es gozarse la carrera? Es también cogerle el gusto a lo que decidió dedicarle toda su vida, pues, de lo contrario, va a ser infeliz el resto de sus días. Siempre va a haber profesores y materias que le gusten o disgusten, se trata de ser conscientes del valor que tiene todo: hay que rumbear, conocer gente, ir a clase y estudiar. “Vamos a la rumba y vamos a clase, así lo hicimos todos, es parte del encanto. No es que por hacer una se deja de hacer la otra. Hay que gozarse todas las etapas, no sólo esta. Gozársela quiere decir, hacer las lecturas, ir a clase y disfrutar todo, porque es lo que están viviendo”. 

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