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DEL DIRECTOR

Crónica de una vida de superación  

¡Gracias, papá! 

La vida de mi padre es un testimonio de superación y dedicación. Desde que tengo uso de razón, él ha sido una inspiración y un referente que en este escrito quiero compartir. Para ti este artículo, papá. 

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Fuente: Archivo personal José Javier Osorio

Por: José Javier Osorio Quintero

José Javier Osorio, mi padre, nació el 8 de abril de 1944 en Armenia, Caldas. Quindío era una provincia, una región cafetera del “Viejo Caldas”. Fue hasta 1966 que se convertiría en departamento y esta ciudad en su capital. 

Se casó en dos oportunidades: primero, con Beatriz Jaramillo Ceballos y en segundas nupcias con Martha Cecilia Quintero González, mi madre. Del primer matrimonio tuvo como hijos a Francisco Javier, Beatriz Clemencia y Clara Lucia. De la “segunda colchada”, como la nombra, tuvo como hijos a José Javier, Juan Pablo y Juan José.  

Inició sus estudios de primaria en la Institución Educativa “Enrique Olaya Herrera”, de Armenia, pero tuvo que abandonarlos por las necesidades económicas de su familia. Siendo uno de los hermanos mayores, empezó a trabajar desde los 12 años para ayudarle a su madre, Ana Virginia Osorio Vizcaya. 

Uno de los primeros trabajos que tuvo fue como “domiciliario” de almuerzos. En el camino, con la inocencia de un niño, paraba, los abría y a cada paquete le pegaba un mordisco: a uno la tajada, a otro la carne, a otro la papa y así sucesivamente. La dicha se le terminó cuando se dieron cuenta de sus gracias y lo despidieron. 

A los 12 o 13 años, empezó a trabajar en la Notaría Primera de Armenia, a cargo del Dr. Rafael Muriel Guinand, como aseador y mensajero. El sueldo era $15 pesos mensuales. Recuerda con nostalgia el día que fue con su madre a preguntarle al Notario si existía la posibilidad de aumentarle el sueldo anualmente y la respuesta fue tajante: “Ni un peso”. 

La curiosidad propia de los niños, hizo que le llamara la atención las máquinas de escribir, negras y pesadas marca “Underwood”, que reposaban sobre los escritorios de los funcionarios de la entidad. Viendo su interés, Fabio Salazar Montoya, más conocido como “Macanita”, le regaló una moneda de $1 peso para que comprar una cartilla y aprendiera a escribir en estas máquinas. Con mucha dificultad, por no saber leer perfectamente, pero con mucha determinación, empezó a practicar y se convirtió en un perfecto mecanógrafo. 

En esos años, por ser plena época de “La Violencia”, todas las personas mayores de edad debían portar un documento expedido por el Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC) en el que reposaran sus antecedentes judiciales y la forma de solicitarlo era a través de un memorial. Las oficinas del SIC quedaban diagonal a la Notaría Primera de Armenia. 

Como José Javier debía llegar muy temprano a la Notaría para asearla, notó que muchas de las personas que iban al SIC no tenían el documento de solicitud y no había forma de adquirir uno cerca. Ya con sus diez dedos diestros en el oficio de escribir en máquina se propuso llegar a la oficina más temprano para asearla y luego poder sacar una mesa con una máquina de escribir y redactar estos memoriales. Por cada escrito cobrara alrededor de $50 centavos. Sin cumplir los 18 años, empezó a ganar tanto dinero con los memoriales que en ocasiones era más que el sueldo del mismo Notario.  

Su habilidad con la máquina de escribir y su deseo de seguir formándose en derecho le permitieron conocer a Marconi Sánchez Valencia, distinguido abogado penalista y virtuoso líder político del Partido Liberal. Marconi era un orador excepcional pero no manejaba la máquina de escribir y por eso contrató a José Javier. Le dictaba todo tipo de memoriales y lo corregía, tanto en ortografía como en contenido. Su amistad con este eminente abogado le permitió aprender a elaborar demandas y llevar sus propios procesos de sucesiones o ejecutivos amparados con su firma. La muerte de este gran mentor en Montenegro, Quindío, el 17 de diciembre de 1983, ocasionada por una bomba puesta en su vehículo, fue un golpe muy fuerte para José Javier, el cual se vio magnificado por la muerte de su madre 8 días después, el 25 de diciembre de 1983. 

Aprendió el oficio de ser Notario de la mano de grandes maestros como el Dr. Jesús Gómez Dávila, el Dr. Teodoro Velásquez Jaramillo, el Dr. Rafael Jaramillo Betancourt y el Dr. Gonzalo Toro Patiño. Su dedicación y esmero le valieron ser designado en varias ocasiones como Notario Tercero encargado de Armenia. Por recomendación de grandes políticos y amigos de la época como Silvio Ceballos Restrepo y Diego Moreno Jaramillo, a finales de la década de 1960, fue nombrado por el entonces Gobernador del Departamento del Quindío, Jorge Arango Mejía, Notario Único de Quimbaya, cargo que desempeñó hasta 1975 cuando pasó a la Notaría Segunda de Calarcá. Ambas en su amado Quindío.  

Vale aclarar que José Javier no era abogado, pues el Decreto 960 de 1970 – aún hoy vigente – permitía/permite a las personas ser Notarios sin ser abogados. En 1970, después de haber validado su bachillerato, inició sus estudios de derecho en la Universidad La Gran Colombia, sede Armenia, pero tuvo que interrumpirlos tras un año por situaciones de persecución política. Los retomó en 1979 y finalizó en 1984. Tras mucha insistencia de Henry Valencia Naranjo, quien fuera su amigo y profesor de obligaciones, adelantó los trámites necesarios para obtener el título de abogado en 1986. 

A pesar de tener una hermosa caligrafía palmer, su escritura siempre fue muy lenta y no podía ir al ritmo de los profesores. Su estrategia consistió en escribir únicamente los títulos y leer atentamente los libros guía de las diferentes materias. La dificultad para escribir era tal que se caracterizaba por llevar su máquina de escribir al salón para presentar los exámenes. 

En 1985 se abrió un concurso para la Notaría Cuarta de Manizales, la cual, a diferencia de las anteriores, era de primera categoría. El examen era en la ciudad de Manizales y a pesar de salir con suficiente tiempo del municipio de Calarcá, Quindío, donde residía, a la capital Caldense, un derrumbe en la carretera pareció truncar su deseo de concursar. Ocurrieron dos cosas providenciales: Se encomendó a San Judas Tadeo, de quien siempre ha sido muy devoto, y le pidió a su hijo mayor, Francisco Javier, “Kiko”, que se bajara del carro y se adelantara a la fila de vehículos para avisarle cuando dieran vía y así poder salir rápido por la izquierda. La “señal” que le daría era agitar sus manos en señal negativa pero que José Javier entendería como afirmativa. A pesar de llegar un poco tarde al examen le permitieron presentarlo y obtuvo la mejor calificación. Claramente lo presentó con su mejor amiga: su máquina de escribir eléctrica marca “Brother” color amarillo. 

Cuando llegó a la Notaria Cuarta de Manizales, únicamente había 8 funcionarios en ella. “La ciudad de las puertas abiertas” no lo recibió de la manera como hoy en día es conocida, los demás Notarios y la sociedad de la época lo rechazaban por no ser Caldense. Con su ingenio tan característico les aseveraba que él sí era oriundo de este departamento, pues según su cédula había nacido en Armenia, Caldas. Fue a punta de buena atención, servicio y conocimiento que se ganó el cariño de los manizaleños. 

Su gestión como Notario fue determinante en el desarrollo urbanístico de esta ciudad cafetera. Al percatarse de la celeridad en la que realizaba y registraba las escrituras, todos los constructores empezaron a buscar sus servicios. Los grandes edificios y construcciones de la época fueron escriturados bajo su firma. 

Bajo la consigna de “manejar la Notaría con visión empresarial” inició con la ampliación y modernización de esta, tanto en términos tecnológicos como de servicio al cliente. El primer computador de Manizales destinado a una Notaría lo llevó él. Ante la negativa de sus trabajadores por abandonar las máquinas de escribir, un viernes por la noche junto a “Kiko” se las llevó todas y las reemplazó por “modernos” ordenadores. La sorpresa y el temor que se apoderó de los empleados el lunes en la mañana fue abismal. José Javier siempre ha sido un “hombre de armas tomar”.  

Como “Notario de mostrador” puso siempre sus amplios conocimientos jurídicos al servicio y disposición de la comunidad, permaneciendo presto a ayudar y solucionar dudas como un empleado más, en el mostrador. Velaba por priorizar en la atención a los miembros de la fuerza pública, las personas de edad avanzada o todo aquel a quien se le deba tener una consideración especial por su condición.  

Como anécdota curiosa, uno de los primeros celulares de Manizales lo tenía él. Cuando estaba en la calle y lo usaba, la gente quedaba asombrada. Como el hombre sin egoísmos que es, no dudaba en prestárselo a las personas que se lo pedían para llamar a sus hogares e informar que estaban usando este avance tecnológico. 

La innovación que introdujo en la práctica notarial de Manizales – y del país – no se limita a los computadores y las fotocopiadoras sino a un software que sistematizó esta labor. Contrató a un equipo de Ingenieros de Sistemas para que diseñaran, bajo su orientación, un sistema que incorporara diversos modelos de escrituras y solo se necesitaran llenar los espacios en blanco. Esta plataforma permitió disminuir el tiempo de realización de una escritura de 2 o 3 horas a escasos 15 minutos. Bajo la administración de José Javier, la Notaría Cuarta de Manizales se convirtió en todo un referente y una de las más importantes para gran parte del país. 

Llegó a tener alrededor de 30 empleados y velaba por el bienestar de todos incentivándolos, con permisos y auxilios económicos, a estudiar en los programas nocturnos que ofrecía la Fundación Universitaria de Manizales (hoy Universidad de Manizales). Abogados, economistas y contadores fueron el grueso de los profesionales que se graduaron. Puede decir, con total orgullo, que muchos de ellos siguieron su legado y hoy son Notarios en distintas ciudades del país.  

Adicional a su calidad humana, uno de los mayores recuerdos de las personas que trabajaban con él eran los compartires de los jueves, días en los que compraba pollo “Frisby” para todos, o incluso los desayunos los sábados, en los que les daba picada de chicharrón, carne, arepa y chocolate a todos. 

Su elocuencia y uso generoso del lenguaje hacían que fuera muy buscado para oficiar matrimonios. No fueron pocas las veces que incluso los realizaba en iglesias cristianas o evangélicas a la par del rito del respectivo pastor. El ritualismo y respeto con el que oficiaba este “sacramento” era absoluto. 

En el ámbito académico, adicional a ser abogado curso la especialización en Derecho Comercial de la Universidad de Caldas, primer posgrado en realizarse en Manizales, y adelantó estudios en Derecho Notarial y Registral en las Universidades Externado de Colombia y Libre. 

En el 2009, tras más de 40 años como Notario se pensionó y abrió su oficina de abogado. Junto con la práctica jurídica se dedicó a la construcción, otra de sus grandes pasiones. De hecho, el edificio donde funcionó la Notaría Cuarta desde 2004 fue construido por él y le puso de nombre su alias: “JOSEJOTA”. Las personas seguían yendo tanto a preguntar por él que fue imperioso ubicar una placa que dice: “AQUÍ FUNCIONÓ LA NOTARÍA CUARTA A CARGO DE JOSE JAVIER OSORIO. AGOSTO 1986 – ABRIL 2009”.  

Actualmente pasa sus días en su oficina particular, ubicada una cuadra antes de donde pasó sus últimos días como Notario, leyendo, escuchando música y brindando asesoría en temas civiles y comerciales, al igual que ser un constante consultor de muchos Notarios. 

 

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Caminar con mi padre por las calles de Manizales es tener presente que las personas lo saludan con efusión y le agradecen todo lo que hizo por la ciudad. Me enorgullece ser su hijo y saber lo mucho que consiguió con su esfuerzo y dedicación. Espero con este artículo rendirle un homenaje y gratitud por todas sus enseñanzas. 

En alguna oportunidad, hablando con el Dr. Hernando Yepes Arcila, quien compartió amistad con mi padre en Manizales, le pregunté sobre él. Su respuesta: “Era el Notario ejemplar”. Me quedo con esas palabras y la emoción de poder escribir este artículo. 

¡Gracias, papá! 

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