INTERNACIONAL
“La Vergüenza Tiene que Cambiar de Bando”
El Caso de Gisèle Pélicot
La tragedia que le dio la vuelta al mundo prometiendo marcar un antes y un después en la justicia para las mujeres víctimas de violencia sexual.
Fuente:El Confidencial
Por: María López Bernal
En el último siglo, el movimiento feminista ha logrado alcanzar a las autoridades estatales, permitiendo que se den avances nunca antes vistos en relación con la protección de las mujeres víctimas de violencia basada en género. Esto les ha dado la oportunidad a estas mujeres de tener un mayor acceso a la justicia, con procesos de denuncia inmediata y juicios cada vez menos revictimizantes. Sin embargo, esto no significa que los casos hayan sido erradicados, tampoco se ha notado una disminución. Incontables son los casos relacionados con acoso y abuso sexual que llegan a manos de la justicia diariamente al rededor del mundo, cada uno más aterrador que el anterior. Fue uno de estos casos que conmocionó al planeta entero a mediados de este año, recordándonos la realidad que, trágicamente, siguen viviendo la gran mayoría de las mujeres.
Era el 12 de septiembre de 2020 cuando las autoridades de la región de Vaucluse, Francia, recibieron el reporte de un hombre que fue descubierto tomando fotografías con su teléfono celular bajo las faldas de las mujeres en un supermercado. El hombre fue detenido y posteriormente arrestado por la policía, para que luego le fueran incautados sus dispositivos electrónicos en los que se encontraba la evidencia del crimen. Lo que los oficiales no esperaban era que en esos mismos dispositivos hallarían evidencia de un crimen mucho más estremecedor. Este hombre, identificado como Dominique Pélicot, compareció el 2 de septiembre ante el Tribunal de Aviñón, acusado de drogar a su esposa para permitirle a otros hombres abusar de ella en repetidas ocasiones, grabando cada una de ellas. Este es el desgarrador caso de Gisèle Pélicot.
Fueron tres extenuantes años de espera a los que debió someterse Gisèle Pelicot antes de enfrentarse cara a cara con su esposo, ahora como su agresor. Esto tras enterarse de la más grande traición, como ella lo describe, cometida por quien debía ser su apoyo y compañero de vida. El día en que Dominique Pélicot fue detenido, fue encontrada en sus dispositivos una carpeta digital titulada “Abuso” en la cual encontraron más de 20.000 videos y fotografías, en los cuales podía verse a montones de hombres realizando actos sexuales contra el cuerpo completamente inerte de su esposa. De los aproximadamente 83 sujetos diferentes que aparecen en estos videos, solo 51 pudieron ser identificados y hoy comparecen, junto a Dominique Pélicot, ante al Tribunal Penal de Aviñón, Francia, acusados de abuso sexual.
Este fue un caso trascendental que terminó en los periódicos y noticias de todo el mundo, llamando la atención por muchos factores, pero principalmente la inhumanidad y crueldad de estos actos. A pesar de esto, ha permitido que se traiga a la luz incontables elementos que hasta ahora empiezan a ser cuestionados en los casos de abuso y violencia sexual contra las mujeres.:
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La conciencia del crimen
“Soy un violador”; fueron las palabras más destacadas en el testimonio dado por Dominique Pélicot ante el tribunal, aceptando los cargos en su contra. Confesión que puede estar demás, cuando toda la evidencia apunta en su contra. Es imposible negar que el acusado sabía lo que hacía, cuando la carpeta donde escondía sus aterradores actos lleva el crimen como título y cada uno de los videos y fotografías están específicamente categorizados por fecha, nombrados de forma tan vulgar que el mismo juez titular del caso se negó a seguir leyéndolos en voz alta en la audiencia donde fueron proyectados.
Pélicot también admitió haber mezclado drogas en la comida de su esposa por más de una década, buscando dejarla en un estado de inconsciencia tal que no pudiera sentir a todos los hombres que llegaban casi todas las noches a abusar de ella. La mayoría de estos sujetos, hombres que respondían a las publicaciones hechas por el acusado en un sitio web donde les “ofrecía” a su esposa y hoy comparecen también ante la justicia francesa, buscan salvarse argumentando que no sabían que la víctima había sido drogada; que pensaban que se hacía la dormida o que era un “fetiche” que la pareja de esposos llevaba a cabo en esos encuentros. Otros incluso llegan al extremo de alegar que existió algún tipo de coacción por parte de Pélicto, quien, según ellos, lucia tan intimidante que temían les hiciera algo si se rehusaban a “mantener relaciones sexuales” con su esposa.
¿Será esta la verdad? Es difícil de creer cuando estos hombres debían cumplir con un minucioso protocolo al momento de aceptar la oferta de Pélicot. Primero debían dejar sus automóviles a unas cuadras de la casa; al llegar, debían quitarse la ropa en la cocina y lavarse las manos con agua caliente para que el contacto frío no llegará a sobresaltar a su esposa inconsciente; y en el tiempo que permanecieran en la habitación no podrían fumar ni usar perfumes que dejaran algún rastro que hiciera que Gisèle sospechara algo a la mañana siguiente. Tampoco puede ignorarse que en muchos de estos vídeos los hombres parecen estar especialmente atentos a las reacciones de la víctima, deteniéndose o alejándose ante cualquier ruido o movimiento que pudiera significar que había despertado.
A pesar de que Pélicot ha testificado haber dejado claro a estos hombres que él drogaba a su esposa para hacer posibles dichos encuentros, los acusados siguen tratando de buscar cualquier forma de negar este hecho y escapar de la justicia. Hay poca (por no decir inexistente) evidencia a favor de los involucrados, por lo que es casi completamente evidente que conocían la gravedad de sus acciones y eran conscientes del daño que estaban causando. A pesar de esto, ninguno de los 83 sospechosos rechazó la oferta de Pélicot al ver a su esposa inconsciente. Ni uno solo de ellos denunció los sucesos ante las autoridades. Todos optaron por el silencio.
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El perfil del “perfecto violador”
Hay un factor en específico de este caso que ha abierto los ojos de la sociedad, a pesar de ser algo que las mujeres han recalcado una y otra vez sin descanso. Citando las palabras del periódico The New York Times, “Los hombres acusados parecen ser una galería de la sociedad francesa de clase media y trabajadora”. Sus edades oscilan entre los 26 a los 74 años; hay hombres de todas las profesiones, desde camioneros hasta periodistas, abogados, expertos en informática y enfermeros; muchos son padres y esposos. Esto derriba la idea que eternamente se ha tenido de que los violadores son hombres locos y enfermos, que se esconden en la oscuridad esperando a su siguiente víctima. Son hombres del común, hombres que caminan entre nosotros a diario, que van al trabajo, regresan a casa con sus familias y son hombres considerados como excepcionales e incapaces de cometer semejantes atrocidades. No existe tal cosa como el perfil del “perfecto violador”; es imposible saber quién será el siguiente en atacar. En palabras de la misma Gisèle Pélicot al referirse a su esposo: “yo también tenía un hombre excepcional”. Esto deja en evidencia que, en efecto, el abuso sexual no es una forma puntual de violencia nada más. Es un problema estructural de la sociedad que está directamente vinculado al patriarcado y a la violencia basada en género. De acuerdo con Octavio Salazar, catedrático de derecho constitucional de la Universidad de Córdoba (España), “los hombres tienen la sensación de que -el abuso sexual- es un tema que no va con ellos, porque creen que se trata de “monstruos” o individuos que padecen patologías mentales, cuando por lo general, tal y como ha sucedido en el caso Pélicot y en tantos otros relacionados con la violencia sexual, quienes cometen ese tipo de agresiones son hombres corrientes que forman parte de una cultura que deshumaniza y cosifica a las mujeres. Y es precisamente esa idea de que los agresores son “enfermos” o “monstruos” la que impide afrontar el machismo estructural”. Esto hace que los hombres se desvinculen de la raíz de estas violencias, que es la cultura machista, la cual afecta la forma en que se entiende la sexualidad de los hombres con las mujeres, las relaciones en general de los hombres con las mujeres. En palabras del jurista, “ese es el trabajo que no se está haciendo”. En tanto ese trabajo no se haga y la sociedad no empiece a tomar en serio los cambios que deben hacerse a nivel estructural y cultural, los casos como este no van a cesar.
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El impacto de Gisèle Pélicot
Más allá de la crueldad que envuelve a este caso, lo que llevó a tantas mujeres a levantarse en apoyo a Gisèle Pelicot fue su fortaleza y valentía; el coraje que demostró al permitir que su dolorosa situación fuera compartida con todo el mundo para proteger a todas las mujeres. Es una mujer que se vio enfrentada durante cuatro años al sistema judicial, renunciando a su derecho al anonimato y luchando porque todo el proceso fuera puesto ante los ojos del público. A pesar de la dificultad que esto ha significado para ella, insiste que un es un acto de valentía, es un acto de reivindicación. Su finalidad es que su caso sea el primer paso hacia un cambio en la forma de hacer justicia para las mujeres; que las mujeres sean escuchadas y los hombres se hagan por fin responsables de sus actos. Que los dedos que siempre señalan a las víctimas empiecen a apuntar a los victimarios. Que, de una vez por todas, como dice Gisèle Pélicot, “la vergüenza cambie de bando”.
El deseo que hoy radica en los corazones de tantas mujeres alrededor del mundo es el de que este caso no se convierta en uno más del montón. Que no quede en el olvido como las historias de tantas mujeres que sienten que su sufrimiento fue en vano cuando ven los números de víctimas aumentando y las cifras de victimarios impunes. Esperamos que este desgarrador acontecimiento logre, efectivamente, abrir los ojos del mundo y empecemos a notar un cambio en la justicia y en la sociedad.
Bibliografía: