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“Necesitamos la paz para vivir civilizadamente y dejar de morir a destiempo y como salvajes” - Guillermo Cano Isaza
Entre Tinta y Sangre: A la Memoria de Don Guillermo
A casi cuatro décadas del asesinato del director del periódico El Espectador, Guillermo Cano Isaza, el Gobierno Nacional pide públicamente disculpas por un crimen que pudo ser evitado y se comprometió a esclarecer el caso.
Fuente: El Espectador
Por: Nicolás Gómez
17 de diciembre de 1986. – No hubo palabras después de la ráfaga de disparos que había atravesado las oficinas de El Espectador. A la distancia, un Subaru rojo de placas AG5000, el mismo de Don Guillermo, rodaba lentamente hasta estrellarse en un poste del alumbrado público: “mataron a Don Guillermo”.
Solo el llanto pudo romper el silencio de esos instantes, a lo lejos, el rugir de una motocicleta que se perdía entre la noche y las sombras. El sobresalto y la duda se convertirían rápidamente en desesperación y miedo. Don Guillermo, “memo”, como le decían de cariño estaba ahí, inerte, la cabeza recostada contra el volante, su rostro, cubierto de esquirlas de vidrio y gotas de sangre sobre su pecho.
Para nadie era un misterio lo que se vivía, habían escrito editorial tras editorial las desgracias de un país que no parecía tocar fondo. Entre el miedo y la incertidumbre, Don Guillermo jamás mostraría una pizca de miedo, mantenía la serenidad justa para preservar el orden en un mundo que parecía haberse perdido en sí mismo.
Al igual que tantos otros, Don Guillermo era uno de los colombianos más amenazados en el país. Las preocupaciones no eran pocas, entre familiares y amigos, el miedo por la vida del director del diario más importante del país empeoraba cada día que el narcotráfico asestaba violentos golpes a periodistas, políticos, jueces y civiles. Se había atacado al narcotráfico con palabras, y este había respondido con balas.
No parecía preocuparse, comprendía la responsabilidad de mantener firme no solo los ideales del periódico sino su convicción propia en la lucha por la verdad y la paz. Cada columna, cada frase, cada palabra lo acercaban más a un destino que no ignoraba, el miedo era palpable, pero ello no detendría el sonar de la su máquina de escribir Olivetti que semana tras semana le narraba al país los horrores de una nación en guerra.
No sería sino hasta 1997, casi una década después del asesinato, que el caso llamaría la atención de los organismos de justicia internacionales, llegando incluso hasta la CIDH que en 2001 declararía al Estado colombiano como responsable de forma directa por no garantizar la suficiente protección a uno de los hombres más amenazados en Colombia, a mediados de los años 80.
Con el perdón del Estado colombiano por la muerte de uno de sus más brillantes periodistas se da el primer paso hacia la verdad de los hechos. Sin embargo, también se admite el fracaso en una investigación aún desprovista de verdad, así como una indagatoria que a casi cuatro décadas de la muerte de don Guillermo parece dejar más preguntas que respuestas.
El perdón puede sanar heridas, pero no puede traer paz ni reparación a las incontables víctimas del narcotráfico en un país que parece nunca ha podido conocer una paz auténtica y duradera.
¿Cómo se les explica entonces a las víctimas, a sus familias y a la Nación misma, el precio por defender sus ideas? ¿Cómo se deja en claro que en un país donde el horror se convierte en rutina, es el propio Estado el que se compromete con su palabra asegurar la paz, y deja a merced de los violentos, a los más férreos defensores de la libertad de expresión, la justicia y la verdad?
Casi 40 años tras el asesinato de don Guillermo, las investigaciones no han dado con los responsables. A pesar del reconocimiento del Estado y su responsabilidad en el caso, las indagaciones se han limitado a un proceso “serio, exhaustivo e imparcial” para determinar los errores, negligencia y equivocaciones en el caso. En palabras del Ministro de Defensa Néstor Osuna “Todos les fallamos a Don Guillermo Cano, a su familia, a El Espectador, a los periodistas. Como sociedad colombiana, ahí rompimos nuestro compromiso de civilidad, de convivencia y de respeto a los derechos humanos”.
A pesar de los actos formales, las declaraciones y el perdón, el nuevo compromiso adquirido por el Gobierno Nacional no dará final a la búsqueda por la verdad, capaz de devolver a las familias de las víctimas la esperanza de saber, algún día, qué pasó con aquellos a los que el narcotráfico brutalmente les arrebató la vida.