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DEL DIRECTOR

A la Guardiana de la Constitución 

El sueño de la Magistratura 

Un sentido homenaje y agradecimiento a la Corporación, y las personas, que día a día se esmeran en la protección y salvarguarda de los más desvalidos: La Corte Constitucional de Colombia. 

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Archivo personal José Javier Osorio

Por: José Javier Osorio Quintero

He de iniciar este escrito agradeciendo/dedicando este artículo/sueño, a mis dos primeros maestros en Derecho Constitucional: Daniel Fernando Loaiza Correa y Carlos Iván Castro Sabbagh. ¿La razón? R/: Desde el primer instante de sus clases tuve pleno convencimiento que quería dedicarme a esta rama del Derecho para servirle a mi país y a mi gente.  

  

Veo el Derecho desde una óptica muy amplia: es tanto un conjunto de normas que regulan el comportamiento en sociedad, como una poderosísima herramienta de transformación social y salvaguarda de los intereses, sueños, necesidades y clamores de los más desvalidos. En este entender, considero que el Derecho Constitucional es el vehículo que permite materializar la protección inherente de cualquier ordenamiento jurídico a su público objetivo: sus ciudadanos, sin distinción alguna. 

  

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En retrospectiva creo que era apenas lógico soñar con vincularme a la Corte Constitucional en algún momento de mi vida (más pronto que tarde) y así fue. Tuve/tengo el inmenso privilegio, y la gran responsabilidad, de hacer parte del equipo de preselección del despacho del Dr. José Fernando Reyes Cuartas, Magistrado y Presidente de esta Corporación, en la modalidad de Auxiliar Judicial Ad-Honorem de Práctica Académica.  

  

Mi labor consiste en la revisión de sentencias de tutela provenientes de todos los Juzgados del país, la elaboración de reseñas esquemáticas, de fichas de preselección y determinar si se han fallado correctamente a la luz del ordenamiento vigente y la jurisprudencia de este Alto Tribunal. A pesar de ser posible realizar todo el trabajo de manera virtual – de hecho, me atrevería a decir que más de la mitad de los funcionarios judiciales trabajan en esta modalidad – no podía privarme de la posibilidad de asistir al Palacio de Justicia “Alfonso Reyes Echandía” y trabajar desde su interior.  

  

Por la admiración y respeto que le tengo a este edificio, me prometí que siempre me iría de traje y corbata a pesar de la informalidad en la que es usual ver a los funcionarios judiciales. Al respecto, en alguna ocasión un Magistrado Auxiliar me llegó a decir: “Que pena usted tan elegante y yo así (jean y camisa), espero no piense que estoy en pijama. No tiene que venirse tan formal a menos que se sienta cómodo”.  

  

Si bien siempre he sido un fiel creyente de la labor, importancia y poder que tiene la Corte Constitucional para llevar justicia donde no la hubo o repensarse formas de ampliar la protección a los ciudadanos, nunca lo pude ver tan latente sino cuando empecé a ser una de las miles de personas que le colabora, a su manera, al sistema judicial de nuestro país. Es supremamente triste ver la cantidad de injusticias y sufrimientos que adolecen miles de nuestros compatriotas diariamente. Reconforta saber que el sistema judicial tiene una estructura pensada para su tutela efectiva. 

  

Después de haber revisado y realizado su respectiva reseña esquemática a más de 200 sentencias de tutela, llegó a mis manos una que llamó mi atención por el aparente error del Juez al momento de fallar. Se trata del caso de un adulto mayor cuya EPS le negó el suministro de transporte intermunicipal para cumplir con una cita médica que le fue asignada en una ciudad diferente a la de su residencia. ¿El problema? R/: La sentencia SU-508 de 2020, entre otras, determinó que es deber de las EPS otorgar este tipo de subsidio, en dinero o en servicio, en todas las circunstancias sin importar que la persona no demuestre carencia de ingresos económicos. El caso se pone aún mejor: revisando las pruebas del expediente, me percato que la fecha de nacimiento de este individuo es la misma de mi padre (tanto el día y mes como el año): 8 de abril de 1944. ¿Coincidencia? R/: No, bajo ninguna circunstancia. ¿Diosidencia? R/: Sí, sin duda alguna. “Es como si le estuvieras haciendo justicia a tu papá”, me dijo al respecto una judicante-vecina de escritorio. Así es la Corte Constitucional. 

  

El espacio donde desempeñamos nuestras labores, los practicantes y judicantes, se ubica en el 5º piso del ala del Palacio donde opera mi Corporación, mismo que se comparte con otras dependencias como es la Sala Plena. El miércoles 11 de septiembre de 2024, día de Sala Plena (quizás el único espacio en que todos los Magistrados están de manera presencial en el recinto), hicieron su visita protocolaria la Defensora del Pueblo, Irís Marín, y el Comandante de la Policía Nacional, Gr. William Salamanca. Sabiendo la importancia del evento, juntos a otros jóvenes soñadores, me planté junto a las puertas de vidrio que separan la Sala Plena de los ascensores a observar detalladamente lo que sucedía adentro cuando alguien entraba o salía. Fue imposible no proyectarme ahí sentado. 

 

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El sueño de ser Magistrado de la Corte Constitucional es cada vez más serio y, sin ánimos de ser pretensioso, lo he empezado a ver muy real y materializable, más como una meta que un simple anhelo de un polluelo de abogado. 

  

Estar en el Palacio de Justicia tiene su magia. Poder aportar y servirle a mi país me da una tranquilidad y un sosiego moral indescriptible. Bien lo dijo la Dra. Cristina Pardo Schlesinger, Magistrada de esta Alta Corte, en alguno de los videos introductorios que nos envían a los practicantes: “Administrar justicia es una de las mejores formas de trabajar que puede escoger un abogado. Permite, como ninguna otra actividad, defender los derechos de las personas y es algo que tiene cierta satisfacción moral que solo es comparable con devolverle la salud a un enfermo” 

  

Y sí, si me lo pregunta estoy cumpliendo mi sueño. 

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