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ACTUALIDAD

Los roles se han invertido, las manecillas del reloj han ido en contra vía en distintos aspectos

EL RELOJ OCULTO

Aunque no lo sepamos, el reloj que llevamos con nosotros a todos lados, el cual es imprescindible en nuestras vidas, funciona exactamente igual que el interior de nuestra familia. Se constituye de distintas etapas, partes y funciones que nos lleva a convivir de una manera armoniosa.  

Por: Cristina Soto Carreño

Entre todos los relojes que existen, hay unos que van a destiempo. El reloj, ese artefacto curioso que parece siempre de afán, el responsable de que se terminen los mejores momentos de nuestras vidas y también lleguen los peores, es aquel sobre el cual no tenemos ningún tipo de control. Éste que marca el paso del tiempo, que no nos espera cuando necesitamos un segundo más, que parece indiferente a nuestras súplicas, funciona de una manera muy melódica. Para los que hemos visto un reloj por dentro, sabemos lo complicado que se ve, ya que hay muchísimos factores que deben estar en sintonía para que funcione como un todo. Una pequeña falla en motor, barrilete o tren de rodaje pueden causar un daño irreversible. Al analizar este movimiento constante, vemos herramientas funcionando entre sí, cada una dejando pasar al otro, cada una respetando su tiempo y espacio para que el resto pueda marchar. Aunque no lo sepamos, el reloj que llevamos con nosotros a todos lados, el cual es imprescindible en nuestras vidas, funciona exactamente igual que el interior de nuestra familia. 

 

Un señor llamado Fernando Vidal creó una experiencia llamada el Reloj de la Familia. Al igual que el reloj que marca la hora, este reloj tiene distintas etapas que analizaremos analógicamente como sus horas, que nos ayudan a contestar las preguntas que la mayoría del tiempo tendemos a ignorar. Este reloj es el llamado para reunirnos en familia y analizar esos aspectos que al igual que las partes internas de un reloj, son las que ayudan a que nuestra familia funcione correctamente de una forma armoniosa. Claramente, es importante reconocer que al igual que hay miles de tipos de relojes, hay miles de tipos de familias distintas. Cuando las familias deciden ser parte de esta experiencia, que francamente considero que debería ser algo que todos hagamos, son enfrentados con distintos pasos a seguir. Entre ellos, somos obligados a cuestionar lo más íntimo de nuestra familia y a superar emociones que quizás no quisieran que salgan a flote. ¿Realmente nos tomamos el tiempo para entender y apreciar que el proyecto de vida de mi madre puede ser distinto al mío, y mi rol como su hija es apoyarla a conseguir lo que quiere? ¿Cómo funciona la toma de decisiones dentro de mi familia, se adquiere mediante el diálogo o la imposición? ¿Cuántas veces le he dicho a mis familiares que estoy agradecida con ellos, cuántas veces les he pedido disculpas sinceras por mis errores? ¿Dentro de mi familia, tenemos la libertad para desarrollar nuestras personalidades y ambiciones? Al final de los pasos, ellas tienen el cometido de reformular su proyecto de familia con todo lo aprendido. Sin embargo, es importante resaltar que los resultados del reloj no son absolutos, podemos pasar por esta experiencia en distintos momentos de nuestra vida y los resultados podrán cambiar. Las dinámicas familiares no son estáticas, se adaptan y son cambiantes. Esto, ya que a veces la vida nos hace enfrentarnos con situaciones difíciles de manejar, que nos retan en todos los aspectos de nuestro interior, como individuo y miembro familiar. A muchos de ustedes al leer estas palabras se les pudieron ocurrir momentos difíciles de sus vidas de distinta índole, pero les debo confesar que a mi se me ocurrió el que estamos viviendo en este momento, que a pesar de tener distintos nombres (COVID-19, pandemia, cuarentena), para cada uno ha significado algo distinto, y dentro de nuestras familias, ha hecho que se vean cambios evidentes en su funcionamiento y forma de convivir. Esta pandemia ha hecho que los roles dentro de la familia a los cuales estábamos acostumbrados, hayan cambiado sustancialmente, y luego de leer este artículo, podrán determinar si han sido para bien o para mal.  

 

Nunca antes habíamos tenido la obligación de permanecer al interior de nuestra casa con nuestra familia por un tiempo indefinido. Como hay todo tipo de familias, hay algunas que estaban absolutamente acostumbradas a comer juntos por las noches, a pasar tiempo de calidad. Por otro lado, muchas otras funcionaban como partes independientes, en las cuales cada uno tenía su libertad de entrar y salir a la hora que fuese, sin explicación alguna. Sin embargo, uno de los puntos a analizar en este artículo es uno positivo para la familia: esta pandemia nos obligó a mirarnos a los ojos, a sentarnos a dialogar, a expresar nuestras preocupaciones y a forzosamente bajarle al ritmo de la vida, en el cual a veces sentimos que no nos alcanza el tiempo ni para respirar. No obstante, lo anterior, a pesar de ser un punto positivo, hemos podido ver que ha habido un factor meramente físico que ha determinado el grado de afectación de las familias y ha sido el espacio en el que convivimos. Analizado desde una perspectiva psicológica, no hay familia que pueda funcionar armónicamente sin la existencia de intimidad entre sus miembros – poder tener su tiempo y espacio para vivir independientemente. Evidentemente, en Colombia existe una enorme pobreza que ha hecho que las casas pequeñas, en las cuales viven muchos miembros de la familia, se haya roto esa intimidad y posibilidad de tener privacidad, conllevando a muchos conflictos.   

 

Los roles se han invertido, las manecillas del reloj han ido en contravía en distintos aspectos. Por un lado, este tiempo nos ha hecho actuar basado en nuestro instinto de supervivencia. Cómo una manada de lobos, las familias han cuidado de los más débiles, sin importar en este caso si se trata de los adultos o jóvenes. El orden natural de las cosas dicta que los mayores son los que deben cuidar a los menores que usualmente son los más vulnerables y débiles. Sin embargo, se ha visto un gran índice de cifras que demuestran que los hijos que han tenido que cuidar a sus padres, verlos en sus estados más vulnerables, ya sea por enfermedades físicas o mentales. Las personas que no habían trabajado su aspecto emocional y afectivo, han visto como se han magnificado los problemas que se pueden derivar de ello. Aquellos que eran propensos a la ansiedad, se les ha exacerbado, otros que tenían tendencias depresivas, también. A los hijos menores les ha tocado levantar a sus padres del piso, levantarles el ánimo, darles esperanza en medio del desasosiego y la incertidumbre del ¿qué vendrá?  A los hijos menores les ha tocado ver a sus padres angustiados, vulnerables, y les ha tocado cuidar sus destrezas y angustias. Esto ha causado un estrés enorme en los menores, pues en los últimos tiempos, nunca había estado la población global obligada a esto por una causa común: una pandemia. Esto se ve reflejado en otra inversión de roles con los padres de hijos pequeños. Aunque no lo creamos, por más pequeños que sean los niños, ellos entienden perfectamente lo que está pasando en el mundo, y perciben este virus como un peligro físico, un germen verde mutante que no podemos enfrentar y está afuera de sus casas. Lo perciben como un peligro. Al verse expuestos a este nivel de estrés, se han regresado muchas etapas del desarrollo de los menores. Aquellos que ya se habían independizado un poco de su madre, encuentran un apego inseguro ahora donde no quieren estar solos en ningún momento del día. Otros que habían logrado controlar sus esfínteres, se devuelven a la etapa previa donde tienen que volver a aprender a ir al baño sin la ayuda de un pañal. Esta es la reacción natural de los niños ante las situaciones de estrés extremo, las etapas del desarrollo se confunden y no son lineales.  

 

Independientemente de los cambios de roles dentro de nuestras familias, este fenómeno ha ayudado al fortalecimiento de muchísimas. En muchos casos, el asumir nuevos roles logra enseñarnos más acerca de nuestra familia, de nuestros padres, hermanos e hijos. Aquellas falencias que quizás ignorábamos, las debilidades de nuestros padres, los problemas de nuestros hijos, las hemos podido mirar con ojos más compasivos, más empáticos. Los pasos del reloj de la familia que hablan del perdón, de la disponibilidad de tiempo, de la libertad, de la gratitud y mucho más, se han visto alteradas de maneras inimaginables. Hemos tenido que afrontar tragedias, problemas y dificultades que harán que luego de que pase esta pandemia, nuestra familia nunca vuelva a ser la misma. Nosotros, como familia, debemos tomarnos el tiempo de revisar nuestra forma de relacionarnos, especialmente cuando hemos pasado por momentos difíciles como el que estamos viviendo, y una forma para hacerlo es reconociendo las dinámicas familiares y reconstruyendo nuestro proyecto familiar basado en las conclusiones dadas. Quizás de esta forma podremos intentar funcionar de una manera armoniosa, conjunta y sincronizada para poder afrontar lo que viene, que, por ahora, es totalmente incierto.

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