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El futuro del futuro
El avance exponencial del desarrollo tecnológico plantea una serie de promesas. Algunas, las del futuro, son emocionantes. Las otras, las del futuro del futuro ¿acaso no deberían aterrarnos?
Fuente: Pexels
Por: Juan Esteban Pérez
Recientemente una noticia captó mi atención: la implantación real en un humano del primer chip de Neuralink. Con esta empresa, Musk pretende incursionarse (inicialmente) en el mundo de los problemas neurológicos, haciendo promesas que en un inicio parecían sacadas de la más pura ciencia ficción, pero que con sus actuales resultados, ya se pone en tela de juicio aquel adjetivo. El primer chip implantado en un humano muestra avances prometedores; el paciente que lo tiene es capaz de jugar videojuegos controlando un mouse y un teclado a distancia con tan solo su pensamiento. Asegura que es capaz de vencer a los mejores en el juego, y Musk apoya la idea afirmando que solo será cuestión de tiempo para que una persona normal con el chip link pueda vencer sin dificultad a los jugadores profesionales. Recordemos, esto no es una promesa, es una realidad.
Otra noticia que también llamó mi atención es de la empresa Tesla, que recientemente presentó su nuevo robot Optimus, una especie de robot asistente que promete ser de utilidad en un sinfín de situaciones y espacios, que van desde lo más técnico, como asistencia en cirugías, hasta lo más banal, como simples personas de compañía. Lo realmente escalofriante de esta noticia son los videos de la prensa probando las funcionalidades del robot, que (o quien) es capaz de mantener conversaciones naturales e indiferenciables de aquellas que sostenemos los humanos (el test de Turing ya es obsoleto). Optimus, como robot humanoide que es, busca asemejarse lo que más pueda al humano (así lo dice el mismo robot en un video cuando le preguntan acerca de su misión) y ello no hizo sino suscitarme grandes dudas sobre el futuro, y aún más interesante (escalofriante), sobre el futuro del futuro.
Lo que realmente me inquieta es el horizonte. ¿Hasta dónde podemos llegar? ¿Qué implicaciones tiene avanzar? Ya la pregunta es cada vez más moral. Sin olvidarse de los serios desafíos (por mencionar alguno) ambientales, que representa el avance tecnológico, la pregunta acerca de la moral me inquieta algo más. Suponiendo que el ingenio humano es capaz de hacerlo todo, yo cada vez me cuestiono más sobre si deberíamos hacerlo todo.
Hace cientos de años era considerado magia la idea de poder hablar con alguien que estuviera a miles de kilómetros de distancia, de forma simultánea; hoy es una realidad, normal, un aspecto más del día a día. De hecho, y sin ir muy lejos, para mi yo, de hace unos diez años, pensar en jugar videojuegos con la mente era solo explicable en un programa de televisión; hoy, diez años después, es una realidad, que dentro de poco, ya será normalizada.
El futuro me emociona y me asusta por igual. Quiero pensar en que el desarrollo siempre será positivo, y que la tecnología tiene pretensiones tan loables como devolver la vista a quien no la tiene o ayudar a mover a quien no puede. Pero cierto es que la realidad es un tanto más complicada que eso. Hay intereses de por medio que pueden desviar el desarrollo a lugares aún desconocidos. La ambición intrínseca del humano, la misma que nos ha llevado a la cúspide del crecimiento humano, es la misma que, fácilmente, puede hacernos descender.
Qué pasará cuando la promesa no sea devolver la vista al ciego. Qué pasará cuando la realidad sea el trasplante de la conciencia, la inmortalidad, la modificación genética. ¿Cuándo se detiene el desarrollo? ¿Debe hacerlo? ¿Puede hacerlo? Esas, pienso, deben ser las preguntas que giren en torno al desarrollo tecnológico. Estamos viviendo en uno de esos momentos en la historia que en el futuro estudiaran como hitos de la evolución de la civilización. Miedo me da pensar en los niños que les tocará estudiar este presente como una faceta más de su pasado (si es que lo tienen que estudiar).
Aunque mi objetivo no es infundir miedo en la tecnología (yo soy el primer entusiasta que investiga con emoción esas promesas que suenan a ficción) si creo que es hora de considerar el límite, porque tal vez sí debe haber un límite. Conservar nuestra humanidad siempre deberá ser el objetivo. Nunca antes había tenido tanto valor la pregunta acerca de lo que nos hace humanos. ¿No debería el arte ser humano, hecho por humanos? Evitemos que la ironía se materialice. Evitemos que el ingenio humano nos quite lo humano.